En la política sinaloense, donde la lealtad a veces se confunde con silencio y la militancia con conformidad, surge una figura que impone presencia sin necesidad de estridencia: Tere Guerra Ochoa. Su tránsito constante por los pasillos del poder y su participación en la vida pública no son meros episodios, sino la construcción de un perfil sólido que hoy la coloca como la opción más vigorosa para la candidatura de Morena a la gubernatura de Sinaloa. Su nombre, ya presente en el imaginario político, combina experiencia legislativa, liderazgo feminista y proyección mediática, factores que la distinguen frente a otros aspirantes.
Guerra Ochoa ha tejido su carrera entre la política, la academia y la defensa de derechos, especialmente de las mujeres y comunidades vulnerables. Esa experiencia le otorga autoridad y conocimiento para actuar con claridad en un momento decisivo para Morena, que enfrenta la dualidad de sostener la transformación emprendida por la Cuarta Transformación y al mismo tiempo definir quién tomará el liderazgo estatal en los próximos años. En ese escenario, su figura no solo se destaca: se consolida como un referente natural para la candidatura, con la capacidad de trascender la arena legislativa y proyectar una gobernanza incluyente y firme.
Quienes la conocen coinciden en que Tere Guerra habla con convicción, sin buscar complacencias ni aplausos fáciles. Su paso por la Secretaría de las Mujeres del Estado y su actual presidencia de la Junta de Coordinación Política en el Congreso le han dado visibilidad institucional, pero también le han exigido enfrentar resistencias y retos propios de estructuras tradicionalmente masculinas. Esa combinación de firmeza, experiencia y coherencia ideológica le permite proyectarse como una candidata con autoridad, capaz de articular agendas complejas y de mantener la unidad dentro de su partido.
La diputada sinaloense entiende que la transformación que promueve Morena no se logra solo con discursos; requiere acción, compromiso y una visión crítica del poder. Por eso su voz, lúcida y mesurada, funciona como contrapeso dentro del partido, recordando que la coherencia política es tan importante como la gestión de los recursos y la atención ciudadana. En un contexto donde los equilibrios internos y las aspiraciones personales podrían generar divisiones, Tere Guerra se mantiene como un punto de referencia: firme, respetuosa con sus compañeras y con la convicción de que la izquierda debe ser también un espacio de pensamiento crítico.
Además, su perfil de liderazgo femenino agrega un valor simbólico y estratégico: Sinaloa aún no ha tenido una gobernadora, y su proyección combina capacidad ejecutiva con sensibilidad social. Su insistencia en la igualdad de género y en la justicia social no es un gesto retórico, sino parte de una práctica política consistente, que le ha permitido consolidar respaldo tanto dentro de Morena como entre los ciudadanos atentos al futuro del estado. La combinación de visibilidad mediática, trabajo legislativo y claridad en sus aspiraciones la sitúa, hoy, como la opción más vigorosa para encabezar la candidatura de Morena en 2027.
Los próximos meses definirán las reglas del juego y los equilibrios de poder, pero Guerra Ochoa ya dejó claro que su estrategia no es confrontar, sino liderar con convicción. Su capacidad de hablar con firmeza, escuchar y actuar con coherencia la convierte en la figura que podría marcar la diferencia para Morena en Sinaloa. En un escenario político en transformación, Tere Guerra no solo se proyecta como candidata; se erige como símbolo de unidad, experiencia y liderazgo, la voz que el partido necesita escuchar para mantenerse fiel a su proyecto transformador.