Alejandro Escobar es un notable personaje del fotoperiodismo sinaloense que nació el 15 de febrero de 1957 en Culiacán en la humilde cuna de Benita Escobar Hernández, una guerrera trabajadora que crió sola a cuatro hijos, dos mujeres y dos varones, incluido este morro extraordinario que se enamoró de la magia de la fotografía para convertirse en un maestro de la lente.
El tránsito por la vida de su madre y sus hermanos ya terminó. Solo queda él, remontándose a los recuerdos de su infancia.
SU ENCUENTRO CON LA FOTOGRAFÍA
El morro creció en una pequeña casa ubicada en la esquina de la avenida Ramón Corona y calle Gral. Ángel Flores. Se formó en el hogar de una mujer que se dedicó al comercio y el trabajo duro para sacar adelante a su familia. En esa casa vivió el morro hasta cumplir su mayoría de edad. Su madre fue su guía y se mantiene como su luz desde otra dimensión.
De niño jugando en una calle del centro de la ciudad conoció a los seis hijos pequeños del fotógrafo Hipólito Rodríguez, incidente que hizo virar el destino de su existencia de forma inesperada y lo convirtió con el tiempo en uno de los fotógrafos más reconocidos de Sinaloa.
Su vecino era propietario del estudio fotográfico “Foto estudio Lux”, ubicado en la esquina de la calle Miguel Hidalgo y avenida Jesús G. Andrade. En ese tiempo proliferaban los estudios fotográficos de cámaras fijas que registraban las imágenes de la sociedad culiacanense y casi enfrente, en dos domicilios distintos durante su evolución, existió también el Foto Estudio Alcaraz.
Todos los días jugaba con los hijos de Hipólito en su laboratorio. Hipólito, motivado por la curiosidad del morro de diez años de edad, puso en sus manos una cámara de película de 35 milímetros y le dio sus primeras lecciones de fotografía enseñándole en su estudio los secretos de la fotografía de rollo y el revelado con químicos en el cuarto oscuro, lo que despertó una pasión.
A los catorce años llegó a trabajar como ayudante en el laboratorio de ese estudio fotográfico. Este hecho influyó decisivamente en la historia de su vida y marcó el inicio de su carrera fotográfica.
SU INICIO EN EL PERIÓDICO NOROESTE
Cuando se enteró de que abriría las puertas un nuevo periódico frente a su casa decidió presentar una solicitud de trabajo como fotógrafo.
Había tratado de llevar el curso para formar cronistas deportivos que impartió Antonio Pineda Gutiérrez “Toñico” en El Sol de Sinaloa, pero llegó tarde.
Estaba por culminar la secundaria con estudios de contaduría y a sus quince años era un niño de baja estatura y frondoso cabello afro rizado cuando tocó el portón de madera del periódico Noroeste en 1973.
Martín Silva Lozano, hermano del director fundador Silvino Silva Lozano, fue quien abrió la puerta del periódico ubicada por la calle Ángel Flores en el número 282 al oriente. Todavía no se inauguraba el periódico.
Alejandro era uno de los chamacos que acudieron a buscar trabajo. Sus bucles quedaron bajo la cachucha que se acomodó cuando Martín lo puso a barrer.
– Morro, ahí está esa escoba- le dijo y se convirtió en uno de los fundadores de Noroeste de esa manera. Junto a otros jóvenes limpió la planta baja desde la entrada hasta el fondo. La fundación del periódico Noroeste fue el 8 de septiembre de ese mismo año.
Alejandro Escobar hizo de todo, papeleos administrativos, registros de los trabajadores en el Seguro Social e incluso vendió periódicos. Como era el más chavo ahí se le quedó para siempre el mote de “El Morro”.
Con el tiempo fue integrándose con el personal de todas las áreas, desde los talleres, fotografía, fotomecánica y al tecleo de las antiguas máquinas de escribir en la redacción, logrando conseguir su objetivo de ser periodista gráfico de Noroeste en una época donde todo era laborioso y artesanal.
Incluso le tocó hacer las placas para imprimir las planas de los periódicos puesto que en aquella época no había diseñadores, sino que las páginas se armaban por formadores con ungüento y tijera, a las que se les tomaba una fotografía que se convertía en una placa que luego pasaba a talleres para su impresión.
Alejandro vivió el desarrollo de la tecnología desde esos tiempos cuando las fotografías de las agencias internacionales llegaban mediante un sistema de radio que implicaba un proceso de captura a través de códigos y el posterior revelado.
