¡Gracias!, el último libro del presidente Andrés Manuel López Obrador es más que una biografía. Se trata del testimonio de un hombre que lideró un movimiento popular para alcanzar el poder político en un sistema hegemónico controlado por el partido de estado durante el siglo XX, el PRI, y después consolidado por el modelo económico neoliberal con la transición presidencial en los gobiernos del PAN.
En su primer capítulo muestra sus primeros años en Tepetitán, ubicado en el municipio de Macuspana en Tabasco. Sus padres se dedicaron al comercio en una zona con muchas dificultades de movilidad. Para llegar a la cabecera, recuerda el propio AMLO, había que viajar a caballo, lancha o en una canoa hecha de un gran árbol hueco llamado cayuco.
Como muchos de los pueblos de México, en Tepititánse vivía en comunidad. La infancia de Andrés Manuel estuvo marcada por el contacto con la naturaleza, la familia y la unión fraterna de los hijos del pueblo. Así lo atestiguan sus memorias, no había distinciones marcadas de clase, por lo que era común que los hijos de obreros, campesinos, pescadores, comerciantes y profesionistas convivieran en la vida cotidiana. Fue una infancia feliz.
Su educación fue todo un reto. De no ser por un hombre ligado al sector ganadero, que insistió a los padres de Andrés el llevarlo a la cabecera a continuar con sus estudios, muy probablemente hubiera concluido solo la primaria para dedicar su tiempo apoyando a sus padres en las actividades del comercio.
La Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, la mayor universidad del país y una de las más importantes de América Latina, fue el alma mater del actual presidente de México. Para estudiar en el entonces Distrito Federal, los programas sociales como las casas del estudiante fueron de gran utilidad para miles de jóvenes que vieron en la educación una opción de movilidad social para desarrollarse.
En un ambiente muy particular del mundo y por supuesto de México, AMLO se formó en un activismo militante, donde los grupos de izquierda llegaron al poder y fueron derrocados por la intromisión de los Estados Unidos. El golpe de estado contra el presidente chileno Salvador Allende y la unidad popular fue un caso de estudio en las aulas de la facultad de polakas.
La influencia de maestros en el exilio, provenientes de América Latina, contribuyó a las perspectivas sociales del tabasqueño. En lo local, la democratización de los sindicatos frente al charrismo motivó la participación de marchas de muchos universitarios, entre ellos Andrés. El movimiento Tendencia Democrática de los trabajadores electricistas encabezado por Rafael Galván y el golpe a Excelsior en 1976, que propició la salida de Julio Scherer.
En Tabasco, la amistad con el poeta político Carlos Pellicer, hombre de letras y cultura, ligó a López Obrador al que sería el próximo gobernador de la entidad, Leandro Rovirosa Wade, que le daría su primer trabajo en la administración pública como director del Centro Coordinador Indigenista Chontal en 1977 a los 24 años de edad.
Su preocupación por un sector tan vulnerable lo llevó a ser un político de calle ligado a los más desfavorecidos, siendo un gestor incansable para garantizar el bienestar de los indígenas tabasqueños por medio de pavimentaciones, inauguración de escuelas secundarias, créditos a las palabras para agricultores y ganaderos, la creación de una radiodifusora cultural bilingüe, cooperativas y programas para el desarrollo. Por ello, en el marco de la sucesión a la gubernatura, López Obrador se decantó por apoyar el proyecto de Enrique González Pedrero, quien garantizaba continuar con los apoyos a los chontales.
En 1982, a los 29 años de edad, durante la campaña del candidato González Pedrero el joven Andrés Manuel tuvo la responsabilidad de ocupar el puesto de director del Centro de Estudios Políticos, Económicos y Sociales del PRI en Tabasco, con el objetivo de realizar un diagnóstico de las necesidades del estado y plantear soluciones. Después del proceso electoral, sin militancia y experiencia partidista, recibió la invitación para ocupar el puesto de dirigente estatal del PRI.
Esta parte de su vida es crucial porque su primera tarea en el partido fue generar la organización territorial de abajo hacia arriba, por lo que no faltaron las discrepancias con las los presidentes municipales por no consultarles opinión para llenar espacios. Dentro del partido se buscaba generar la democracia interna y tener vigilancia en el uso del recurso de gobierno para las causas sociales. Tras 7 meses de trabajo, la política cupular se impuso desde las esferas de gobierno y le piden al joven Andrés Manuel su separación del cargo.
La alternativa del gobernador fue nombrarlo Oficial Mayor en la administración estatal. Consternado, AMLO participó en la toma de protesta, sin expresar ninguna inconformidad, sin emitir ninguna opinión. Ese mismo día, al llegar a sus nuevas oficinas, tuvo una reunión con su personal, preguntándoles sobre quién era el mejor capacitado para atender las responsabilidades. Al conocer la respuesta, dejó al funcionario al mando para ir a casa y reflexionar con su familia sobre la pertinencia renunciar.
AMLO, su esposa Rocío y su hijo José Ramón de 2 años partieron hacia el Distrito Federal, dejando una vida de comodidad burocrática, poniendo por delante sus convicciones sociales y democráticas. Una decisión para nada fácil pero tomada bajo el consenso familiar y con un alto nivel de congruencia política. Con 30 años de edad, Andrés se tomó una pausa de los asuntos políticos para terminar sus compromisos académicos, entre ellos la tesis, su proceso de titulación y la publicación de algunos libros.
Por 5 años trabajó como director de organización social y promoción del Instituto Nacional del Consumidor (INCO) en el DF por recomendación de un funcionario al que conoció cuando trabajaba en el Instituto Nacional Indígena. En 1988, con 35 años, regresó Tabasco para ser candidato del Frente Democrático Nacional por el Partido Mexicano Socialista, el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, el Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional y el Partido Popular Socialista bajo el movimiento encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas. La lucha por la democracia tomó un nuevo camino.
La juventud de AMLO es una muestra de la necesidad de confiar en un relevo generacional. No es casualidad que dedique su último libro a los jóvenes. La experiencia en el sector público y en el partido le dio una formación invaluable para hacer un diagnóstico de las necesidades de la gente y ejecutar propuestas tangibles.
También nos comparte la importancia de recibir ayuda de parte de hombres y mujeres libres que coinciden en la necesidad del cambio, y que vean a los jóvenes como compañeros de proyecto y no como adversarios políticos. La sensibilidad y confianza de Carlos Pellicer y Enrique González Pedrero fue muy importante para el joven Andrés.
Es más que pertinente conocer la infancia y la juventud de Andrés Manuel López Obrador. El primer capítulo es un llamado al activismo militante, a la formación académica, al derecho a soñar, a la no burocratización, a la rebeldía y a la ruptura de los jóvenes. La inteligencia es clave. Después de todo, como anticipa en el inicio del segundo capítulo, la política es, entre otras cosas, el arte de conciliar la razón con la pasión.