Entre guitarras eléctricas, ensayos improvisados y una energía que vibra más allá del ruido cotidiano, cinco jóvenes decidieron darle una segunda vida al rock en una ciudad donde el regional domina los oídos. Son Declive, una banda culiacanense formada por estudiantes —unos de preparatoria, otros de universidad— que, con menos de 20 años, ya tocan como si hubieran crecido en los escenarios.
Luis Felipe Núñez (bajo), Dylan Garzón (batería), Andrés Pérez (teclado), Sebastián Valenzuela (guitarra) y Rafael Castro (guitarra) se encontraron casi por casualidad, pero la química musical los unió de inmediato. Lo curioso es que en Declive no hay un solo vocalista: todos cantan. Se turnan canción tras canción, sin jerarquías, dejando que cada voz tenga su momento para contar una historia distinta.
En la conversación que sostuvimos, entre risas y acordes, hablaron de cómo su proyecto nació del deseo de “revivir la banda de rock”, un sueño que parecía dormido en Culiacán. “A muchos les gusta el rock, pero pocos lo tocan. Nosotros queremos que se escuche otra vez”, dicen casi al unísono, como si fueran una sola voz.

El grupo experimenta con distintos estilos, y se nota su influencia familiar: algunos crecieron escuchando discos de los 80, otros llegaron al género por curiosidad y rebeldía. Coinciden en que, aunque el rock no sea lo más popular entre los sinaloenses, su autenticidad los mantiene firmes.
“Lo nuestro es más que un gusto, es una forma de expresarnos”, comentaron. Y es que en cada ensayo, en cada presentación, buscan demostrar que en Culiacán todavía hay jóvenes dispuestos a vibrar con distorsión, acordes y letras propias.

Además, Declive está en plena búsqueda de espacios para compartir su música con más público. Actualmente preparan un tributo a Enanitos Verdes y Hombres G, un repertorio que —confiesan entre sonrisas— les ha dado un toque especial y ha “prendido” a la gente en los escenarios donde se han presentado.
A pesar de su apuesta por el rock, los cinco coinciden en algo importante: no se trata de competir ni de juzgar otros estilos. “Cada quien tiene sus gustos”, dicen. “No hay por qué satanizar ni criminalizar ningún tipo de música”. Para ellos, el arte —venga en la forma que venga— es una forma de conectar, no de dividir.
Declive no solo quiere tocar: quiere abrir camino. En una ciudad donde la música suele tener otros ritmos, ellos apuestan por mantener vivo un sonido que se resiste a desaparecer. Porque, como ellos mismos dicen, “el rock no murió, solo estaba esperando que alguien lo despertara”.