Llegó el futuro. Tenemos dos opciones: aceptarlo o ignorarlo. Uno puede ignorar la ley de gravedad, pero las consecuencias se encargarán de mostrarnos que escapar de la realidad es imposible por más que lo deseemos. Sucede lo mismo con el tema de la inteligencia artificial. Podemos negarnos a ella. Suponer que es un tema que no tiene nada que ver con nosotros o podemos aceptar que llegó y tratar de sacar el mayor provecho posible.
Abogados, médicos, contadores, jueces, directivos cooperativos, arquitectos, diseñadores, escritores, actores y un largo etcétera están siendo víctimas de golpes brutales a la estabilidad laboral. Años de estudio, experiencia y talento se ven desplazados por los bajos costos, pero alta calidad en los resultados que nos están arrojando las herramientas de inteligencia artificial. Ya se pueden escribir novelas, presentar amparos, diseñar edificios, realizar operaciones quirúrgicas, llevar la contabilidad o hacer predicciones financieras sin que el público en general pueda notar la diferencia entre lo artificial y la mente humana.
Casi todas las actividades están sufriendo por el nuevo embate de la realidad; sin embargo, hay un grupo que, como siempre, parece inalterable en sus privilegios: Los políticos. La inteligencia artificial es una gran herramienta. No me cabe duda que la inteligencia artificial tomaría mejores decisiones que los políticos actuales; por desgracia, no veo la rapidez necesaria para desaparecer a mucho de los cargos políticos inútiles que podrían ser desplazados por una verdadera inteligencia (artificial o natural). La inteligencia es un bien escaso en los círculos de la política.
En su cuento corto “Franchise” de 1951, el escritor de ciencia ficción Isaac Asimov imaginó un gobierno innovador basado en un “Elector Universal”, un sistema informático (MULTIVAC) que representa los intereses de todos los ciudadanos de manera imparcial. En la historia, la complejidad de los problemas globales supera la capacidad de los ciudadanos comunes para comprenderlos y votar de forma informada. Surge un sistema en el que un sofisticado “Elector Universal”, alimentado constantemente con datos, representa automáticamente los intereses compuestos de toda la población.
En cada período electoral se sorteaba un pueblo en Estados Unidos. En ese pueblo se elegia, también por sorteo electrónico, a un ciudadano único. El ciudadano era presentado ante MULTIVAC. La computadora realizaba una serie de preguntas que poco o nada tenían que ver con política al ciudadano. Después de la entrevista, la supercomputadora corría sus algoritmos y publicaba una lista con todos los ganadores de todos los puestos de elección dentro de Estados Unidos. La lista de ganadores era determinada a través de los análisis de las respuestas de un solo ciudadano de un único pueblo. Un único elector votaba sin votar por todos los políticos de su país.
Tener un sistema electoral así puede tener sus beneficios. No estamos muy lejos de lograr esa capacidad tecnológica. Las verdaderas limitantes sería la resistencia de los políticos al ver severamente limitadas sus capacidades de mapaches e ingenieros electorales.
Algunos de los beneficios de utilizar la inteligencia artificial para tomar decisiones electorales son las siguientes: Al no estar sujeto a influencias personales o partidistas, podría tomar decisiones de forma más objetiva e informada. Al estar alimentado continuamente con datos verificados, podría reducir el impacto de noticias falsas y campañas de desinformación. Los elementos nauseabundos de la política podrían desaparecer en un abrir y cerrar de ojos con el golpe de una tecla o el click de un ratón (no con las pillerías de otros ratones).
Eso es en cuanto al tema electoral, pero en el ejercicio de gobierno, tener gobiernos que tomen decisiones con la ayuda (u obligación) de inteligencia artificial nos llevaría a acelerar procesos de desarrollo de manera exponenciales. Se imaginan soluciones creadas sin sesgos personales o ideológicos para crear políticas públicas que combatan la pobreza, estrategias para combatir el crimen organizado, organizar mejor el sistema de salud, etc. Toda la grilla e ineptitud de los servidores públicos quedarían superados. Desde luego que nos podríamos enfrentar a la revolución de Skynet, pero esa es otra historia. Por lo pronto, urge tener un presidente con Inteligencia, aunque sea artificial.
¿Usted qué opina, amable lector? ¿Prefiere a sus gobierno con o sin inteligencia?