En sus inicios, el periódico Noroeste no tenía sistemas como el teletipo para recibir información, solo lo tenían instituciones como la CAADES a la que daba vueltas Alejandro hasta la madrugada para traer las noticias al matutino. Luego apareció el fax e inclusive las páginas del periódico evolucionaron del blanco y negro al color.
“Cuando fui a Noroeste a solicitar trabajo como fotógrafo hace 50 años podía manejar una cámara, pero no estaba preparado para ser un foto reportero”, confesó.
“Si el fotoperiodista tiene un hecho a la vista en la calle, debe sacar la cámara y dejar a un lado todo. Me ha tocado ir con la familia y al encontrar un hecho tengo que registrarlo con mi cámara. Posiblemente me esperen una o varias horas en el carro, mientras me bajo a realizar la cobertura”, confesó.
“El periodismo y el fotoperiodismo –señaló- se traen en la sangre como cualquier otra profesión y por eso cuando uno sale en la mañana de su casa a realizar coberturas, a veces tienes chance de regresar a comer y otras veces te pasas 24 horas dentro del periódico. Me ha tocado vivirlo y los compañeros periodistas saben que esto es así”.
“Quizás pensaba –confesó- que iba a estar un año en el periódico, pero se fueron abriendo más puertas que generaron que no dejara el periodismo. Al paso de los años fueron muchas puertas que me abrían más puertas y más fuertes”.
“El periodismo –afirmó- te absorbe, te atrae, y pasa el tiempo y no lo sientes porque estás inmerso en andar trabajando. La noticia se vuelve cíclica y cada año se presentan los mismos problemas. De repente te das cuenta que pasaron cincuenta años y el periodismo se te metió en la sangre”.
SU FORMACIÓN ACADÉMICA
Ya trabajando en el periódico Noroeste estudió la preparatoria. Después de terminar su escolarización básica decidió seguir la carrera de ingeniero civil por imitación puesto que casi todos sus compañeros preparatorianos escogieron esa carrera.
Sin embargo, simultáneamente estudió la carrera de técnico en Ciencias de la Comunicación acudiendo a clases de seis a diez de la noche, graduándose en 1982 en la Escuela de Comunicación Social de María Teresa Zazueta y Zazueta, la inolvidable “Techa”. Con los años también sería maestro en esta institución.
Ahí conoció a Xóchitl Sosa Vega, quien estudiaba la misma carrera. Se enamoraron y se casaron. Después ella sería empleada bancaria y él seguiría en el periodismo gráfico.
A lo largo de su vida el morro procreó dos hijas y dos hijos: Bárbara, Nuria, Alejandro y Miguel. Todos profesionistas en los campos de la administración, la ingeniería industrial, la arquitectura y ¡la fotografía!
Su familia sabe lo que es tener un esposo y un papá fotoperiodista.
Desde que entendió el valor de la fotografía periodística al eternizar con su lente los acontecimientos más relevantes de dos siglos decidió olvidarse de la ingeniería civil, además porque las clases eran de día e interferían con su trabajo.
Su obra reúne la historia de Sinaloa de finales del siglo XX y principios del siglo XXI. Luego de su llegada a Noroeste en 1973, durante los cincuenta años siguientes de su vida se convirtió en un fotógrafo completo.
De 1973 a 2024, a diferencia de los demás fotógrafos, ha guardado la esencia de los acontecimientos que ha presenciado gracias a su composición fotográfica que no solo retrata a las personas sino el entorno, la luz y el instante, un principio sublime que caracteriza su carrera.
Se convirtió también en un estudioso de la fotografía y posteriormente en docente. A la par del trabajo periodístico, en el que alcanzó a ser coordinador de fotografía en el matutino, en 1984 sus maestros y compañeros del periódico Noroeste, fotógrafos de la época de los setentas, Sergio Inzunza Norzagaray y Fausto García Mascareño lo invitaron a dar clases de fotografía en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Autónoma de Sinaloa, convirtiéndose en maestro de varias generaciones de fotógrafos, comunicadores y periodistas.
Sus contemporáneos en el periodismo gráfico en sus inicios fueron Rafael Sánchez, Leo Espinoza, Gilberto Cepeda, Jesús Bustamante, Jorge “Güero” Bojórquez, Felipe Millán, Octavio Márquez, Moisés Juárez y Nacho Carmona, entre otros. “De todos aprendí mucho”, comenta con humildad.
Como periodistas trabajaban en ese tiempo Ramiro Guerrero, Mario Montijo, Heberto Sinagawa, Minor Sinagawa, Ramiro Guerrero, Martin Mendoza, Esteban Zamora, María Teresa Zazueta, Gilberto Ceceña, Javier Cabrera, Martha Araujo, Martha Elisa Leal, Margot Leal, Chayito Valenzuela y Antonio Quevedo, entre muchos más.
