Las cosas de las que no estamos hablando (y que deberíamos)

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Las pandemias han sido una de las tantas catástrofes que la humanidad ha enfrentado. Desde la peste Antonina, que diezmó prácticamente a dos terceras partes del Imperio Romano, hasta la peste española, el sarampión, el cólera y otras tantas, la lucha del ser humano contra los virus y bacterias ha sido permanente.

La diferencia es que hoy tenemos un entendimiento más claro de cómo funciona la naturaleza. La ciencia nos abrió los ojos, entendimos cómo funcionan sus reglas a nivel microscópico y pudimos en menos de 18 meses, generar un mecanismo de prevención para que nuestros cuerpos se adaptaran al Covid-19.

Este conocimiento es producto de largos esfuerzos de hombres y mujeres de Ciencia. Desde Averroes, el legendario médico árabe que comenzó a entender los químicos con los que las plantas podían curarnos, hasta Luis Pasteur, hemos podido acumular un conocimiento tremendo que hoy nos permite sobrevivir. Antes, nadie sabía qué estaba pasando. La cantidad de guerreros aztecas muertos por la viruela significó para dicha cultura, una maldición traída por Quetzalcóatl en venganza. La peste negra en Europa fue advertida por un eclipse y un castigo porque el pueblo se había alejado de Dios.

Es más obvio que nunca que el ser humano es la única especie que puede interferir a nivel macro en la naturaleza. El Calentamiento global y el Cambio Climático son testimonio de ello. Estos fenómenos, según han escrito varios investigadores, han modificado a la Tierra al mismo nivel que lo hicieron las heladas de la Edad de hielo, que el meteorito que extinguió a los dinosaurios o que las grandes sequías que convirtieron al Sahara en un desierto. Ningún animal, ninguna especie, ningún ser vivo ha podido cambiar a un ecosistema entero como lo hemos hecho nosotros.

Es por ello que el reto que viene para la próxima década es enorme. Un problema tan complejo exige la labor coordinada de toda la humanidad. Pero, desafortunadamente, cada país está considerando al problema de manera diferente. 

Nos enfrentamos a fenómenos sociales muy diferentes a los de hace dos décadas. De hecho, los nacionalismos están en peligro como nunca. Y no, no es porque el imperialismo haya ganado de las batallas, sino por el surgimiento del tribalismo. Las tribus sociales están dibujando el mapa intelectual y político. Semejante disgregación ha venido a despertando lo peor de nuestra irracionalidad: gente que dice que las vacunas son mentiras políticas para controlarnos, individuos que juran que al tierra es plana, entre otros.

A lo anterior tenemos que sumarle el efecto de la disrupción tecnológica en la generación de desigualdad. Durante casi toda la historia y hasta el siglo XIX, los países podrían tener relativa igualdad de acceso a recursos únicamente conquistando nuevas tierras. Con la revolución industrial, vemos un fenómeno de creación de Hubs que alimentaban a las grandes ciudades del mundo. 

México se convirtió en una potencia petrolera porque alimentaba las ansias industriales de Estados Unidos. Argentina se convirtió en un generador de carne para Europa. El crecimiento era irregular, pero permitía que los países pudieran desarrollarse.

Ahora las cosas han cambiado. Las dos superpotencias globales están compitiendo por información. Y no es necesario ni conquistar a otro país, ni obligarlo a producir. Se necesita un servidor suficientemente poderoso para rastrear, medir, asimilar y manipular los patrones de conducta de toda una sociedad. Facebook lo está haciendo. China está entrando a ese mercado con Alibaba. Ambos países están entiendo que la tecnología es tan poderosa que puede modelar el pensamiento colectivo durante los próximos años.

La información puede concentrarse en un solo lugar. Y desde ahí, utilizar herramientas de ingeniería social para mantener pobre a la población de Bolivia, mientras un magante de bolsa de valores se mueve entre Paris y Edimburgo, con la información de todos esos ciudadanos en una USB.

El silicón ha comenzado a dividirnos más allá de lo que lo hicieron las armas nucleares. Y no es menor este elemento. Recordemos que la ventaja tecnológica de Hernán Cortés y de Francisco Pizarro les permitió a ambos, con poco más de 100 hombres, vencer a dos de los más grandes imperios de la humanidad, como lo fueron el Azteca y el Inca.

Estamos hablando de que la mayor ventaja de las potencias mundiales es que hoy, cada una, tiene grandes corporaciones que entienden mejor el cerebro. Si antes la guerra se hacía con armas, hoy se hace con mecanismos muy sofisticados de psicología social.

México está lejos de este debate y está entrando en ociosidades inútiles. No estamos invirtiendo en entendernos, sino en artilugios tecnológicos. Estamos hablando de la velocidad del internet, pero no en la manera en que afecta nuestras mentes y nuestra concepción de la realidad. Nuestro sistema educativo está atrasado, que el solo hecho de nacer en este país implica no obtener ni habilidades ni ventajas para hablar el lenguaje del mundo.

En los gobiernos estatales el fenómeno es peor. Las élites políticas y económicas no se han dado cuenta tampoco de que por más poder local que tengan, son rehenes igual que los ciudadanos más desprotegidos, de estas luchas. La conversación con los nuevos gobiernos será sobre lo mismo: quién va a qué Secretaría, Dirección, Ministerio, etcétera.

La política por primera vez, no está dirigiendo ni al imaginario colectivo ni a la posibilidad de llegar a acuerdos sociales. En Sinaloa apenas y se aprobó en la legislatura pasada una Ley muy mal hecha contra el Cambio Climático. Una Ley sin dientes, que no evita el uso intensivo de pesticidas tóxicos, ni genera soluciones para el uso del agua. Eso sí, sirvió para que uno que otro anodino se parara le cuello, como si sembrar un árbol significara resolver el problema de la deforestación en la Sierra.

Y no, no me refiero a la charlatanería de influencers como Carlos Muñoz, que vende espejos sobre bitcoin y le dice a una juventud como la mexicana (que no tiene oportunidades de empleo digno o de desarrollar sus talentos), que todo se trata de hacer “millones”, cuando en realidad siempre se ha tratado de modificar al sistema que premia la complicidad y castiga la eficiencia. Nunca ha sido menos mercado, ha sido generar condiciones de competencia.

El Cambio Climático va significar sequías más largas, lo que va a generar procesos de migración interna sumamente complejos. El poder del narcotráfico va a desviar el agua para sus objetivos, mientras tenemos a un Estado que estará ausente para proteger a los pequeños ejidatarios, que no tendrán opción sino entregar su propiedad.

Mientras los políticos creen que hacen su chamba entregando una o dos despensas por semana, hay un aumento enorme de la pobreza extrema y de personas que cada día pierden la posibilidad de comer. Así, sin adjetivos.

Los temas de los que no estamos hablando, tristemente, serán los que nos van a rebasar en los próximos años. 

La calidad de la conversación colectiva es baja y es obligación de cada uno de nosotros, mejorarla y subirla de nivel. Nunca como ahora han sido tan importantes las voces críticas, las conciencias inteligentes, las ideas disruptivas.

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Economista. Maestría en Negocios Globales por la Escuela de Negocios Darla Moore de la Universidad de Carolina del Sur. Maestría en Administración de Negocios por el Tecnológico de Monterrey. Egresado del Programa de Georgetown en liderazgo e innovación y del Curso Emerging Leaders de Executive Education de Harvard y del Programa de liderazgo y ciudades inteligentes de la Fundación Naumann, de Alemania. 

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