Han pasado relativamente pocos años desde la conformación de Morena en Sinaloa y las circunstancias de hoy son singularmente distintas a los de aquel origen: de la oposición al gobierno, de la marginalidad a la hegemonía, de la resistencia civil a la responsabilidad institucional.
Merary Villegas, joven habitante del suburbio Aguaruto, encabeza un Partido que gobierna dos terceras partes de los municipios sinaloenses, con el grupo parlamentario de izquierda más grande en la historia de las legislaturas locales, con el carro completo en las diputaciones federales y escaños en la Cámara Alta y por si fuera poco, el primer gobierno estatal bajo sus siglas. Mejor imposible, dictaría el razonamiento formal, pero análisis disruptivo distingue los riesgos y amenazas implicados en la inédita condición de partido en el poder.
Si se creía que Morena vendría a ser la plataforma para el acceso de la más noble porción de la sociedad civil (los ambientalistas, los artistas, los defensores de derechos humanos, los productores y empresarios socialmente responsables) al gobierno o la representación popular, nos hemos decepcionado. La postulación de candidaturas ha recurrido recientemente a un mecanismo engañoso como el de una broma perversa: dentro de la página oficial de Morena se habilita un link y cualquiera puede descargar una app para registrar su aspiración, también se reservan algunos espacios de representación proporcional para un sorteo (eufemismo conocido como tómbola) y así, decenas de miles fascinados ante la ilusoria expectativa, sueñan con la posibilidad infinitesimalmente reducida de ser alcaldes, regidores, síndicos o diputadas.
Si el objetivo inicial era inhibir la conformación de negociaciones antidemocráticas nunca se halogrado pues en los hechos la definición de las candidaturas es más que ortodoxa: las nominaciones son expresión de la puja y el jaloneo entre los grupos locales y el palomeo del altiplano disfrazado de encuesta aprobatoria.
Esta verticalidad y “centralismo democrático” no se restringe a las candidaturas, más bien es expresión del diseño esencial de Morena: un Partido nacional con decisiones no colegiadas en que los Comités Estatales únicamente replican, como gerencias regionales, instrucciones provenientes a miles de kilómetros de distancia. Ese diseño no desaparece por el hecho de tener autoridades internas.
Los Comités que en el país se han atrevido a salirse del manual central de operaciones son relegados al limbo de los traidores al Movimiento. Se ocupan operadores, no liderazgos con pensamiento propio. Esa es la condición que explica cómo holgadamente un partido acéfalo, logra su primer gubernatura en Sinaloa. Ese es el primer desafío para Merary: transformar al Partido en un ente con vida orgánica en el que se dé un encuentro colectivo y virtuoso de identidades; en el que por el bien de todos prime la voluntad de sus militantes.
La mayor amenaza al liderazgo de Merary no proviene de fuerzas externas tanto como de las minas internas que ya están colocadas, listas a estallar. Invito a constatarlo revisando las redes sociales y constatando el ominoso silencio, la pueril mezquindad de los diputados funcionales a Feliciano Castro y de otras mujeres con relevancia estatal, quiénes han regateado la fraterna felicitación a la diputada federal y a través de un corifeo ha avisado que serán “una piedrita en el zapato” o sea, aquella dolorosa molestia que impida caminar con rapidez y comodidad. No hacía falta esa amenaza: todos entendemos que con su ominoso silencio, en los hechos desconocen su autoridad. Ese es el segundo desafío de la aún legisladora: erigirse en el contrapeso ahora ausente y poner de una vez por todas una tranca al apetito desbordado de esos actores que desde el poder público han impuesto su agenda grupal.
La responsabilidad asumida por Villegas el pasado domingo tiene menor margen de maniobra y muchas menos prerrogativas financieras, en lo individual, que su diputación federal pero posee un valor agregado cualitativamente mayor: permite recorrer geográficamente todo el estado y conocer con cercanía todos y cada uno de los grupos de movilizadores electorales en su respectivo ámbito territorial. Los agoreros bienintencionados anuncian una carretera pavimentada que culmina con Merary tomando protesta como Senadora en 2024. Este es el tercer desafío de la joven presidenta: tener la grandeza espiritual para no usar este instrumento del pueblo en beneficio personal y repudiar la senda de Alito Moreno. Trascender burocracias y convertir Morena Sinaloa en un ente colectivo lúcido, moderno y eficaz en el que la calidad de su vida interna se corresponda con el apoyo a políticas públicas de evidente utilidad social. Que olvide pronto la unanimidad de su nombramiento y se obsesione con obtener unanimidad en el reconocimiento por su decisión de servir a causas superiores, más allá de calendarios electorales.
Ella se ha autonombrado soldada de la Cuarta Transformación. Me conmueve esa figura pues al ser hijo de un marino militar, conozco de la modestia y la disciplina de los elementos de infantería de cuyo concurso depende la victoria en una guerra. Los morenistas han declarado que su enemigo es el autoritarismo heredado del antiguo régimen y expresado en la corrupción que nos saquea y la frivolidad que nos ofende.
Que lo recuerde pues ella representa una remota pero alcanzable posibilidad en el horizonte.