Los dirigentes de los partidos de oposición en Sinaloa viven en otro mundo. Poco les importan los resultados electorales o la creación de un proyecto que atienda las necesidades de la población.
Lo suyo es salvar su carrera política en las primeras posiciones de los espacios de representación plurinominal y tener prerrogativas para pagar sus sueldos, al estilo de Jesús
Ortega y del finado PRD.
Así lo demuestran las dirigencias del PRI, PAN y PAS al garantizar sus presidentes las primeras posiciones en las diputaciones locales. Aunque salvar al capitán del barco hundido no es una práctica nueva, llama la atención que ante la crisis de legitimidad que tienen sus partidos se apueste por los mismos perfiles, por la misma práctica de la vieja política.
¿Qué pensarán los candidatos a diputados por el frente que hicieron campaña durante 45 días? ¿Es justo continuar con ese sistema que privilegia una lista elaborada bajo criterios poco claros por encima de los candidatos que obtuvieron más votos en sus distritos? Los militantes de a pie, los de la primera línea en el campo de batalla, no pueden ser ajenos a la reflexión.
Las derrotas de la oposición en el ámbito legislativo tienen muchas lecturas. La más evidente es que por sí solos están lejos de representar una competencia. Ni con las limitaciones de la política de alianzas de morena lograron ganar distritos urbanos, que eran los que mayores expectativas generaron por tener un nivel de participación por encima del promedio.
En cambio, los triunfos en los ayuntamientos tienen un sabor amargo si se revisan con detenimiento. Más que la superficialidad de la hipótesis del voto cruzado, la política de alianzas del candidato a vencer fue insuficiente.
Si morena y el partido verde, por ejemplo, hubieran concretado una candidatura común en Navolato, otra historia se escribiera en el municipio cañero, que por cierto el candidato a diputado local por morena obtuvo mayor votación que la candidata a alcaldesa.
Las alianzas de Acción Nacional con el extinto Partido de la Revolución Democrática no son nuevas. Tampoco comenzaron con la llegada de morena al poder político. Vienen de tiempo atrás, de los años del pri hegemónico. En algunos casos significaron victorias en contiendas apretadas, pero en el México de hoy están muy lejos de esa posibilidad.
Dice un antiguo refrán mexicano que el que con coyotes anda, a aullar se enseña. Si algo tienen que aprenderle los dirigentes de los partidos políticos de oposición a Jesús Ortega es no repetir las prácticas que echaron a perder al que fuera el partido de izquierda más grande de México.