Escribir desde Sinaloa, a tres años sin Luis Enrique

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Se cumplieron tres años del asesinato de Luis Enrique Ramírez. Y todavía no encuentro una forma fácil de escribir sobre él. No la hay. No cuando el dolor sigue presente. No cuando su ausencia pesa cada vez que abrimos Fuentes Fidedignas, el medio que él fundó con la certeza de que Sinaloa merecía un periodismo libre, profundo y sin miedo.

Luis Enrique no solo era un periodista brillante. Era un maestro —de la pluma, del oficio, de la vida misma—. Desde que asumí la dirección editorial de este espacio, he cargado con esa herencia que incomoda al poder, pero que es necesaria para la sociedad. Una herencia valiente, peligrosa, profundamente viva en un país donde informar sigue siendo una actividad de alto riesgo.

Hacer periodismo en Sinaloa es caminar sobre filo. Es moverse entre el deber y el miedo. Es reportear con la certeza de que hay temas que se pagan caros. Es publicar sabiendo que hay silencios que convienen, pero que no podemos permitirnos.

Luis Enrique lo sabía. Lo supo siempre. Y aun así escribió. Fundó un medio. Siguió preguntando. Siguió incomodando.

Su crimen, como el de tantos periodistas en este país, sigue impune. Cada aniversario es un grito de justicia que se pierde entre discursos huecos y promesas que no llegan. Pero también es una oportunidad: para recordar, para insistir, para no dejarnos vencer por el miedo ni por el olvido.

Desde Fuentes Fidedignas, seguimos escribiendo porque creemos —como él creía— que el periodismo es un servicio público. Que la verdad incomoda, pero es urgente. Que la memoria no se borra. Que el silencio no puede ser opción.

Hoy, a tres años sin Luis Enrique, no escribo para cerrar el duelo —porque ese duelo no se cierra—. Escribo para decir que aquí seguimos. Que aquí estamos. Que mientras en Sinaloa y en México haya periodistas dispuestos a contar lo que pasa, él sigue vivo en cada palabra que se escribe con dignidad.

Aquí seguimos. Y seguiremos.

No por valentía heroica, sino por convicción. Porque nos negamos a normalizar el miedo. Porque escribir sigue siendo nuestra forma de resistir.

Hoy no solo recordamos a Luis Enrique: lo honramos haciendo lo que él nos enseñó. Escribir, resistir, incomodar. Y, sobre todo, no olvidar.

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