¿No te da miedo? Es la pregunta obligada que me hacen cuando digo que me dedico al periodismo y que soy de Sinaloa.
Y es que no es para menos el vivir en un estado estigmatizado por la violencia y en un país que se encuentra entre los tres países más peligrosos para ejercer el periodismo durante los últimos 20 años, de acuerdo con el “Balance de periodistas encarcelados, asesinados, secuestrados y desaparecidos” publicado por Reporteros Sin Fronteras.
En México, el periodismo sirve como arma política de todos aquellos que están en el poder. Y como todos lo sabemos, a parte de corromper, el poder se consigue a través de batallas en las que los medios de comunicación son el arma más letal.
Los asesinatos son solamente la punta del iceberg cuando quien está en el poder se siente amenazado por tu pluma. Debajo, existe una diversidad de agresiones que van desde amenazas y difamación, pasando por arrestos arbitrarios, hasta palizas, secuestros y torturas.
Por otra parte, creo que quienes ejercemos el periodismo somos adictos a la adrenalina que sentimos cuando tenemos información novedosa. La información se convierte en una adicción para la cual cada vez necesitamos dosis más fuertes; una adicción que nos orilla a trabajar bajo presión y a la vez amar esa sensación de placer al ver publicado nuestro trabajo.
Así que cuando me preguntan si tengo miedo, la respuesta es no, no siento miedo por hacer algo que me apasiona.
“Salúdame a Luis Enrique”, 11 años de Fuentes Fidedignas
“Salúdame a Luis Enrique”, era el mensaje que siempre me daban a entregar cuando iba a un evento o conferencia de prensa y sabían que trabajaba en Fuentes Fidedignas. Los actores políticos hablaban de él con cierto respeto y era casi religioso que le enviaran un saludo.
En el 2015 llegué más por casualidad que por causalidad a trabajar en medios, a pesar de haber estudiado Ciencias de la Comunicación, no tenía experiencia y en ese momento no estaba buscando trabajar en un diario, pero se presentó la oportunidad y la tomé. Al llegar a FF, no estaba al día con la vida política de mi estado y penosamente no conocía a Luis Enrique ni su historia.
Con el tiempo, fui descubriendo quién era mi jefe, me sentía mal por no saber desde un principio quién era el gran periodista que me dio la oportunidad de trabajar en su periódico, del cual formo parte desde hace siete años.
Siempre fue muy hermético, a veces sentí que le daba vergüenza de hablar conmigo, como si fuera un niño. Al igual que Luis tuve mi altibajos, pero en el fondo siento que él me entendía perfectamente, que sabía por lo que estaba pasando cuando mi trabajo no era tan bueno y nunca me sentí juzgada por él. Ambos éramos seres nocturnos, sensibles, con encanto por las luchas sociales y la verdad.
A lo largo de estos años, he sido testigo de buenos y malos momentos del periódico que con tanto esfuerzo fundó Luis. No hay lugar a dudas que su muerte nos sorprendió y dolió, no hay mayor deseo que continuar su legado, de mantener a flote el barco que él creó y recordarlo siempre como el talentoso comunicador que fue.
Al cumplirse 11 años de este proyecto, no estoy más que agradecida por formar parte de él y la oportunidad de compartir mis pensamientos en sus páginas. Porque al escribir me descubro, porque con las palabras puedo mostrarme al mundo sin máscaras, porque las letras me liberan.