Victor Noir, el hombre que atrae miles de mujeres después de muerto

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La mujer que deja una flor en su estatua, lo besa en la boca y toca su miembro viril, consigue una gran vida sexual, aumenta su fertilidad o encuentra marido en menos de un año.

Empezaba el 1800 y Napoleón Bonaparte quería combatir la insalubridad de París. Su medida más radical fue sacar todos los cementerios de la ciudad y mandó construir cuatro en las afueras: Montmartre, Montparnasse, Passy y Père-Lachaise.

Este último es el que hoy nos interesa.

Las obras para su construcción empezaron en 1803 y un año después estaban terminadas. El cementerio era enorme y bellísimo, pero hubo un problema: los parisinos no querían ser enterrados fuera de la ciudad.

Recién empezó a ser apreciado cuando en 1817 fueron enterrados allí Abelardo y Eloísa, la pareja con la historia de amor tal vez más famosa de todos los tiempos en Francia. Pero eso es tema para otra nota.

Cuando los cuerpos de los amados, ocho siglos después de su muerte, fueron llevados a Père-Lachaise, todos los parisinos eligieron ser enterrados en ese lugar.

Al morir, empezaron a llegar a ese lugar los cuerpos de famosos como Molière, Honoré de Balzac, Georges Bizet, María Callas, Frédéric Chopin, Eugène Delacroix, Isadora Duncan, Édith Piaf, Marcel Proust, Oscar Wilde y Jim Morrison, el líder de The Doors.

Pero el habitante más importante de este cementerio es un hombre que se llamó Victor Noir, aunque su nombre real era Yvan Salmon.

El periodista inmolado

Victor Noir adoptó ese nombre al empezar su carrera de periodista en el diario La Marsellaise.

Un día de 1869, el editor del diario, Paschal Grousset, escribió un furibundo artículo contra Napoleón I. No era nada que pudiera levantar quejas ya que el gran Napoleón había muerto en 1821.

Pero no fue así. Uno de los que leyó la nota fue Pierre-Napoléon Bonaparte, sobrino del emperador muerto. Y se ofendió tanto que envió una carta al diario tratando al editor de cobarde y traidor.

Así decía la misiva: “Después de haber ultrajado a cada uno de los míos, me insultáis con la pluma de uno de vuestros sirvientes. Tiene que llegar mi turno. Solamente tengo una ventaja sobre los otros con mi nombre, y ésta es ser un hombre particular, ser un Bonaparte… Por eso os pregunto si vuestro tintero está asegurado por vuestro pecho… Yo vivo, no en un palacio, sino en el 59 de la calle Auteuil. Os prometo que si os presentáis vos mismo, no os dirán que me marché”.

Al día siguiente Grousset redactó una carta retando a duelo a Bonaparte. Y envió a su amigo, Víctor Noir, para ver al descendiente de Napoleón y establecer las condiciones del reto.

El príncipe recibió a Víctor y rechazó el desafío, argumentando que no se batiría con ningún plebeyo y que aceptaba un duelo con el director del periódico, Rochefort, que era marqués.

Y a continuación insultó a Víctor, que le respondió directo: un terrible cachetazo en la cara.

Pierre-Napoléon sacó un revólver de una cómoda y mató de un disparo al periodista de 22 años.

Más de 100.000 personas acudieron al funeral de Noir en el cementerio de Neuilly. Era un grito de protesta por el asesinato y la posterior absolución de Pierre Bonaparte.

La estatua adorada por las mujeres

En 1889 la tumba de Víctor Noir se trasladó al cementerio de Père-Lachaise, en París. La familia de Victor encargó al escultor Jules Dalou una estatua de bronce a tamaño natural de Víctor que resultaba una joya romántica: simulaba que Victor se había caído en la calle tras recibir el disparo traidor, dejando caer su sombrero.

Nunca se descubrió el motivo del escultor para que moldeara un enorme pene que levanta el pantalón de Víctor de manera notoria. Tal vez quiso destacar el coraje del periodista que se atrevió a enfrentar a un Bonaparte a costa de su vida.

Con el correr de los días se corrió la voz que la tumba era milagrosa…para las mujeres.

Si se colocaba una flor en su sombrero, se le daba un beso en la boca y se le tocaba el miembro viril, la mujer que lo hacía conseguía llevar una vida sexual llena de placeres, aumentaba su fertilidad o conseguía un marido en menos de un año.

Fueron tantas las mujeres que se acercaban (y se acercan) al lugar para dejar una flor en el sombrero, besar los labios y acariciar la parte más noble de la escultura que en el año 2004 se levantó una valla para que dejaran de manosear la bragueta de la estatua, que se encuentra notablemente desgastada.

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