En medio de una ola de violencia que mantiene en alerta a la población, la reactivación de la vida nocturna en Culiacán genera un debate necesario: ¿es una señal de normalidad o una exposición innecesaria al peligro?
Los bares, antros y restaurantes han comenzado a recuperar el dinamismo que perdieron tras operativos y hechos violentos que se registran desde el mes de septiembre. La necesidad económica es un motor innegable para empresarios y trabajadores del sector, quienes no pueden darse el lujo de mantener las puertas cerradas. Sin embargo, la percepción de inseguridad sigue presente entre los ciudadanos.
La paradoja es evidente. Mientras algunos disfrutan de una noche de fiesta, otros evitan salir después de cierta hora, temerosos de quedar atrapados en un enfrentamiento. Esta dualidad refleja la compleja realidad de la capital sinaloense, donde la normalidad se construye a la par de la incertidumbre.
Reactivar la vida nocturna es positivo si viene acompañado de condiciones seguras para los asistentes. Las autoridades deben garantizar que la apertura de estos espacios no signifique exponer a la ciudadanía a situaciones de riesgo. La vigilancia, los protocolos de seguridad y la coordinación con los empresarios del sector deben ser prioritarios.
La pregunta que queda en el aire es si la sociedad culiacanense ha aprendido a convivir con el miedo o si, en su afán de recuperar la normalidad, está ignorando un problema de fondo. La reactivación nocturna es un síntoma de resiliencia, pero también un recordatorio de que la inseguridad sigue marcando la vida diaria.
Culiacán en Movimiento: ¿esperanza o simulacro de seguridad?
El operativo Culiacán en Movimiento, implementado para reactivar la vida nocturna en la capital sinaloense, representa un esfuerzo ambicioso por devolver la confianza a los ciudadanos y revitalizar la economía local. Sin embargo, la pregunta que surge es: ¿estamos ante una verdadera solución o solo ante una medida paliativa en medio de una crisis de seguridad no resuelta?
Por un lado, la presencia de fuerzas de seguridad en las principales zonas de entretenimiento genera una sensación de protección para quienes desean salir a disfrutar la noche sin temor. Restauranteros, empresarios y trabajadores del sector ven con buenos ojos esta estrategia, pues su estabilidad económica depende de que la gente se anime a volver a los bares, antros y eventos nocturnos.
No obstante, esta estrategia también expone una realidad incómoda: la necesidad de operativos especiales para garantizar algo tan básico como salir a cenar o divertirse. ¿No debería la seguridad ser una condición permanente y no una excepción? La violencia en Culiacán no es un problema de percepción; es una amenaza latente que ha cobrado vidas y alterado el tejido social.
Si bien Culiacán en Movimiento puede ser un alivio temporal, su éxito real dependerá de que vaya acompañado de estrategias de largo plazo. No basta con desplegar patrullas los fines de semana; se necesita atacar las causas profundas de la inseguridad y recuperar la ciudad más allá de la vida nocturna.