En Fuentes Fidedignas, nos hemos dado a la tarea de hacer una recopilación de entrevistas, escritos y columnas de nuestro director Luis Enrique Ramírez. En esta ocasión, estamos compartiendo con ustedes, queridos lectores, el inicio del libro La ingobernable: Encuentros y desencuentros con Elena Garro, publicado en el año 2000 por Hoja Casa Editorial (Raya en el Agua).
Crítica
Como suele ocurrir con los escritores mexicanos, la revaloración de la obra de Elena Garro partió no de aquí sino del extranjero, principalmente Estados Unidos, donde el interés en su obra a nivel académico resulta notable. Especialistas en letras hispanoamericanas de las distintas universidades estadounidenses han realizado numerosas tesis en torno a los enigmas literarios de la Garro. Del libro Sin imágenes falsas, sin falsos espejos. Narradoras mexicanas del siglo XX, editado por El Colegio de México, se recogen dos ejemplos:
En su ensayo “Testimonios sobre Mariana: representación y la otra mujer”, Rebeca Biron, de la Universidad de Iowa, apunta que el feminismo en esta novela “es reconocible en la intersección de su lucha dentro de, por y contra la representación. La novela se teje a través del problema de la acción social de la mujer y las subjetividades desconstruidas (…)”.
Por otra parte en el ensayo “Entre el poder y la gloria: disyuntiva de la identidad femenina en Los recuerdos del porvenir, Martha Gallo, de la Universidad de California, observa que “Hace treinta años, una novela escrita por una mujer puede proponer, y componer, en reflejos especulares, las complejas relaciones entre amor y poder que se presentan correlativamente en el hombre y en la mujer. Se podría decir que en Los recuerdos del porvenir las imágenes de espejos, y sus reflejos espectaculares escriben, como en idiogramas, esta historia de la identidad”.
El interés en Elena Garro ya alcanza a países europeos, al menos en el terreno académico, y es así que Ana Bundgard, de la Arthus Universitet de Dinamarca escribe en el ensayo “La semiótica de la culpa”, incluido también en el libro antes citado:
“Elena Garro es una singularidad en el panorama literario mexicano, la transgresora por excelencia, subversiva en la práctica vital y en la literaria. Garro es vanguardista y experimental, domina todas las técnicas narrativas y géneros, se inscribe en una tradición dada y rompe con las convenciones establecidas mediante un gesto irónico que en ocasiones raya con lo grotesco o esperpéntico. Lo experimental se manifiesta en todos los niveles del texto, pero es sobre todo en el nivel de enunciación donde los principios de su poética se imponen por originales; el perspectivismo, la ironía, la ambigüedad, son algunos de los recursos que utiliza la autora con miras a la elaboración de un contra-discurso polifónico de fuerte potencial crítico y analítico”.
En México, la muralla de olvido y ninguneo que padeció la escritora es derribada paulatinamente y una de las más claras muestras de ello es la parte que le dedican Christopher Domínguez Michael y José Luis Martínez – dos de los críticos más allegados a Octavio Paz – en su libro La literatura mexicana del siglo XX (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1995):
“Es posible que la obra más poderosa de las obras escritas por un autor nacido en los años veinte sea la de Elena Garro. Los recuerdos del porvenir (…) es otra evocación de la infancia, pero la intensidad de su prosa y los poderes de su imaginación – impulsada por un erotismo tan sutil como cruel –, hacen de esta novela otra crítica violenta y mordaz de la Revolución mexicana. Pero para Elena Garro no es la Historia sino el mal, el escenario donde recurren sus cuentos y novelas.
“Tras varios años de silencio, Elena Garro reaparece con libros que renuevan su fuerza pero cambian la dirección de su prosa. Andamos huyendo Lola (Joaquín Mortíz, 1980), Testimonios sobre Mariana (Grijalbo, 1981) y Reencuentro de personajes (Grijalbo, 1982) son textos de difícil clasificación, que revelan un autor obstinado por la persecución existencial y el delirio paranoide, a un grado que sobrecoge como pocas veces se había leído en la literatura mexicana del siglo (…)”.
Si ya en 1976, en su antología Cuentistas mexicanas siglo XX Aurora Ocampo destacaba en la obra de Elena Garro “su hondo sentido de originalidad dramática y sensibilidad poética” y afirmaba que “sus relatos viven y palpitan envueltos en una suave ternura”, han sido las plumas femeninas de la crítica las que, con mayor tino, han sabido descifrar las claves de la literatura de la Garro.
Afirma Sara Sefchovich en Mujeres en espejo. Narradoras latinoamericanas siglo XX (Folios ediciones, 1983):
“El mundo mitológico, onírico (o mejor: fantasmagórico) y mexicanísimo de Elena Garro la convierte en la mejor escritora mexicana. Su novela Los recuerdos del porvenir es la gran obra de la letra cristera en México, una visión del país y de su gente a partir del universo familiar y provinciano. Pero Garro no sólo mira a la revolución mexicana sino que también recupera los mitos y las tradiciones de este país y los combina con la vida de hoy. En sus relatos cortos despliega un lenguaje rico y pulido que sorprende para expresar las vivencias, los miedos y las fantasías de una niña y de una mujer”.
Una de las críticas que con mayor exactitud han analizado a Elena Garro y a su obra en Martha Robles en La sombra fugitiva. Escritoras en la cultura nacional (UNAM, 1986). Denomina a la Garro “la más controvertida de las escritoras mexicanas contemporáneas” y observa que “La expresión poética de Elena no establece fronteras entre vigilia y sueño: lo real, la pesadilla, subsiste en territorio fantástico”. Afirma:
“Como autora de memorias, Elena ha creado fragmentos de novelas. Cuanto más alejada – respecto de sus temas – ha estado de su experiencia matrimonial e inmediata, más literarios sus logros y de notoria calidad artística. Tal distancia fantástica es la de sus primeros títulos. A partir de 1968 se advierte una gran fisura, como si se tratara de dos Elenas, de dos voluntades dispersas y coincidentes con su extraña teoría de la faz y envés de la vida. El anverso ha sido la honda cala en su propio laberinto; sobre las tramas ha dejado una vorágine: verdadera tormenta de palabras; encuentro de pasiones y constante sobreposición de aspectos de la realidad, padecidos desde la orilla de su propia biografía. La historia del país se funde, también, al desfile de fragmentos entre reales e imaginarios que ha explorado en su vida y en su obra. Lo más controvertido en nuestro medio ha sido su participación en el movimiento estudiantil del 68 mexicano: verdadera fiesta de confusión y trueque de actos y de voces. El resultado podría agregarse a las múltiples versiones que de un suceso se expone en Rashomon. El hecho, sea cual fuere su trasfondo, marcó en su obra un tono diferente. De allí procede la Elena doliente que cubre de páginas el océano que la aparta de su tierra y que divide, como los continentes geográficos, una voluntad expresiva, de otra, más radical, para abandonar en el fuego de recuerdos reinventados”.