(Rosario, Sinaloa; 3 de mayo de 1947 – Culiacán, Sinaloa; 11 de febrero de 2025)
Rafael nació dibujante, pero en un principio no lo sabía, solo le gustaba dejar correr el lápiz y la imaginación. Estaba predestinado para ser cartonista, pero no era algo que hubiera deseado, ni siquiera pensado.
Su historia es prueba plena de que el arte no llega temprano ni tarde, no se muestra ni se esconde, solo está ahí para quien pueda verlo, disfrutarlo. Por eso, sin buscarlo ni proponérselo, porque el azar lo quiso, el arte encontró a Rafael en la redacción de un periódico.
Venía de una familia de fotógrafos, donde aprendió a apreciar el valor de las imágenes y las emociones capturadas. Sería fotógrafo igual que su padre y toda una saga de Sánchez artistas de la lente que se dedicaron a tomar fotografías.
Sin embargo, ese no era su camino: su talento artístico innato al que dedicaría su vida con amor puro, entrega y dedicación, sería la caricatura política.
Rafael Sánchez Rendón, Premio Estatal de Periodismo en quince ocasiones como mejor cartón, galardonado por el gobierno del estado de Sinaloa, la Universidad Autónoma de Sinaloa y otras instituciones, tuvo una fructífera trayectoria periodística de cinco décadas.
Como “monero”, caricaturista o cartonista, como se conoce este noble oficio, sus primeros trabajos se publicaron en el Diario de Culiacán e hizo historia en el periódico El Debate, marcando época también en los ochentas en El Diario de Sinaloa.
Fue un hombre con un extraordinario don de gentes, sencillo y tranquilo, que se desarrolló en una época de calor humano y el café entre periodistas. En un tiempo en que la orden de trabajo era diaria, presencial y directa.
Nadie muere mientras sea recordado y su nombre se siga pronunciando. Al dejar este plano y trascender, Rafael deja un legado invaluable como ser humano extraordinario y cartonista político, poseedor de un trazo artístico inigualable y un estilo propio de agudo sarcasmo y contundente ironía que captaba con humor toda la dimensión de una noticia.
Ninguna editorial podía ser más apabullante que un genial cartón de Rafael, cuyo nombre ha quedado escrito para la inmortalidad como un personaje emblemático que marcó toda una época en el periodismo sinaloense.
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LA FAMILIA SÁNCHEZ RENDÓN
Nació el 3 de mayo de 1947 en El Pozole, comunidad rural cercana a El Rosario, cabecera del municipio de Rosario, en el sur de Sinaloa.
Creció en el cálido hogar del fotógrafo Ricardo Sánchez García y Catalina Rendón de Sánchez. Sus nueve hermanos fueron Roberto, Esther, Ricardo, Rodolfo, Raúl, Ramiro Roel y Martha Elisa Sánchez Rendón, y Luis Manuel y Laura Angélica Sánchez Fletes.
Vino a Culiacán desde los cuatro años de edad. Su esposa María Ernestina Moreno Alcaraz también nació en El Rosario y emigró a la capital del estado. Fue así que, siendo rosarenses, se conocieron en Culiacán y se enamoraron.
De hecho, al llegar a Culiacán, las primeras personas que Ernestina vio fueron Alfonso Gastélum Fletes y Rafael Sánchez Rendón.
El pasado viernes 7 de febrero, Rafael Sánchez Rendón y María Ernestina Moreno de Sánchez cumplieron 49 años de casados.
Un día antes, un 6 de febrero, fue su enlace civil. Se casaron por la iglesia el 7 de febrero de 1976. La misa de su boda religiosa la ofició el sacerdote Héctor Orozco Gutiérrez, mejor conocido como el “Padre Jeringas”, a las 19:30 horas, en el Templo de Nuestra Señora del Carmen.
Curiosamente al ordenarse como sacerdote en 1968, el Padre Orozco, sacerdote considerado santo, fue destinado cincuenta días a la Catedral Basílica de Nuestra Señora del Rosario en Culiacán; después, dos meses a la Parroquia del puerto de Topolobampo, y luego transferido a la Capilla del Carmen, como se conoce esta iglesia, con monseñor presbítero José L. Barraza Mota.
