La perspectiva importa

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En este espacio he querido transcribir las reflexiones que el arte, la filosofía, la historia y la economía han provocado a lo largo del tiempo. Sobre todo, he querido transmitir lo que es una visión particular del conocimiento: la de que todo está interconectado, la de que ninguna idea que ha marcado el paso de la humanidad ha surgido de forma aislada. 

Estudiar historia importa como importa la biología, la química o las matemáticas. Ningún conocimiento estorba y lo mejor de todo, es que la creatividad implica encontrar nuevas conexiones entre ideas y ciencia, entre arte y tecnología, para generar conocimiento. De hecho, eso es la innovación; utilizar lo presente para conectarlo entre sí y generar futuro. No podemos entender la complejidad de la revolución industrial de 1900, sin antes comprender la magnitud de la filosofía de Schopenhauer, la majestuosidad de las Óperas de Wagner o la elegancia del Art Nouveau.

Esta visión es una visión eminentemente renacentista. Un hombre o mujer de pensamiento libre es, antes que nada, un buscador de preguntas, un generador de dudas, un provocador de incertidumbres. La incomodidad con las certezas es parte del talento humano: no hicimos una civilización por quedarnos en la comodidad de las cuevas, lo hicimos porque salimos de ellas a pelear contra la naturaleza, a entenderla para dominarla.

Así que no se puede entender el crecimiento de las empresas más innovadoras sin una dosis importante de audacia y, por tanto, de conocimiento. 

Por ejemplo, las obras de Picasso y su evolución como pintor reflejan un punto de inflexión en la creación del pensamiento que va de la mano con la urgencia de un mundo nuevo ante la decadencia del previo a la Primera Guerra Mundial. La poesía de García Lorca refleja la búsqueda de toda una generación que vio por primera vez la incapacidad de los sistemas sociales monárquicos para resolver los problemas planteados por la tecnología y el enorme poderío militar que se desató en la Europa de ese siglo a raíz del descubrimiento del poder del vapor por James Watt y el del electromagnetismo por parte de Faraday.

Es por eso que Picasso distorsiona adrede a los objetos. Es más, el pintor español no llegó al cubismo por casualidad: su obra es producto en gran medida de una búsqueda permanente de un estilo propio. Si admiramos su capacidad creativa, es gracias a que siempre estuvo evolucionando. Sabemos de su período rosa, del azul y hasta del surrealista. 

Eso mismo sucede con la luz en las obras de Rembrandt, Vermeer y Velázquez. El estilo de cada uno, la grandeza de su maestría, reside en su entendimiento de la luz y de la perspectiva. Esta última no es otra cosa sino la decisión consciente de elegir un punto para que el ojo ponga atención específicamente en una manera de ver el paisaje. Cada pintor juega con la perspectiva. 

De hecho, lo entendí cuando en Nueva York vi el cuadro de las Señoritas de Aviñón de Picasso: dependiendo del lugar en el que te pongas a ver el cuadro, verás detalles diferentes entre las figuras, por lo que moverse cambia el centro y el personaje o suceso que la pintura retrata. 

Al momento de generar una empresa, el nivel de análisis y de abstracción se incrementa. Sobre todo, porque se tiene que elegir la perspectiva. Ese elemento marca el grado de diferenciación para competir. Así podemos ver a muchas empresas vendiendo lo mismo, pero de manera diferente. 

Lo mismo han hecho los pintores más importantes de la humanidad. De hecho, varios han pintado el mismo tema: el nacimiento de Venus. Y en cada cuadro, se marca el estilo, la perspectiva y el uso de la luz de manera diferente. Cada cuadro es una expresión a la que llegó cada artista después de meditar cientos de veces el mismo tema. Para algunos, como Botticelli, era más importante retratar a la diosa saliendo de la espuma del mar. Para otros, como William Adolphe Bouguereau, pintor del siglo XIX, la sensualidad de Venus era lo relevante. Diferentes perspectivas, diferentes pinturas, la misma escena.

Regresemos al tema de construir un negocio. En realidad, se trata de arrojar luz hacia un problema social específico, hacia un patrón de consumo determinado y llamar al consumidor hacia esa perspectiva. El esquema producto-venta-consumo está superado por el de idea-perspectiva-asociación. Nuestro consumidor se vuelve socio de nuestra visión, no simplemente un caminante que pasó eventualmente por nuestra tienda. Es también, cómplice de nuestra manera de ver la realidad: es quien admira nuestra perspectiva. 

