En tiempos donde la política suele extraviarse entre discursos huecos y agendas importadas que poco dialogan con la realidad local, resulta refrescante —y necesario— detenerse a observar cuando una legisladora presenta iniciativas que nacen del contacto directo con la gente y con el territorio. Ese es el caso de la diputada Martha Yolanda Dagnino Camacho, cuyas propuestas recientes —la Ley de Economía Circular para Sinaloa y la licencia laboral por motivos de salud mental— revelan una misma raíz: legislar desde lo que se vive, no desde la fantasía.
La iniciativa de Ley de Economía Circular es, sin exagerar, una de las discusiones más urgentes que necesita Sinaloa. Un estado profundamente productivo, agrícola, pesquero, industrial y comercial, pero también uno que ha resentido por décadas los costos ambientales de un modelo económico lineal basado en extraer, usar y desechar. Ríos contaminados, suelos degradados, acumulación de residuos y un uso intensivo de recursos naturales que ya muestran signos de agotamiento. Hablar de economía circular no es una moda verde; es hablar de supervivencia económica, ambiental y social.
La propuesta de Dagnino entiende esto con claridad. No se limita a un discurso ambientalista, sino que plantea un nuevo marco de política pública que impulsa procesos productivos más limpios, eficientes y responsables. Rediseñar, reutilizar, reparar, reciclar, remanufacturar: conceptos que en el papel suenan técnicos, pero que en la práctica significan menos desperdicio, más innovación local, nuevos empleos y mayor competitividad para las empresas sinaloenses. Es una visión donde producir no implica destruir, sino regenerar.
La trascendencia de esta ley radica en que reconoce algo fundamental: el desarrollo sustentable no se decreta, se construye desde la realidad productiva del estado. Y solo alguien que conoce esa realidad —los campos, los mercados, las pequeñas empresas, las comunidades— puede entender que la transición hacia una economía circular no es ideológica, sino práctica. Es una política de tierra, no de escritorio.
Esa misma sensibilidad se refleja en la segunda iniciativa: otorgar licencias con goce de sueldo por motivos de salud mental a trabajadoras y trabajadores de entidades municipales y públicas. En un país donde durante décadas la salud mental fue un tema silenciado, minimizado o estigmatizado, esta propuesta representa un acto de humanidad legislativa. Reconoce que el estrés, la ansiedad, la depresión y el agotamiento no son debilidades personales, sino realidades sociales que impactan la vida laboral, familiar y comunitaria.
Aquí también hay territorio. Hay escucha. Hay cercanía con la gente que enfrenta jornadas largas, presión económica, violencia, incertidumbre y cargas emocionales invisibles. Legislar sobre salud mental no es políticamente rentable en el corto plazo, pero es socialmente indispensable. Y hacerlo con un enfoque de derechos laborales, sin importar antigüedad, demuestra una comprensión profunda de las desigualdades reales que viven las personas trabajadoras.
Ambas iniciativas comparten un mismo hilo conductor: la política entendida como servicio, no como espectáculo. La diputada Dagnino no legisla desde la abstracción, sino desde el contacto cotidiano con problemas concretos. De ahí su relevancia. Porque solo quien camina el territorio, quien hace gestión, quien escucha y acompaña, puede transformar esas vivencias en leyes con sentido social.
El Congreso de Sinaloa necesita más perfiles así. Más diputadas y diputados que conozcan su estado “al revés y al derecho”, que entiendan que legislar es interpretar el dolor, las necesidades y las aspiraciones colectivas, y convertirlas en políticas públicas viables. La economía circular y la salud mental no son temas aislados; son parte de una misma visión de futuro donde el bienestar no se mide solo en crecimiento económico, sino en calidad de vida, dignidad y cuidado del entorno.
En tiempos de simulación política, iniciativas como estas recuerdan una verdad elemental: legislar bien exige conocer el mundo real. Y ese mundo no se encuentra en la fantasía del poder, sino en la calle, en el trabajo, en la comunidad. Más diputadas como Martha Yolanda Dagnino Camacho, sin duda, le hacen falta al Congreso.