Participaron en el enlace matrimonial de sus hijos, por María Ernestina, Jesús Moreno Mayorquín y Carolina Alcaraz de Moreno; por Rafael, Ricardo Sánchez García y Catalina Rendón de Sánchez.
La Capilla del Carmen, construida en 1950 por iniciativa de Monseñor José Barraza Motta, se ubica en la esquina de la calle Francisco Villa y la avenida Jesús G. Andrade, en Culiacán.
El brindis fue en el Sindicato de Recursos, en Epitacio Osuna y Guadalupe Victoria.
Tuvieron tres hijos: Rafael, Jesús Ernesto y José Carlos Sánchez Moreno. Rafael, esposo de la periodista Damaris López Ríos; Jesús Ernesto, quien fue simpático vecino de oficina de un servidor y José Carlos, quien heredó el arte de dibujar.
Con Rafa y Tina compartí hace años, como galardonados, la edición del Premio Estatal de Periodismo otorgado por un comité ciudadano en la Universidad de Occidente, donde además fuimos a un curso de inglés que nos obsequiaron. Fue en esa convivencia que noté que Tina y Rafael habían nacido el uno para el otro. Ya había coincidido con Rafael, ambos como galardonados, en ediciones del Premio Sinaloa de Periodismo que recibimos de manos de los gobernadores Renato Vega Alvarado y Juan S. Millán.
El Premio Sinaloa de Periodismo fue creado en 1971, en el gobierno de Alfonso G. Calderón, y desapareció en 1999, en la administración de Juan S. Millán. El Payo del Rosario de la UAS fue otro galardón tradicional en la conmemoración de los días de la libertad de expresión. En ambos reconocimientos Sánchez se hizo presente.
Sin duda, Rafael está en la exclusiva lista de periodistas galardonados con el récord de más premios de periodismo, ganados a nivel local, con la añadidura de haber obtenido reconocimientos a nivel nacional.
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PERIODISTA POR AZARES DEL DESTINO
Rafael, como ya comenté, fue fotógrafo por tradición y herencia familiar. El padre de Rafael, Ricardo Sánchez García, fue de profesión fotógrafo y en su linaje hubo varios artistas de la lente. De su padre aprendió los secretos de la fotografía.
Por tal razón, probablemente para conservar esa costumbre, su padre Ricardo Sánchez García le dijo un día a su prole:
- Pues bien, hijos, el que no quiera estudiar que no estudie, pero en esta casa va a trabajar conmigo en la fotografía: aquí está la cámara.
A Rafael nunca le gustó la fotografía, pero estudió hasta primero de secundaria y tuvo que cumplir con el mandato paterno. Fue así como comenzó trabajando tomando fotos en bodas, quince años, bautizos y toda clase de eventos sociales.
Su llegada a un periódico quizás fue obra de la Divina Providencia para que se cumpliera el plan que Dios ya tenía trazado para el bien de su vida.
El periodista Juan de Dios López Alvarado, me dijo que en 1971 invitó a Rafael para buscar trabajo juntos en El Diario de Culiacán. Ambos pidieron chamba, Juanito como cronista deportivo y Rafael como fotógrafo de deportes.
Juan de Dios, a quien casi todos le decíamos de cariño “Don Juanito”, era la viva imagen del Quijote, física y espiritualmente: flaco, en los puros huesos, pobre, viejo, de barba blanca, desaliñado y soñador. Fue un personaje entrañable al que tuve la fortuna de tratar en la redacción de la sección deportiva de El Sol de Sinaloa.
Juanito le dijo: - Rafa, vamos a pedir trabajo a El Diario.
Y así fue. Ambos se presentaron a esa casa editorial en busca de trabajo. Sin embargo, por azares del destino el que se quedó empleado como fotógrafo de la crónica deportiva fue Rafael. De esta forma inició su trayectoria periodística de 54 años, que solo fue interrumpida por su muerte.
El Diario de Culiacán se encontraba ubicado por la calle Gral. Antonio Rosales, entre las avenidas Ruperto L. Paliza y Jesús G. Andrade, cerca de donde estuvieron las oficinas de la Asociación de Periodistas de Sinaloa (APS).
