Hay momentos en la historia donde la realidad no basta. Donde el mundo parece tan convulso, tan impredecible, tan lleno de sombras, que el arte deja de conformarse con describir lo que ve y comienza, mejor, a gritar lo que siente. A ese grito lo llamaron Expresionismo.
Este movimiento nació en una Europa que se sacudía entre guerras, crisis y rupturas sociales. Pero más que un estilo, fue un desahogo. Los artistas expresionistas querían pintar no lo que sus ojos veían, sino lo que su alma no podía callar. Colores violentos, trazos tensos, figuras que se retuercen como quien intenta encontrar sentido a un mundo roto.
Ahí está Edvard Munch, cuyo Grito se convirtió en símbolo universal de la angustia moderna.
Ahí está Egon Schiele, dibujando cuerpos que parecen confesiones.
Ahí están Kirchner, Kandinsky y tantos otros, transformando el lienzo en una habitación interior donde cada trazo es un pensamiento y cada color, una emoción a punto de estallar.
Lo fascinante del Expresionismo es que no busca ser bonito ni correcto. Busca ser verdadero. Y por eso su eco llega hasta hoy: lo vemos en el cine, en la literatura, en la pintura contemporánea, en cada intento por decir lo que sentimos cuando las palabras no alcanzan.
Si te interesa el arte, la historia o simplemente comprender por qué seguimos siendo criaturas que necesitan expresar lo que les arde por dentro, te invito a ver este nuevo video en nuestro canal:
👉 “El Expresionismo: El arte de las emociones”
Un recorrido por la tormenta y la belleza de lo humano.
Porque a veces, el arte no se mira: se escucha, como un corazón que late demasiado fuerte.
Enlace del video:
https://www.youtube.com/watch?v=GwPetp1erEE




