Cuando la presidenta Claudia Sheinbaum confiesa lealtad ciega a su antecesor, quiero creer que no es devoción sino estrategia, maniobra voluntaria —o acaso inevitable— para mantener a raya a los muchos adversarios que anidan dentro de Morena. En política, la fe suele ser disfraz eficaz pero fugaz: la cotidiana realidad del país acabará por ajustar esas lealtades a su justa dimensión.
Por ahora, Andrés Manuel López Obrador sigue controlando los resortes del poder: el Congreso, los gobernadores y, sobre todo, el aparato del partido. Pero eso puede cambiar. Adán Augusto López, Hernán Bermúdez y otras criaturas abrieron un boquete en la línea de flotación de la 4T, y por ahí puede empezar la sangría.
Viraje necesario
El verdadero golpe de timón aparece en un terreno donde pocos esperaban firmeza: el combate a la corrupción. Sheinbaum parece entender que no se trata solo de un eslogan moral, sino de una condición de gobernabilidad. Su antecesor utilizó el tema como arma electoral; ella lo asume, por lo visto, como tarea de Estado.
El discurso reciente del Almirante Raymundo Pedro Morales Ángeles, secretario de Marina —seco, frontal, casi insolente— no habría salido al aire sin el visto bueno presidencial. Nadie en un gabinete se manda solo. Si la presidenta permitió que el almirante evidenciara a las fuerzas de seguridad civiles y al propio pasado inmediato, es porque decidió asumir el costo político de ir contra la secretaría más querida del país. Combatir criminales con balazos y no con abrazos suena, en efecto, a reajuste de rumbo.
Dos aduanas
Este viraje enfrentará pronto dos pruebas de fuego. La primera: las elecciones internas sin el respaldo del narco. Con la operación del “huachicol fiscal” al descubierto y los grupos criminales desgastados por sus propias guerras, Morena deberá probar que puede sobrevivir sin ese combustible corrupto.
La segunda: la renegociación del Tratado de Libre Comercio, el año próximo. No solo será una discusión de tomates y aranceles. Los socios del norte querrán revisar los compromisos de México en materia de democracia, seguridad y justicia. A esa mesa llegará Donald Trump con expedientes y cartas bajo la manga, dispuesto a hacerle “manita de cochi” a la presidenta.
Pero Sheinbaum no es ninguna perita en dulce. Si logra soltar el lastre político que aún arrastra, reacomoda las lealtades sin que el barco se hunda y el “cartel del acordeón” funciona bien o ajusta podría llegar bien armada a la cita. Será entonces, y no antes, cuando sepamos si el llamado golpe de timón es genuino… o solo un cambio de corriente en la misma tormenta. Veremos.
“Saludos cordiales
MM”