El Negocio de las Pensiones con la Generación AFORE

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En está segunda entrega toca responder la pregunta: ¿fracasó el sistema para todos?
Las AFORES cobran actualmente alrededor del 0.57% sobre el saldo administrado. Aplicado sobre 6.8 billones, son aproximadamente 39 mil millones de pesos anuales en comisiones. Pero la cifra que realmente desnuda el negocio es otra: según estimaciones oficiales, con el tope reciente a las comisiones, para 2030 las AFORES habrán “dejado de cobrar” 166.5 mil millones de pesos. Las autoridades lo presentan como un logro regulatorio. En realidad es la confesión involuntaria de lo que se extrajo durante dos décadas sin controles efectivos. Si en seis años dejarán de cobrar 166 mil millones por los nuevos límites, la pregunta obvia es: ¿cuántos cientos de miles de millones cobraron antes?
La estructura del negocio es perfecta en su perversidad. Las AFORES ganan independientemente del resultado para el trabajador. Su ingreso está completamente desacoplado de la calidad de tu pensión. Pueden administrar tu dinero durante 30 años, generar rendimientos mediocres, y cuando llegue tu retiro y descubras que tu pensión es insuficiente, ellas ya habrán extraído su ganancia sin asumir ninguna responsabilidad. Privatización de ganancias, socialización de fracasos.
Pero las comisiones son apenas la capa superficial del negocio. La función real de las AFORES está en otra parte. Para finales de 2024, habían invertido 1.9 billones de pesos del ahorro de los trabajadores en el sector productivo: infraestructura, energía, PEMEX, CFE, deuda privada y gubernamental. Tu dinero no está “guardado” esperando tu retiro. Está financiando carreteras, gasoductos, proyectos empresariales. Las AFORES no son fundamentalmente administradoras de pensiones; son fondos de inversión gigantescos que capturan ahorro obligatorio y lo canalizan hacia donde el capital lo necesita.
Esta es la función real del sistema, la que explica por qué se diseñó así: convertir el salario de millones en capital disponible para el sector financiero y productivo. El trabajador aporta obligatoriamente, su dinero se invierte en proyectos que generan ganancias para otros, y al final recibe una fracción miserable de la riqueza que su ahorro ayudó a crear. Es una máquina perfecta de transferencia de recursos de abajo hacia arriba, operando legalmente, permanentemente, y disfrazada de “previsión individual”.
¿Quiénes capturaron este negocio? No surgieron administradoras especializadas en pensiones. Las principales AFORES pertenecen a los grupos financieros que ya dominaban la banca mexicana. Cuando se privatizó el sistema en 1997, estos grupos estaban perfectamente posicionados: tenían la infraestructura, el expertise, y sobre todo, el acceso a los mercados donde se invierten billones. La reforma no diversificó nada; concentró más poder financiero en las mismas manos, ahora con acceso legal y garantizado al ahorro forzoso de toda la población trabajadora.
La concentración es notable. Unas cuantas administradoras controlan la mayoría de los activos. Prácticamente todas son brazos de conglomerados que operan bancos, aseguradoras, casas de bolsa, fondos de inversión. El sistema de pensiones se convirtió en otra línea de negocios para los mismos de siempre, con una ventaja adicional: este negocio tiene clientes obligados por ley.
Aquí está el contraste que debe nombrarse sin eufemismos: las AFORES administran 6.8 billones de pesos, reportan plusvalías de 3.6 billones, obtienen rendimientos anuales de cientos de miles de millones. Esa riqueza existe, es real, está documentada en cada reporte trimestral. Pero no se traduce en pensiones dignas porque el sistema nunca fue diseñado para eso. Fue diseñado para capturar el ahorro de los trabajadores y ponerlo a disposición del capital financiero, generando ganancias garantizadas para las administradoras y financiamiento barato para el sector productivo.
El argumento para privatizar el sistema era que la gestión privada sería más eficiente que un esquema público. Casi tres décadas después, la evidencia muestra que las AFORES han sido eficientes exactamente en lo que les importa: generar ganancias para sus accionistas y canalizar recursos hacia el sector financiero. En producir pensiones dignas han fracasado, pero ese fracaso era el diseño, no un error.
La “Generación AFORE” no fue víctima de un experimento fallido. Fue víctima de un experimento exitoso en institucionalizar legalmente la transferencia de riqueza hacia arriba. Cada reporte de la CONSAR documenta el éxito de este negocio con cifras impecables. Cada trabajador próximo a jubilarse descubre el costo humano de ese éxito financiero.
Pero si existe toda esta riqueza, si los rendimientos están ahí, si el dinero fluye constantemente, ¿por qué el debate nacional insiste en que las pensiones son “insostenibles”? ¿Dónde está el dinero que supuestamente no alcanza? La respuesta en la tercera entrega: el verdadero boquete fiscal que nadie quiere nombrar.

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