El ejercicio de la política ha producido desencanto y desilusión en la sociedad, generando una total apatía de los ciudadanos por intervenir en cuestiones que les afectan. Desafortunadamente, esto ha originado que el destino del pueblo quede en manos de los corruptos y de unos pocos especialistas bienintencionados de lo público, sobre quienes recae la responsabilidad de sacar adelante los proyectos y planes que le permitan a la comunidad lograr su desarrollo económico y social.
Vivimos tiempos en los cuales la concepción de lo político y de la ciudadanía, originada en la modernidad, está íntimamente asociada al Estado. Desde el punto de vista político, se da una desconexión entre las bases teóricas y las vías prácticas de su concreción, lo cual se ha puesto de manifiesto en las realidades de la democracia latinoamericana cuando se compara el acceso diferenciado de los ciudadanos al disfrute de bienes, derechos y poder.
Desde una perspectiva social, la búsqueda de igualdad y justicia que asegure la libertad, la participación y la injerencia en las cuestiones sociales, no ha logrado plasmarse en la vida de la población. Para que una sociedad sea efectivamente democrática debe existir respeto a los derechos humanos y darse el diálogo en un marco de libertades plenas. No existe, por lo tanto, una auténtica democracia; hay que luchar por ella.
Para hablar de política es necesario replantear, desde la reconstrucción y valoración de lo público, el hecho de la participación. Quizás por eso Hannah Arendt afirmó que la política solo tiene sentido en el espacio público, en un espacio común. Lo político no es un asunto de pura reflexión filosófica, sino que atraviesa la acción humana, lo cual requiere un análisis que permita identificar las condiciones para la actuación y la naturaleza del juicio, para así diseñar una intervención de lo público.
Es necesario pensar en la relación que existe entre formación, política y ciudadanía para poder presentar una alternativa de intervención autónoma de los sujetos políticos, que sea factible culturalmente. El desarrollo del ciudadano no puede quedar al margen de su formación como sujeto social.
La formación política y ciudadana es un asunto urgente ante la nula participación del sujeto social en la vida pública. La formación de ciudadanos participativos es el único camino para proponer alternativas reales de transformación. En la actualidad, la concepción de lo político y de la ciudadanía, originada en la modernidad, está íntimamente asociada al Estado.
Desde el punto de vista político, se da una desconexión entre las bases teóricas y las vías prácticas de su concreción, lo cual se ha puesto de manifiesto en las realidades de la democracia latinoamericana cuando se compara el acceso diferenciado de los ciudadanos al disfrute de bienes, derechos y poder. Desde una perspectiva social, la búsqueda de igualdad y justicia que asegure la libertad, la participación y la injerencia en las cuestiones sociales, no ha logrado plasmarse en la vida de la población.
En este contexto, el ejercicio de la política ha producido desencanto y desilusión en la sociedad, generando una total apatía de los ciudadanos por intervenir en cuestiones que les afectan, dejando el destino del pueblo en manos de unos pocos especialistas de lo público, sobre quienes recae la responsabilidad de sacar adelante los proyectos y planes que permitan a la comunidad lograr su desarrollo económico y social.
Para hablar de política, es necesario replantear, desde la reconstrucción y valoración de lo público, el hecho de la participación. Arendt afirma que la política solo tiene sentido en el espacio público, en un espacio común. Lo político no es un asunto de pura reflexión filosófica, sino que atraviesa la acción humana, lo cual requiere un análisis que permita identificar las condiciones para la actuación y la naturaleza del juicio, para así diseñar una intervención de lo público.
Es necesario pensar en la relación que existe entre formación, política y ciudadanía para poder presentar una alternativa de intervención autónoma de los sujetos políticos, que sea factible culturalmente. El desarrollo del ciudadano no puede quedar al margen de su formación como sujeto social. Es imperante trabajar en la construcción de su identidad, no solo desde los conocimientos básicos sino también desde los nuevos elementos de formación, proyección cultural y social, para implementar cambios en la conciencia y actitudes de las personas, y en la sociedad en general.
En este marco, una propuesta democrática de participación de los sujetos sociales sobre asuntos comunitarios brota en la sociedad. Su finalidad es constituir un lugar común, un espacio público donde los ciudadanos que abandonan su refugio de la vida privada se reúnan para interrogar y participar en el ejercicio del poder. Así, se pueden construir vínculos solidarios generando procesos sociales que fortalezcan una nueva cultura política.
La formación ciudadana es vital para enfrentar la apatía y desencanto actuales. Es el camino hacia una participación activa y consciente en la vida pública, permitiendo a los ciudadanos convertirse en protagonistas de su propio destino y en agentes de cambio real y significativo en sus comunidades.