Crear y reinventarse

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Invéntate, y después, reinvéntate a ti mismo,

no nades en la misma charca.

Invéntate, y después, reinvéntate a ti mismo,

y no caigas en las garras de la mediocridad.

Invéntate, y después, reinvéntate a ti mismo,

cambia de tono y forma tan a menudo, que no puedan,

nunca, clasificarte.

Charles Bukowski.

La vida es movimiento. Desde los paisajes que contemplamos, las luces de las estrellas y hasta el arte de los grandes genios, la vida es movimiento. Caótico, errático, a veces injusto y otras veces, sutil, sosegado, silente.

Ese movimiento proviene de partículas infinitamente pequeñas que necesitan moverse para crear la materia. Cada átomo está compuesto por miles de billones de quarks, de leptones y busones que forman a otras partículas más grandes y a través de las cuales la materia se mezcla: electrones, protones, neutrones. 

Lo infinitamente pequeño se mueve a velocidades superiores a las de luz, mientras que lo infinitamente grande (los planetas, las estrellas, los agujeros negros) se mueven a veces por encima de ella. 

Sin ese movimiento permanente, la vida sería imposible. Podría ser impensable algo tan simple como el agua, que es la representación más grande del movimiento. Basta ver los océanos, los ríos, los lagos y la lluvia. Sería imposible también, que las moléculas de Hidrógeno y de Carbono se hubiesen unido en una danza de energías para crear las conexiones necesarias para crear la superficie de las alas de una mariposa, el tronco de un árbol de manzanas o hasta la dulzura del néctar de un durazno.

El movimiento es vida y la vida es movimiento. Pero también, la vida y el movimiento son creación. Es más, el cerebro humano es capaz de crear porque los billones de neuronas de nuestra corteza cerebral todo el día y todo el tiempo están moviéndose. Desarrollamos el lenguaje, la concepción del tiempo, la capacidad de usar herramientas, simple y sencillamente porque nuestras neuronas se mueven más rápido y son más que las de cualquier animal.

Es natural que nuestra especie haya sido creadora de movimiento. Las sociedades se volcaron en procesos de avance, tales como el arte, la ciencia, la ley, porque cada individuo tenía que moverse para alimentarse, para procrear una familia, para desarrollar una forma de vida. Pero el costo de ese movimiento ha sido siempre enfrentar al conflicto. Sin el conflicto, ni el individuo ni la especie humana avanzan.

Es lógico que toda nuestra historia haya sido pues, centrada en la solución del conflicto. Las leyes de la economía, formuladas por primera vez por Aristóteles, responden a ello. El griego entendía que hay que enfrentar la escasez, no evadirla, por lo que pedía a los reyes anticipación y planificación de cosechas. El reino que estuviera preparado podría construir mejores oportunidades para sobrevivir.

El arte es el testimonio de esa vida. Desde que comenzamos a pintar lo hicimos para sobrevivir al tiempo. Las cavernas en las que los hombres y mujeres de la edad de piedra dibujaron a la naturaleza, eran intentos rudimentarios para pasar de generación en generación, el conocimiento.

Ciencia, arte y civilización van de la mano. Y se alimentan del conflicto. Y el cerebro si quiere crear, tiene que saber contrastar opiniones divergentes. Cada individuo tiene la obligación de perfeccionarse, de desarrollar sus talentos. 

La vida es una anomalía matemática. En el enorme e impredecible Cosmos, la vida tenía tan pocas posibilidades de surgir, que, de hecho, en sí misma es un milagro. La vida es creadora de esas anomalías. Es la madre de ir en contra de las probabilidades. Así que vivir y tener conciencia de uno mismo, es un milagro.

Si no desarrollas tus talentos para dejar un impacto positivo en el mundo, no los mereces. Porque esos talentos se te dieron para empujar hacia adelante a las próximas generaciones. No son tuyos. Se te dieron después de millones de años de evolución de tu ADN, después de miles de millones de variaciones de tus ancestros, y se te dieron con un objetivo específico. Cambiar las cosas. Mejorarlas. 

Es tu obligación desarrollarlos. Llevarlos al límite. Perfeccionarlos. Tus ojos son capaces de coordinarse con tus manos para pintar, porque hubo detrás un ancestro que comenzó a desarrollar la habilidad de mirar las sombras, las luces y los colores detrás de cada objeto. Eres capaz de coordinar tu mente para hacer números, porque tu cerebro desarrolló esa parte antes que otras, gracias a que alguien en tu genealogía lo hizo primero. 

Así que tus talentos son la mejor herencia que te han dado los cientos de miles de ancestros que hoy te tienen aquí, en este presente, en esta realidad, en esta dimensión del tiempo.

Darles rumbo, usarlos para hacer de este un mejor lugar, es el sentido de la vida. Y es tu responsabilidad que, en el futuro, tus talentos hayan creado un ladrillo en esta enorme catedral que es la civilización humana. Que seas con la vida, un arquitecto de anomalías matemáticas, es decir, de milagros.

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Economista. Maestría en Negocios Globales por la Escuela de Negocios Darla Moore de la Universidad de Carolina del Sur. Maestría en Administración de Negocios por el Tecnológico de Monterrey. Egresado del Programa de Georgetown en liderazgo e innovación y del Curso Emerging Leaders de Executive Education de Harvard y del Programa de liderazgo y ciudades inteligentes de la Fundación Naumann, de Alemania. 

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