“Los socios de la Asociación de Periodistas de Sinaloa (APS) impartíamos talleres en las áreas que estábamos enfocados. Yo combiné el periodismo con la docencia y llegué a impartir cursos de fotografía en las instalaciones de la APS por la calle Antonio Rosales”, recordó.
Hay que destacar que también ha dado clases en la Univer y la hoy Universidad Autónoma de Occidente, entre otras instituciones académicas.
En 2009 se graduó como Licenciado en Periodismo por la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS).
UNA VIDA EN EL FOTOPERIODISMO
Alejandro Escobar es un fotoperiodista que trabaja en primera línea asumiendo el riesgo de documentar los hechos en un estado como Sinaloa que sufre de una violencia histórica y un entorno cultural amenazante.
Incluso ha quedado atrapado en agresivas manifestaciones y enfrentamientos entre policías y delincuentes.
“Todos los periodistas gráficos nos formamos como fotógrafos y buscamos lo oculto de la noticia para ofrecerlo en una imagen. El fotógrafo no actúa como el periodista gráfico. Un fotógrafo puede lograr fotos de calidad con buena resolución, pero le falta ese ojo periodístico que solo tiene el reportero gráfico”, señaló.
“El fotógrafo capta la imagen –explicó-, pero no tiene la fuerza ni puede ver el fondo ni tiene los criterios que visualiza el ojo del reportero gráfico. Al pasar los años la imagen de un reportero gráfico nos recuerda un hecho que trasciende en el tiempo. Todas las fotografías cobran vida con el tiempo, pero esas imágenes que capturan la historia de los acontecimientos solo nos la da el reportero gráfico”.
De 1973 a la fecha le tocó fotografiar a los gobernadores Alfredo Valdés Montoya, Alfonso Genaro Calderón Velarde, Antonio Toledo Corro, Francisco Labastida Ochoa, Renato Vega Alvarado, Juan S. Millán, Jesús Aguilar Padilla, Mario López Valdez, Quirino Ordaz Coppel y Rubén Rocha Moya.
Ha cubierto eventos internacionales dentro y fuera de México.
Recuerda con emoción como algo especial la cobertura de las dos primeras visitas (1979 y 1990) del carismático Papa Juan Pablo II a México, personaje que le tocó conocer de cerca.
“Los reporteros estábamos en un área cerca de él, el Papa pasaba a unos metros. Podíamos estar abajo de la ventana donde dormía y no había ningún problema. Había libertad para trabajar con él”, recordó.
El 24 de mayo de 1993 su cámara cubrió el levantamiento de periciales en el aeropuerto “Miguel Hidalgo” de la ciudad de Guadalajara, Jalisco, llegando unas horas después de que fue acribillado el Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo y, junto con él, su chofer y cinco personas más.
Pudo fotografiar un procedimiento especialmente trágico y trascendente puesto que fue resultado de un enfrentamiento entre narcotraficantes pertenecientes a diversos cárteles, donde por una confusión de vehículos: el que ocupaba el cardenal ese día y el que usaba Joaquín Guzmán Loera, alias “El Chapo” Guzmán, a quien se pretendía matar. También acudió a fotografiar el funeral del Cardenal Posadas.
La lente de Alejandro Escobar captó también el surgimiento de las primeras campañas políticas de la oposición al PRI a nivel nacional, entonces partido hegemónico que gobernaba con poder absoluto. Su lente cubrió hechos nacionales que marcaron la diferencia de lo que ahora es el país.
Alejandro Escobar estuvo cámara en mano en los primeros estados de la república donde se comenzaron a dar los primeros cambios significativos y capturó las elecciones. Todavía eran los tiempos de la hegemonía del PRI.
En cada clic fue retratando la forma en que la gente fue cambiando a la hora de decidir un voto en la búsqueda de algo diferente y llegaron otros partidos a los cargos de elección popular.
EL PERIODISMO EN LA SANGRE
Ha recibido innumerables reconocimientos de fotoperiodismo como el otorgado por el Senado de la República por trayectoria, también por asociaciones civiles y clubes de Culiacán, el Premio Estatal de Periodismo en 1975 y luego “El Payo del Rosario” que otorgaba la UAS, el cual se lo entregó el rector Rubén Rocha Moya, hoy gobernador.
Obtuvo el primer lugar en el Concurso fotográfico La lucha contra el narcotráfico, que organizó Difocur. Distinción de enorme mérito porque ser fotógrafo en un estado estigmatizado por la violencia y el narcotráfico no es cosa fácil, ya que el riesgo es real, aun cuando todo parezca normal.
