Sigue y sigue la mata dando: Sinaloa, violencia calculada

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La importancia de nombrar los fenómenos sociales de manera precisa es lo que nos permite comenzar a intervenir socialmente sobre ellos. Las herramientas teóricas deben pasar a la praxis para resolver las contradicciones que conducen a la condición delincuencial de la sociedad, en donde la población es a la vez víctima y caldo de cultivo, a partir de la desintegración del tejido social.
La guerra interna en el Cártel de Sinaloa, que no es nueva, coloca la violencia en “los otros”, pero su cercanía social nos lleva hacia lo profundo de las relaciones humanas, mostrando cómo se presentan las olas de fractura de las normas sociales que propician la corrupción dentro de las instituciones y fuerzan los límites de lo legal para formar mercados negros artificiales.
Así, en la descomposición del tejido social y en un contexto de precarización laboral, lo que queda es “comerse a uno mismo”: la autofagia social, una realidad que viven millones de mexicanas y mexicanos y que se relaciona directamente con las condiciones de empleo y de ingreso en el marco de la lucha de clases.
La mata seguirá dando porque la sociedad en Sinaloa no cuenta con un proceso de generación de riqueza por la vía salarial. La acumulación de plusvalía por parte de los trabajadores es escasa y la posibilidad del ahorro para la siguiente generación requiere incentivos profundos, que pasan por recuperar las pensiones del IMSS y el ISSSTE, las pensiones laborales, y eliminar las AFORES.
La condición que permitía que un trabajador se mantuviera leal a la empresa y al país se ha perdido. Tras la Revolución Mexicana y la Segunda Guerra Mundial, los mecanismos institucionales y las redes sociales que sostenían el tejido comunitario se han vuelto cada vez más precarios, trasladando la tensión hacia las familias y la vida cotidiana.
En este caldo de cultivo, los jóvenes no tienen “horizonte de futuro”, lo que incrementa la autofagia social, la violencia y la necropolítica, rompiendo los mecanismos de reconocimiento social que se construyen desde la identidad. La primera víctima de la lucha descarnada de los oligarcas por dominar al Estado capitalista —por la vía del control del presupuesto público— es el tejido social.
En sociedades atrasadas como la sinaloense, esta lucha por el control del presupuesto es evidente. El dominio de grupos empresariales y políticos alrededor de ellos deriva en la necropolítica como forma de disputa intestina por los recursos, sin reglas y sin ley.
En este contexto, la invención del “narco” y del “narcoterrorismo” funciona como distractor. Lo que corresponde nombrar con precisión es mafias: grupos organizados para delinquir con complicidad política nacional y extranjera en los más altos niveles, sostenidos por la prohibición como mecanismo para generar zonas opacas y acechar a la sociedad desde todos los ángulos.
¿Es posible detener y lograr que deje de “seguir la mata dando”? Sí. Pero —siempre hay un pero— es necesario incorporar nuevos actores sociales a la realidad política. No es posible cambiar con la misma oligarquía antirrepublicana y con sueños porfiristas de reelección. En este punto, Morena y sus aliados deberán contener los apetitos internos de quienes han limitado el alcance de la Cuarta Transformación.
Tanto en el PRI-PAN-PRD como en las expresiones internas del propio Morena, se han construido mecanismos para controlar las candidaturas, lo que ha generado un vacío de representación en los congresos, limitando la transformación y dejando la política en manos de burocracias partidistas, alejando a la sociedad —especialmente a la juventud— de los procesos públicos.
La sociedad de la simulación en Sinaloa tendrá que terminar. Su oligarquía rancia, de corte porfirista de clóset, con un “clasismo cortesano”, deberá soltar el control del estado, al que ha desfalcado permanentemente. Para callar voces críticas, ha utilizado violencia extrema y necropolítica cotidiana. La muerte no puede seguir siendo moneda corriente en el país. Esta guerra no declarada contra la sociedad mexicana no comenzó en 2007: solo se agudizó debido a la debilidad del Estado derivada de las políticas neoliberales a la mexicana.
Los viejos lacayos de la oligarquía, los de siempre, que hoy se disfrazan de demócratas, no tienen respuesta para la juventud. No tienen proyecto para detener la expulsión de profesionistas ni para garantizar futuro. No lo pueden ofrecer en el presente, y ese es el origen de la mata que sigue dando. La responsabilidad es de esa oligarquía rancia, no de la población civil que ha sido víctima de sus excesos y corrupción.
Tendrán que ser las y los ciudadanos, junto con las y los profesionistas de Sinaloa —recordando un viejo llamado— quienes encabecen una “Rebelión de los Profesionistas” por la vía de los hechos. De lo contrario, seguirá la simulación imperante, peleando en infiernitos menores, cuando lo urgente es recuperar las pensiones laborales y eliminar las AFORES, para reconstruir el espíritu de compromiso con el país y con la patria.

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