Antes de que venza el plazo para que Trump cumpla la amenaza de aplicar aranceles por parejo a las exportaciones mexicanas, el gobierno del Claudia Sheinbaum Pardo está obligado a dar un golpe espectacular que le consiga tiempo para que sus enviados a Washington convenzan a los gringos de que el tema tributario no es una buena idea. Y ese golpe no es otro que la captura y eventual desmantelamiento de la organización de los “chapitos”.
Versiones que circularon hace unos días en fuentes del ejército, revelaron que Ivan Archibaldo Guzmán Salazar, heredero del imperio criminal de su padre Joaquín Guzmán Loera, estuvo a punto de ser capturado en Culiacán, aunque otras fuentes aseguran que está fuera del estado. Esto lo precisará al detalle la mesa de seguridad el próximo 25 de febrero, según dijo la presidenta. Capturarlo y extraditarlo a Estados Unidos podría conseguirle a México algunas semanas más para que el equipo encabezado por Marcelo Ebrard y Juan Ramón de la Fuente convenzan a sus contrapartes para que no nos apliquen la quebradora.
La reciente captura de operadores importantes del círculo rojo del Cartel de Sinaloa hacen pensar que la presión del gobierno de Estados Unidos está funcionando y que el desmantelamiento del Cartel de Sinaloa sucederá de un momento a otro. Pero supongamos que logran someter a la “chapiza”, ¿qué pasará con los equilibrios naturales entre las organizaciones criminales que operan en el territorio nacional? Desarticular a un cártel, fortalecería automáticamente a otros grupos mientras no sean combatidos con la misma fuerza que están aplicando en Sinaloa.
A través de muchas décadas, los sinaloenses saben que la preeminencia de la Confederación de Sinaloa que fundaron Ismael Zambada y Joaquín Guzmán impidió que otras organizaciones criminales -como los Zetas- controlaran la salida de drogas del Triángulo Dorado.
Logística y materialmente es imposible que el gobierno desate una guerra simultánea contra todos los grupos que EU considera ya como “organizaciones terroristas”, pero hasta hoy no hay -al menos no conocida públicamente- una estrategia de contención y control en los territorios que vayan recuperando las fuerzas combinadas en estados y municipios.
Esta semana Ismael Mario Zambada García, convertido en vendedor de silencio, lanzó la advertencia del colapso político que se avecina entre ambas naciones si no lo repatrian para ser juzgado en México o lo que es lo mismo “o me regresan o canto”. Es poco probable que el gobierno de Trump lo extradite porque es un insumo muy valioso para tener contra las cuerdas al gobierno mexicano. Trump, chantajista profesional, sabe que gavilán que suelta no es gavilán y no replicará la liberación del general Cienfuegos que más tardó en pisar suelo mexicano que en ser exonerado de sus presuntos crímenes por la Fiscalía General de la República. Este contexto reduce el margen de maniobra de la presidenta que no está en posición de exigir la deportación del capo, aunque haber dicho que lo valorará sea más bien una estrategia de negociación y una exigencia diplomática.
Por lo visto en los últimos días, podemos intuir que algo grande está por suceder para detener los apetitos intervencionistas de Trump. El 4 de marzo está a la vuelta de la esquina.
Saludos cordiales
MM