En las entrañas musicales de México, donde los sonidos del norte se mezclan con el alma del mariachi y el estruendo emotivo de la banda sinaloense, hay una agrupación que ha sabido tallar su propio camino: Los Arrallanes del Pueblo. Su historia nace en Comala, ese rincón colimense de cafetales, niebla y leyenda, donde la música parece brotar de la tierra al igual que las memorias y los cuentos. Fue ahí, en la plaza principal, un 20 de noviembre de 2008, cuando estos músicos decidieron transformar su pasión en un legado.
Desde entonces, su andar ha sido de constancia, fe artística y una innegable conexión con el pueblo que los vio nacer —y con muchos otros pueblos que se han visto reflejados en sus canciones. Porque Los Arrallanes no sólo cantan: cuentan historias. Y en cada acorde se siente el pulso de la nostalgia, el desamor, la celebración, el barrio y la esperanza.
A lo largo de más de 15 años, esta agrupación ha logrado consolidar un sonido propio, inconfundible. En canciones como Verdaderamente, Bien Jodido y La Envidia, hay una forma de mirar la vida desde abajo, desde el dolor que también se canta, desde la fiesta que no pide permiso, desde la identidad que no se disculpa. Bien Jodido, por ejemplo, es más que una canción: es un lamento con botas y sombrero, un grito honesto de un hombre del pueblo que, entre tequila y llanto, lamenta el adiós de la mujer amada.
Fue gracias al periodista cultural Martín Tamayo que conocí a Los Arrallanes del Pueblo. A pesar de que mi gusto musical cruza por muchas avenidas, debo confesar que me atrapó su versatilidad. Tienen esa rara habilidad de mezclar géneros sin traicionar su esencia: el norteño se funde con los metales del mariachi y las percusiones que recuerdan al tamborazo sinaloense. Esa alquimia sonora los ha llevado a romper el molde y conquistar tanto al público tradicional como a nuevas generaciones que buscan raíces y modernidad en un mismo compás.
No es casual que hayan sido reconocidos en 2023 por los Premios de la Calle, organizados por RB Music y el productor Ricardo Bobadilla. Este galardón, más allá del brillo de una estatuilla, es una declaración: la música popular, bien hecha, con alma y respeto a sus raíces, sigue teniendo un lugar protagónico en la cultura contemporánea.
Ahora, con la mirada puesta en nuevos escenarios, Los Arrallanes del Pueblo afinan los últimos detalles de su gira “Del Pueblo a la Ciudad”, que los llevará a recorrer diversas ciudades de México y Estados Unidos. Y no es sólo una gira: es una declaración cultural. Porque lo que estos músicos hacen no es sólo entretener. Es llevar consigo la voz del campo, la cadencia del rancho, la resistencia de los que no se rinden, y ese sabor a tierra mojada que sólo la música mexicana puede transmitir.
Escuchar a Los Arrallanes es, en cierto modo, volver a casa. A la casa que todos llevamos dentro, aunque hayamos partido hace años. La casa donde la música cura, abraza y nos recuerda quiénes somos.