Un modelo de negocios marca la diferencia entre el éxito y el fracaso, porque es una adaptación particular al entorno económico y social en el que nace una idea. Pero es también, rompimiento con lo tradicional. No se trata de vender hamburguesas, ni de venderlas más baratas o hacerlas más grandes o más sabrosas (esto es profundamente subjetivo), se trata de que esas hamburguesas implican una manera de ver la vida (¿qué es más elocuente sobre nuestra personalidad que la manera en que nos alimentamos?). Por eso, casi nadie llevaría a una cita romántica a McDonald’s, pero, por el contrario, si a un restaurante con comida minimalista. 

Esa es la diferencia entre un comerciante (alguien que vende cosas que hizo otra persona a un sobreprecio que se convierte en su utilidad) a un verdadero empresario del Siglo XXI, quien se convierte en creador de perspectivas, en un pintor de realidades económicas y, sobre todo, en un creador de modelos de negocios. 

Estamos en una época de soluciones complejas a problemas más complejos. Un emprendedor en este siglo tiene que ser altamente creativo, trascender las fronteras de la idea tradicional de vender algo, para entender que se trata de solucionar algo de manera ingeniosa. Es decir, de construir mejores maneras de hacer algo, cada vez más efectivas y amigables. 

La eficiencia tiene que ver con procesos creativos más que contables. Así, por ejemplo, las empresas unicornios que están levantando capital por más de mil millones de dólares, están reclutando pintores, músicos, artistas, según indica la firma de capital riesgo especializada en empresas emergentes Kleiner Perkins, con sede en Silicon Valley, en su informe “Design in Tech”.

Consideremos el arte no como una forma de hacer algo, sino como una manera de pensar. Esto implica moverse entre la frontera de lo que se sabe y de lo que no se sabe, conectando los puntos necesarios para crear algo inexistente. Ya lo decía Steve Jobs, innovar se trata de conectar puntos. Por eso es que el perfil del empresario de este Siglo tiene que ser cada vez más renacentista y pasar de solo saber finanzas y contabilidad, a interesarse en mecánica, química, ciencia, historia.

Esto es más que claro cuando que 9 de los diez empresarios más ricos de Forbes no son financieros o tienen alguna carrera en negocios o economía. Son ingenieros, informáticos, personalidades que encontraron en la tecnología una manera de crear algo. Steve Jobs o Bill Gates eran buenos programando, pero contrataron a mejores programadores. Ellos vieron en la tecnología un lienzo, un instrumento para crear algo nuevo.

Esta manera de pensar como artista implica hacerse las preguntas que nadie quiere. Es salir del área de confort todos los días, cuestionando el por qué no de nuestro presente. Esto requiere valor, sobre todo en empresas aletargadas por éxitos pasados, que no han querido sacrificar las ganancias o están dirigidas por líderes con pensamiento tradicional. O en empresas que cayeron en el conformismo, porque su nicho les dio mucho dinero con un producto y una visión. Ejemplos abundan: Fabula Pizza, Almacenes Zaragoza, en Sinaloa. O en el mundo, el clásico ejemplo de Blockbuster, Blackberry, Nokia. Dejar de crear es aprender a morir.

Yo no soy de la idea de que cada día hay que hacer un peso más cada día. Por el contrario, creo que hay que generar una idea diaria y que esa idea generará más de un peso por día. Tampoco creo en adaptarse, soy de la idea de evolucionar y eso implica adquirir habilidades nuevas y crear herramientas propias, fuera del contexto en el que estoy.

¿En qué medida sirve el arte para crear empresas exitosas? Precisamente en lo que estamos viviendo día con día: quien no crea algo nuevo, pierde la oportunidad de cambiar al mundo. Y son las personas y las empresas las que se atreven a hacerlo, las que finalmente lo logran. 

Óscar Rivas es Economista, con maestría en Negocios Globales por la Escuela de Negocios Darla Moore de la Universidad de Carolina del Sur. Maestría en Administración de Negocios por el Tecnológico de Monterrey. Egresado del Programa de Georgetown en liderazgo e innovación y del Curso Emerging Leaders de Executive Education de Harvard. Cofundador de Chilakings Sinaloenses. Emprendedor, Maratonista y escritor.

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