Estas ruinas que ves

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Onservarorio, por Mario Martini

Con un raspón de traxcavo y suficientes cargas de arrogancia, el secretario de Sedatu Roman Meyer Falcón dio por terminada la vieja, larga y obsesiva discusión sobre preservar o demoler la Casa del Marino de Mazatlán.

Sin que pueda comprobarse, dicen algunos cercanos a los trabajos que ocurrió algo similar a lo que provocó el trabajador del acuario que con un piolet -parecido al que usó Ramón Mercader para asesinar a Trosky- trató de limpiar “una manchita” en el cristal principal del tiburonario que colapsó “con un simple golpecito”. Pues parece que la casa tampoco aguantó un cariñito del traxcavo, pero con el agravante de que los participantes acordaron no utilizar maquinaria pesada para demoler agregados al edificio original.

Por algunas informaciones de servidores públicos involucrados, la destrucción fue por orden directa del secretario que, según dicen, se pasa por la entrepierna cualquier prohibición de otra autoridad que no sea la suya. Entre los escombros quedó enterrado el anuncio de SUSPENSIÓN que el INAH colocó tímidamente cuando la destrucción ya llevaba más de la mitad del edificio,

  • Vieja discusión
    Durante unos 15 años por lo menos, los mazatlecos se trenzaron en una exasperante disputa por el destino de la casa. Unos exhibían el decreto de protección del Institucional Nacional de Bellas Artes por tener “valor arquitectónico ecléctico” y otros negaban todo mérito histórico o urbano.

Al no tener más de 100 años, el INAH quedó como convidado de piedra, aunque diversos ordenamientos federales, estatales y municipales le otorgan facultades para autorizar o negar cualquier modificación al patrimonio cultural de la ciudad, al menos así consta en el papel (remember The Beatles & Callejón Liverpool). Estuvo sentado en la mesa que acordó la restauración de manera unánime.

Convocada por el Centro de Educación Continúa del IPN en 2009, se realizó una primera reunión formal para analizar los pros y contras de restaurar o demoler, a la que acudieron urbanistas, arquitectos, autoridades, etc. También presentes, por supuesto, estuvieron los marinos mercantes con uniforme de gala, encabezados por el capitán Felipe Hernández Ascención e Iván Hubbard, quienes defendieron a ultranza la protección de las organizaciones Stella Maris (1920) e Internacional del Trabajo (OIT) que dispuso la construcción de albergues para marinos mercantes en países aliados en la Segunda Guerra Mundial.

Como parte del eje occidental y para atender la disposición de la OIT, el presidente Manuel Aviña Camacho ordenó en 1944 la construcción de la Casa del Marino de Mazatlán que desde la segunda mitad del siglo XIX fue uno de los tres puertos más importantes del continente americano (por esta razón fue invadido por ejércitos extranjeros).

Al sólido argumento de conservación patrimonial del INBA, INAH y marinos, surgieron propuestas modernistas de arquitectos, entre ellos Armando Galván y Salvador Reynosa, que pidieron derrumbarla “por no tener valor histórico” y dar paso a una explanada espectacular que fuera el proscenio del Fuerte 31 de Marzo, ese sí protegido por el INAH por ser monumento histórico. Quedaron al descubierto también intereses pecuniarios, pues dos proyectos de condominios esperaban turno en cuanto el “adefesio” fuera retirado, permitiendo una vista espectacular del Fuerte y del Rayo Verde, lo que evidentemente aumentaría la plusvalía inmobiliaria.

Desde entonces han circulado infinidad de artículos, comentarios, opiniones a favor y en contra -incluso a niveles de fanatismo electoral o deportivo- que invariablemente colisionaron frente a la defensa legal del Patronato de Marinos que recibió la protección de la justicia federal en diferentes momentos.

El ex gobernador Quirino Ordaz Coppel le hizo la lucha y trató de convencer a los marinos de abandonar la restauración e incluso adquirió la finca de la familia Fuentevilla por la callé Venustiano Carranza para habilitarla como casa sustituta con las prestaciones de un recinto de hospedaje moderno. Pegó en hueso e intentó entonces formar otro patronato para la restauración que también fracasó.

Esta vehemente historia y el diálogo vivo entre mazatlecos que participan en la toma de decisiones sobre su ciudad, fue liquidada definitivamente por un “golpecito” de traxcavo y cargas de explosiva soberbia gubernamental. Adiós a 78 años de historia.

PD.- Sedatu promete construir una casa espejo, idéntica a la anterior, a manera de reparación del daño. Veremos.

Saludos cordiales
MM

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