Fetiches Nacionales

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Por: Juan B. Ordorica (@juanordorica)

 Septiembre es el mes de la Patria. La mexicanidad encuentra su pináculo durante este mes. Caras pintadas, banderitas en los autos, peluches tricolores, pozoles en las plazas y fuegos artificiales inundan las calles de todas las ciudades en México. Al grito de ¡Viva México, Cabrones! Sacamos del fondo de nuestro ser al patriota que vive en nosotros; sin embargo, es muy difícil para nuestra sociedad definir nuestro nacionalismo sin recurrir a fetiches o clichés. 

Octavio Paz, al igual que otros grandes escritores mexicanos, intentó definir la identidad del nacional en su galardonado ensayo El Laberinto de la Soledad. El premio Nobel de Literatura mexicano se alejó de los cánones de las tradiciones para explicar la verdadera esencia de nuestro nacionalismo y forma de entender nuestra herencia. Se acercó bastante. Es, a mi gusto, uno de los retratos más fieles de nuestra identidad.

Por otro lado, el gobierno post revolucionario construyó nuestro nacionalismo con base a fetiches históricos. Verdad de Perogrullo decir que el bronce de nuestra historia es propaganda. Cientos de historiadores se han encargado de desmitificar a nuestras figuras y procesos históricos; aun así, eso no es motivo para dejar de admirar las gestas heroicas de nuestros antepasados. No debe de ser motivo de debate la admiración personal por determinado personaje del panteón nacional. Es válido identificarse con mujeres, hombres o causas con las cuales simpatizamos e, incluso, no debería ser mal visto romantizar la vida de nuestros héroes.

Sin embargo, es reprobable la forma en que algunos movimientos políticos del pasado (PRI) y del presente (MORENA) intentan cuestionar la mexicanidad de quien ni piensa como ellos. Por alguna extraña razón convirtieron a sub productos de la naturaleza en culto a la patria. A los barriles de petróleo los elevaron al rango supremo de símbolo de culto nacional, lo mismo con los postes de luz eléctrica. Los políticos convirtieron sus fetiches por el chapopote y los diablitos en una religión que castiga con el fuego eterno de traición a la Patria a quien no considere esos elementos como la Patria encarnada.

Ni el chapopote ni los cables de luz eléctrica son la Patria. Nunca lo fueron y nunca lo serán. La Patria es individual, al menos en su motivación y colectiva en los esfuerzos. Cada mexicano decide cómo vivir su nacionalismo. Cada mexicano entiende de manera diferente que es lo mejor para él, su familia y comunidad. Buscar condenar a otros por no defender lo mismo que uno es propio de mentes obtusas y fanáticas.

 A últimas fechas, los guardianes de la pureza nacionalista nos quieren convencer que estar en contra de la Guardia Nacional en manos de militares es traición a la Patria. Tienen una retorcida concepción de las traiciones a la Patria. Por un lado, los promotores de más militares en las calles eran los mismos que hace unos años organizaban marchas exigiendo el retorno de las fuerzas armadas a sus cuárteles y viceversa. Los que antes confiaban en los militares para a seguridad hoy se oponen férreamente. Tal parece que la traición a la Patria es negocio de hipócritas; controlado por hipócritas y administrados por desvergonzados … o por políticos que es la misma.

Por último, la fijación quasi religiosa de muchos mexicanos es su adoración por el pasado. Desde luego que es importante conocer y reconocer nuestros orígenes. Miles de mujeres y hombres nos heredaron su esfuerzo por el cual hoy tenemos una Nación; sin embargo, perdemos mucho tiempo en las nostalgias ajenas. Nuestras figuras históricas fueron mujeres y hombres de sus tiempos. Como personas de sus tiempos se les tiene que dejar ahí. Por más que admiremos a nuestros abuelos, pocos quieren replicar la vida de ellos. Preferimos construir nuestro propio destino. Nuestro pasado no tiene por qué definir nuestro futuro; desperdiciar el presente para revivir lo que ya fue es un crimen.

Idolatrar a mujeres y hombres como entes carentes de miserias no es sano. Es válido que todos los países tengan sus mitos, pero solo los países que quieren construir un mejor futuro entienden que los mitos son historias para contar; no gestas que revivir.

Festejemos nuestra identidad nacional y mexicanidad como mejor nos plazca. Podemos comer pozole, tortas Tamales, Hot Dogs o hamburguesas. Escuchemos Mariachi, Banda, Rock, Reguetón o Bachata sin miedo a la crítica insana de los puristas. Adoremos a la Virgen, Buda, Mahoma o a la Santa Muerte. Seamos mexicanos y respetemos a otros mexicanos. ¡Viva México!, pero que Viva México sin fetiches. Viva México sin cazadores nacionalistas. Viva México para todos los que quieran vivir en paz.

¿Usted qué opina, amable lector? ¿Le gustan los fetiches de la mexicanidad o prefiere su propia versión de Patria? 

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