Todos los días son el Día de los Enamorados para estas especies monógamas. Este 14 de febrero, observa fotografías de animales con lazos duraderos.
En San Valentín puede surgir una duda: ¿Qué hace que un animal quiera quedarse con otro para toda la vida?
Puede que la monogamia no sea habitual entre todas las criaturas de la Tierra, pero para unas pocas es el secreto de la supervivencia.
Por ejemplo, el topillo de las praderas (Microtus ochrogaster). A diferencia de la mayoría de los roedores, se emparejan, construyen un nido, se acicalan mutuamente y crían a sus polluelos (por eso los topillos de las praderas machos cambian para siempre cuando se establecen).
Su comportamiento monógamo se debe en parte a las escasas praderas de Estados Unidos y Canadá. Los animales tienen que luchar por unos recursos limitados y criar todo lo que pueden durante una vida que dura sólo uno o dos años, y pueden conseguir más en equipo.
Pero hay algo más en esta historia de amor. Los expertos afirman que ciertas sustancias químicas del cerebro intervienen en la formación de vínculos entre los topillos de las praderas, más que en otros roedores.
Aun así, el amor es complicado, incluso para estos peludos modelos de matrimonio.
Los topillos de las praderas se consideran “socialmente monógamos”, pero no “genéticamente monógamos”, asegura William Kenkel, investigador postdoctoral del Instituto Kinsey de Indiana, Estados Unidos.
Ocasionalmente, el macho o la hembra pueden extraviarse y aparearse con un extraño. Por ahora, los investigadores no saben por qué.
“No son fieles al cien por cien, lo que podría convertirlos en un mejor modelo del comportamiento humano”, dice Kenkel.
En todo el reino animal, los científicos han encontrado ejemplos de criaturas que solo tienen ojos para una pareja, mientras que otras prefieren el estatus de mayoritariamente monógamas.
Sea cual sea su caso, los animales de esta galería parecen creer en aspectos de la felicidad monógama.

Un topillo de las praderas fotografiado en Lincoln, Nebraska. A diferencia de la mayoría de los roedores, los topillos de las praderas se emparejan, construyen un nido, se acicalan mutuamente y crían a sus polluelos.

Tiliqua rugosus se desplaza en solitario la mayor parte del año, pero se une a la misma pareja en cada época de apareamiento. Suelen viajar en parejas, con el macho siguiendo a la hembra. Fotografiado en el zoo de Denver, Colorado, Estados Unidos.

El emparejamiento de un macho y una hembra alfa establece la estructura social del resto de la manada de lobos (Canis lupus). El dúo, principalmente monógamo, se reproduce una vez al año. Fotografiado en el zoo de Nueva York, en Watertown, Estados Unidos.

Para las grullas canadienses (Grus canadensis), el graznido reafirma su vínculo. La hembra emite dos graznidos y el macho responde con uno. Esta “llamada al unísono” llena sus días. Fotografiado en el Centro de Investigación Aviar George Miksch Sutton de Bartlesville, Oklahoma, Estados Unidos.

Los pingüinos macaroni o pingüinos de penacho anaranjado (Eudyptes chrysolophus) se emocionan cuando se ven, demostrándose su amor emitiendo sonidos y balanceando la cabeza de un lado a otro en lo que se conoce como “exhibición extática”. Fotografiado en el Henry Doorly Zoo and Aquarium de Omaha, Nebraska, Estados Unidos.

Los gibones de manos blancas (Hylobates lar) son principalmente monógamos, pero hasta una de cada 10 crías es engendrada por un macho que no es la pareja de la hembra, lo que los convierte en promiscuos oportunistas. Fotografiado en el zoo Gladys Porter de Brownsville, Texas.

Como algunas parejas que llevan mucho tiempo casadas, los jotes cabeza negra o buitres negros americanos (Coragyps atratus) se parecen entre sí y no muestran diferencias de tamaño ni de plumaje. Fotografiado en el Centro de Investigación Aviar George Miksch Sutton de Bartlesville, Oklahoma.

El caballito de mar de vientre grande (Hippocampus abdominalis), como todos los caballitos de mar, coquetea, y las hembras compiten entre sí por la atención de los machos. Una pareja fiable es importante, ya que será la que lleve a las crías. Fotografiado en el Henry Doorly Zoo and Aquarium de Omaha, Nebraska.

Las águilas calvas (Haliaeetus leucocephalus) pasan el invierno solas, pero se reúnen con la misma pareja durante la época de cría. El macho se queda para mantener los huevos calientes y alimentar a los polluelos durante los primeros meses de vida. Fotografiado en el Centro de Recuperación de Rapaces de Elmswood, Nebraska.

Durante la época de cría, los cisnes de cuello negro machos (Cygnus melancoryphus) utilizan sus alas para ahuyentar a los posibles pretendientes. Tras la eclosión de los huevos, el padre también cuida de los polluelos mientras la madre sale a buscar comida para sí misma. Fotografiado en el Henry Doorly Zoo and Aquarium de Omaha, Nebraska.