Por: Juan B. Ordorica (@juanordorica)
El Carnaval es una de las épocas más felices del año. Vivir en un estado permanente de fiestas y excesos por unos cuantos días es una delicia para quien experimente las fiestas carnestolendas a plenitud. Existen personas que exclusivamente viven para el carnaval; el resto de los 360 días del año son meros trámites entre carnaval y carnaval. La tristeza y el pesimismo no tienen cabida en los 5 días que duran las fiestas de la carne.
En temas de economía, México está en plenitud de su carnaval. Estamos en el cenit de la pachanga. Podríamos decir que estamos viviendo en el domingo de desfile: El crecimiento del PIB para el 2023 estuvo rascando el 4%; existe un Peso más allá de fortachón; los dólares fluyen a raudales por todos lados; los programas sociales llenan los bolsillos de millones de familias; el empleo sigue su marcha como locomotora y las obras de gobierno reciben presupuestos multimillonarios.
El carnaval es una fiesta de oropel y excesos con la salvedad que toda la escenografía es de cartón para ser desechada una vez que la pachanga llegue a su fin. Los espectaculares carros alegóricos se destruyen mayormente al terminar los desfiles conmemorativos a la celebración. Los llamativos vestidos de las reinas son para usarse una vez en la vida y después pasar al baúl de los recuerdos personales. Los fuegos artificiales se queman una vez, iluminan el cielo para diversión de los espectadores, pero después se convierten en nada. Las máscaras, disfraces y listones se convierten en polvo al día siguiente del último evento carnavalero.
Debemos ver a la economía mexicana con ojos de carnaval. El oropel y los fuegos artificiales se ven espectaculares, pero son elementos de corta duración. El crecimiento del PIB en México se da después de una contracción histórica debido a la pandemia; en algún momento tenía que llegar el rebote y eso estamos experimentando. Lo mismo sucede con el empleo. Miles de inversiones se pusieron en pausa por la pandemia; 2023 fue el año que se reactivaron. El Peso está fuerte por la cantidad de dólares que siguen llegando por remesas y el nearshoring; eso puede cambiar en cualquier momento, basta un solo soplido de Trump (en caso de regresar a la presidencia de Estados Unidos este año) para que ambas variables se colapsen. El tema del salario es una mascarada de carnaval: creció el salario mínimo, pero no creció en la misma proporción el ingreso de los mexicanos; sin embargo, sí creció el número de mexicanos que gana el salario mínimo.
El carnaval es una fiesta creada en la antigüedad para servir como una especie de desenfreno antes de los días de guardar y penitencia propios de la cuaresma. Para muchos, el carnaval es un permiso para dejarse llevar en todos los apetitos concupiscentes porque después de esos días de perdición llega el miércoles de ceniza. Llega el tiempo de hacer penitencia y pagar por los pecados cometidos en unas cuantas horas. La fiesta de 5 días tiene un periodo de 40 días de arrepentimiento.
El carnaval de la economía mexicana tendrá su miércoles de ceniza. No es pesimismo o malos deseos, simplemente son datos que cualquiera puede revisar para entender lo que podría llegar. La fiesta de los programas sociales es financiada por deuda (el propio gobierno así lo reconoció). Eventualmente alguien tendrá que pagar la fiesta porque la deuda no puede seguir creciendo año con año. Los proyectos de gobierno (AIFA, Mexicana, Tren Maya, Gas del Bienestar) tendrán que ser subsidiados. La SHCP anunció con bombo y platillo la emisión de nuevos bonos de deuda. El gran problema que gran parte de esa deuda tendrá que ser pagada en dólares. El precio del dólar será muy complicado se pueda mantener en los niveles que hoy se encuentran por los años de duración de los bonos. Evidentemente los pasivos del país crecerán.
El gobierno saliente vive en pleno Carnaval. A ellos no les tocará el miércoles de ceniza. Eso es problema de los que viene. Evidentemente alguien tendrá que ser el malo de la película y cargar con la limpieza de los desfiles y el oropel. Los ciudadanos odiarán a todos aquellos que les recuerden que el carnaval terminó. La gente recuerda con mayor cariño a la reina del carnaval y al rey feo que a aquellos que los obligan a regresar a la vida cotidiana y la penitencia de sus excesos.
Las consecuencias del carnaval no le tocan a este gobierno. Ellos se van entre confetis y serpentinas, pero es obligación de todos nosotros recordar quienes son los organizadores de la fiesta porque, eventualmente, ellos tendrán que pasar por la quema del mal humor y no quedar impunes entre los recuerdos del alcohol y los bailes.
¿Usted qué opina, amable lector? ¿Quién pagará por la limpieza del aquelarre carnestolendo?