El informe de Sísifo

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Por: Juan B. Ordorica (@juanordorica)

La mayoría conoce el castigo y mito de Sísifo: El mortal que estaba destinado a cargar una roca por la ladera de una montaña hasta su cúspide, pero la roca regresaba rodando una vez alcanzada la cima para tener que regresar de nuevo a iniciar con la tarea y así por el resto de la eternidad.

Mucho se ha escrito sobre las penurias del defenestrado rey de Éfira. El filósofo y escritor francés, Alberto Camus, dedicó un ensayo completo llamado El mito de Sísifo para intentar explicar los paralelismos del castigo del mortal con el destino de la humanidad: de manera inequívoca, la humanidad está destinada a iniciar una y otra vez su camino a la cúspide, solo para regresar al inicio de su camino.

Sin embargo, pocos se han ocupado de explicar por qué Sísifo terminó recluido en el lugar más recóndito del Hades (infierno) cumpliendo aquel inusual castigo. Nuestro personaje fue un político con el encargo de administrar su ciudad (Éfira) bajo el designio de ser rey. Se consideraba a sí mismo como el hombre más inteligente de toda Grecia (si no que de todo el mundo). Era un rey que no gobernaba siguiendo las tradiciones que dictaban las buenas maneras del mundo helenístico. Hacía lo que le daba la gana. Lo mismo insultaba a sus familiares, amigos o enemigos. 

Gobernaba sin temor alguno a las consecuencias. Llegó a considerarse un dios.  Tomando de paralelismo la vida de Sísifo con la realidad mexicano podemos imaginar dos cosas: La primera es una visión colectiva de los mexicanos. Al igual que el rey de Éfira, los mexicanos parecemos destinados a cargar con nuestras penurias en la espalda. Cuando parece que vamos alcanzar la cúspide de la montaña que nos libere de alguna manera tropezamos y la piedra vuelve al hoyo.

La segunda similitud que podemos tomar es más personal. Nuestro presidente es un Sísifo primigenio. Todavía no ha llegado al castigo, pero está construyendo su camino al Tártaro. López Obrador presume ser un político astuto. No le importa insultar a propios y extraños porque se sabe impune. Las consecuencias no aplican para él. Sísifo y AMLO utilizaron el engaño para gobernar. Mienten cuando tienen que hacerlo y chantajean para conseguir sus fines. El primero carga una piedra; el segundo cargará el peso del destino derrotado. 

Retomando los andares de nuestro rey griego (el de Éfira; no el de Macuspana). Fueron muchas las acciones que lo llevaron a su tragedia. La gota que derramó el vaso fue la de engañar a la muerte. Tanatos, el encargado de administrar a la muerte, fue enviado a recoger a Sísifo. Era demasiado su desprecio por sus gobernados y por los dioses. Tenía que ser removido de la tierra y llevado al infierno. Sísifo acompañó a la muerte; sin embargo, se las ingenió para engañarlo y dejarlo preso en el infierno (ocupando el lugar que le correspondía al mortal). El rey libró al mundo de la muerte.

De regreso en su reino pudo observar que la muerte no existía. Eso parecía un regalo para su pueblo. Al principio estaban agradecidos, pero el tiempo mostró que la inmortalidad era un error. Catástrofes económicas y sociales estallaron por todo el reino. La gente maldecía al rey, pero este aseguraba que solo era un periodo de adaptación. Todo continuó empeorando.

En México, López Obrador comenzó a engañar al país diciendo que la corrupción ya no existía, la violencia llegaba a su fin, el sistema de salud era nórdico, la pobreza estaba por desaparecer y todo sería bonanza durante su reinado- presidencia.  El pueblo lo creyó y disfrutó. Hoy la realidad demuestra que engañar es fácil, cumplir es difícil.

López Obrador tuvo su informe. Las mentiras abundaron. Desde luego que hay algunas cosas buenas que informar. Sísifo también informaba cosas buenas a su pueblo que después se convirtieron en desgracias. Los resultados de este gobierno pueden tener ese destino.

Sísifo terminó en el infierno. Creyó saber más que todos los hombres. Fue un engatusador hasta que todos se cansaron de él. Al final, el engañado fue él mismo. Su castigo fue impuesto a petición propia creyendo que volvería a engañar a los dioses. No fue así. Todavía sigue cargando su piedra.

La historia juzgará a López Obrador. Mentir tiene un límite. La gente acepta ser engañada hasta ciertos límites.  El presidente sigue empujando esos límites. Debería tener cuidado. Tal vez termine empujando la piedra por la eternidad en el retiro de su rancho.

¿Usted qué opina, amable lector? ¿Quién tendrá mejor destino: Sísifo o López Obrador?

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