En Fuentes Fidedignas, nos hemos dado a la tarea de hacer una recopilación de entrevistas, escritos y columnas de nuestro director Luis Enrique Ramírez. En esta ocasión, estamos compartiendo con ustedes, queridos lectores, el inicio del libro La ingobernable: Encuentros y desencuentros con Elena Garro, publicado en el año 2000 por Hoja Casa Editorial (Raya en el Agua).
La mejor
Entrevistado por Patricia Vega en La Jornada (3 de noviembre de 1991), Emmanuel Carballo, el primer crítico que se ocupó de Elena Garro y uno de los escasos escritores que mantuvieron relación con ella a través de los años, afirmaba que “la principal aportación de la Garro es a ver traído un mundo que antes no se había trabajado con literatura latinoamericana, un mundo lleno de magia, de la gracia anterior al pecado original.
Creo que la religión de Elena es la infancia y la mayor influencia en su literatura es ella misma en sus primeros años de vida. Es la creadora de un realismo que ya no es realismo crítico, que ya no es realismo costumbrista ni expresionista sino que viene hacer una cosa íntima, suave, y poco a poco va dejando el mundo todos los días para entrar a un realismo mágico que de alguna manera es una crítica al mundo en el que vive. A Elena no le gusta el mundo en el que vive y crea paraísos posibles para que los seres que ella quiere – Elena misma y su familia – sean felices en el mundo creado por ella, pues no pudieron ser felices en el mundo de todos los días.
“Era una mujer que no cabía dentro de sí misma, que estaba tan llena de sí misma que debía hacer cosas, cosas y cosas, para poder satisfacer esa necesidad de modificar el ambiente en que se movía (…)
“Yo conocí a Elena Garro en 1953, vivía con Octavio Paz y la Chatita en un edificio que estaba en Insurgentes y Viaducto. Los amigos de Paz de ese tiempo – entre ellos Carlos Fuentes, yo, Ramón Xirau, Jorge Portilla – nos juntábamos en su casa dos o tres veces por semana; era una especie de salón de una madame francesa del siglo XVIII. Elena era una mujer guapa pero cuando hablaba se transfiguraba y algo la hacía ser la mujer más hermosa, más inteligente, más etérea, la que decía las primeras y las últimas palabras de una reunión. Juntos Paz y Garro, el talento estaba del lado de Garro (…) Cuando nos librábamos de su hechizo y salíamos de su salón veíamos que muchas cosas no eran ciertas, pero ahí está lo hermoso de un escritor, que por la magia de la palabra vuelve las cosas verosímiles”.
Decía también el crítico:
“Es como una escritora clandestina, hay que hablar en voz baja de ella para que nadie lo sepa porque nos puede pasar algo, como si fuera una conspiradora, una dinamitera. La imagen más bella que tengo de Elena Garro es la del escritor contra la sociedad, esa es otra de las razones por las que la admiro. Aunque merezca todos los homenajes, yo la prefiero como una escritora maldita y mítica, autora de una obra perdurable, original, distinta (…)
Con Elena Garro el problema es que no sabes dónde termina la obra y dónde empieza lo puramente anecdótico. Se a descalificado su obra con razones morales, personales, vitales. Se ha tratado de decir que su obra sólo es una venganza y la crónica de un matrimonio mal habido, que es una especie de Medea y Jasón, y que la gustaría matar a la Chatita e irse en un carro de fuego por el cielo para hacer sufrir a Octavio Paz. Pero creo que ya se han hecho sufrir bastante y que el mundo de la literatura es muy grande y que en él hay un lugar espléndido para Octavio Paz y otro espléndido para Elena Garro.
“En el campo femenino, Elena es lo que Octavio Paz en lo masculino: uno de los grandes escritores de todas las lenguas a finales del siglo XX. Y la Garro es fácilmente la mejor escritora de la lengua española y que esta a la altura de las mejores del siglo XX que podría obtener el Nobel (…)”
La literatura de Elena Garro, afirma Carballo, “se podría pensar surrealista, onírica en la que un puñado de seres humanos podrían ser felices en medio de un archipiélago de maldad. La mejor literatura de Elena es en la que los niños tienen la palabra o, los personajes adultos, cuando todavía no han acabado de sepultar su infancia.
“Y cuando publica Los recuerdos del porvenir – (…) aunque su relación matrimonial era muy mal, Octavio fue más amigo de la verdad literaria y puso todo su peso para que la obra se publicara – nos dimos cuenta de la grandeza literaria de la Garro. Es una novela que desde principio a fin no tiene páginas muertas, que es más nueva que el periódico de hoy, estructurada de tal manera en que se alternan el sueño con la vigilia, el mundo interno con el externo. Sus personajes rompen con el tiempo porque encuentran la felicidad y cuando lo logran es un minuto que puede durar toda la vida”.
El mismo 3 de noviembre, La Jornadapublicó un artículo de Olga Harmony en torno al teatro de Elena Garro:
“Toda su obra, o casi toda, juega con la muerte, la magia, los fantasmas: como si cada uno fuera una especie de altar de muertos, como si todas conjuraran los espíritus para darnos una visión de la imaginería popular. Un sentido trágico de la vida recorre su dramaturgia, tan emparentada con el realismo mágico, con Posada y con Juan Rulfo, y al mismo tiempo tan identificable y tan personal.
“Un poco perversa, un mucho irónica, la dramaturga ofrece un muestrario alucinante de pequeñas estampas en donde los mitos, los rituales se disfrazan de sucesos reales, en un gran rescate del habla popular convertido en poesía (…)
“A veces grotesca y airada, a veces tenuemente nostálgica, otras plena de ternura, en ocasiones con puntos de vista que pueden ser discutibles, como los de todos los autores, está a la espera de una auténtica revaloración critica, pues aunque nunca ha sido minimizada, la gran ausente no ha sido, incluso, todo lo escenificada que debiera”.