Fotografiar la lucha contra el narcotráfico de 1973 a la fecha lo marcó. Al captar los hechos de violencia le entraba la adrenalina en la sangre y se removían emociones que quedaban plasmadas en sus imágenes. Sin embargo, en este Sinaloa el riesgo periodístico siempre va implícito aun en lo que parece banal.
“Muchas veces no te ven con buenos ojos por estar tomando fotografías y me ha tocado sufrir amenazas. Me han apuntado con armas y me han querido golpear en infinidad de ocasiones. He tenido que correr. Uno aprende a medir los riesgos y sabes cuando no ponerte bajo las patas de los caballos en una cobertura”, expuso.
“Sin embargo –advirtió sobre las reglas no escritas-, a veces una situación tan simple como un evento de sociales, en una iglesia, una casa o un centro de eventos, se convierte en un peligro real cuando alguien no quiere ser fotografiado. Me ha sucedido y a veces junto con el reclamo vienen cosas más pesadas”.
La Asociación de Periodistas y Comunicadores 7 de junio, de la cual es socio fundador, honró su trayectoria en 2013.
Sin embargo, sostiene que su mayor reconocimiento es el de los lectores cuando comentan sus fotografías.
“El mayor reconocimiento que tengo es el de los lectores del periódico Noroeste que a diario ven mis gráficas y de quienes me reconocen y me dicen: ¿Tú tomaste está fotografía? Ese es el reconocimiento más grande que tiene uno. Quienes nos sostienen son los lectores que leen el periódico o una página digital en la actualidad. El estímulo más grande lo tengo cuando los lectores ven el crédito de una fotografía y reconocen mi trabajo”, aseveró.
A estos reconocimientos se suma el homenaje que le rendirá el Congreso del Estado de Sinaloa por cumplir medio siglo de atrapar la historia de Sinaloa con su lente.
Se le reconocerá su trayectoria profesional con la exposición de una selección de su trabajo periodístico, misma que será inaugurada en el Corredor Cultural “Dámaso Murúa Beltrán” este jueves 6 de junio de 2024, a partir de las 9:00 horas, en el marco del Día de la Libertad de Expresión en México.
Alejandro ha capturado a través de millones de clics la crónica visual de toda una época a través de sus ojos con sensibilidad, valentía y pericia en el manejo de la cámara, su herramienta de trabajo, aún en los escenarios más adversos y riesgosos.
Alejandro Escobar es un hombre de una calidad humana extraordinaria, capaz, virtuoso, impetuoso y tenaz, siempre atento, un ejemplo por su compromiso social, pasión y amor a una profesión a la que le ha dedicado su vida entera, enalteciéndola con un afán honesto de búsqueda de información gráfica en la que ha transitado, del análogo cuarto oscuro, las cámaras de rollo y las fotos impresas a la era de los equipos digitales y el internet.
“Fuera de los tres poderes del Estado, se hablaba de un Cuarto Poder como algo que tenía fuerza y se hablaba de que la identificación de periodista era una “charola” que habría cualquier puerta, la realidad es que nunca ha sido así, pero a la función del periodismo se le tenía respeto y aprecio al reportero que escribía o al que tomaba una fotografía, eso desgraciadamente ha cambiado”, lamentó.
“Hoy –reflexionó-, por la tecnología y los cambios sociales, la sociedad ya no es la misma. Antes las ciudades eran chicas y se conocía a todo el mundo. Las ciudades crecen, las nuevas tecnologías y la manera de acceder a la información. Antes recibía la información el receptor, hoy el receptor se vuelve también emisor. Ahora todo mundo se cree periodista y fotógrafo porque cualquiera puede tomar una fotografía con un dispositivo, pero hay una diferencia clara con un profesional”.
Señaló que las nuevas tecnologías han hecho que mucha gente se empiece a relacionar con la cuestión periodística, si bien antes muchos de los periodistas eran empíricos, sí tenían una preparación amplia, sobre todo en las letras y en la redacción. Nunca un ciudadano sin formación periodística podrá realizar igual el trabajo de un periodista profesional.
Alejandro consideró para concluir que, aunque hemos pasado de lo análogo a lo digital, el fotógrafo de prensa sigue trabajando bajo el mismo esquema de hace 50 años. Quizás se le ha facilitado hacer el trabajo por la tecnología porque antes tenía que revelar e imprimir sus imágenes, y hoy cualquier persona puede captar un hecho, pero el reportero gráfico llega con un conocimiento y al tomar la fotografía piensa en lo que le puede interesar al lector de un periódico o al usuario de un sistema digital, en síntesis: piensa como fotoperiodista.