Lo digo con conocimiento de causa porque así me pasó a mí: la crónica deportiva, como la sección policiaca, lo mismo gráfica que escrita, era en aquellos románticos tiempos del periodismo sinaloense, un paso casi obligado para acceder a la primera plana de la prensa escrita.
Debo recalcar que la labor era titánica, personal y artesanal. Las cámaras eran analógicas, de rollo, los fotógrafos tenían que revelar e imprimir sus materiales. Los periodistas tenían que escribir sus notas en máquina de escribir mecánica. No había celular ni internet, ni soñar con la tecnología de la que hoy depende la humanidad como si siempre hubiera existido.
Rafael tuvo también que fotografiar actos públicos de todo tipo, incluso de nota roja.
A su llegada al periódico El Diario de Culiacán en 1971, le tocó ser testigo gráfico del movimiento estudiantil de la UAS.
En una refriega estudiantil de puñetazos, volados de izquierda y de derecha, empujones y patadas, alguien le arrebató su cámara fotográfica. Rafael ya andaba de novio con Ernestina y esa cámara fotográfica tenía impreso el nombre de ella.
Don Ricardo, papá de Rafael, era propietario del negocio de fotografía “Artículos fotográficos Rex”, pionero del arte de plasmar la historia en imágenes en Culiacán, mismo que se encontraba por la calle Francisco Cañedo, hoy Francisco Villa, cerca del Parque Revolución, hoy Juan S. Millán.
Luego de ese incidente en el que Rafael perdió la cámara fotográfica que tenía impreso el nombre de Ernestina, Don Ricardo le comentaba a cada visitante, cliente y fotógrafo que se paraba en su negocio: - Le quitaron la Ernestina al Rafa, refiriéndose a la cámara por supuesto, pero con un doble sentido nomás para agarrar a carrilla a su hijo.
En otra ocasión, por la calle Álvaro Obregón, enfrente del Parque Revolución, donde existía una funeraria, le sucedió otro incidente parecido.
Rafael traía el pelo todo alborotado, venía algo alegre después de tomarse varias cervezas y sin camisa, luego de un paseo de fin de semana que había hecho a una playa cercana.
Siempre bohemio, sincero y amigable, esa costumbre playera de fines de semana en el mar no la dejaría a lo largo de su vida.
En esas andaba, cuando escuchó una balacera y sin medir peligro alguno corrió al lugar de los hechos a la vuelta de su casa.
Lo acompañaba su hermano Luis Manuel y capturó muchas imágenes que jamás pudieron ser reveladas puesto que la cámara le fue arrebatada por los malandros y le quitaron el rollo fotográfico.
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DE FOTÓGRAFO A CARTONISTA
A Rafael nunca le gustó la fotografía; lo que le encantaba desde pequeño era dibujar, pero nunca estudió dibujo.
Tengo entendido que dibujaba desde niño y tuvo la influencia de su hermano dos años mayor, que hacía dibujos de vaqueros con dos pistolas en la primaria. Siguiendo el ejemplo de su hermano, trataba de hacer esos vaqueros, pero no podía.
Finalmente desarrolló su habilidad innata para hacer monitos desde temprana edad, esforzándose por hacer esos dibujos de vaqueros que hacía su hermano y haciendo, luego, sus propias creaciones.
Lo máximo que llegó a hacer, como ejercicios para desarrollar su talento, fue comprar pinturas y pinceles para copiar a pulso dibujos de Walt Disney. “No había idea, sino ver el dibujo”, recordaba.
De adulto el dibujo siguió siendo para él un pasatiempo gratificante, la fotografía era un trabajo que hacía por necesidad.
Después de estar con la cámara todo el día haciendo un trabajo que no le gustaba en el Diario de Culiacán, se quitaba el estrés haciendo dibujos y garabatos en las cuartillas, papel corriente que se usaba en máquinas de escribir mecánicas en las redacciones de los periódicos de esos tiempos.
Dibujaba a sus compañeros por diversión. Luego de hacer sus dibujos los tiraba al cesto de la basura.
Al periodista Guillermo Aguilar Camarena, a quien apodaban “El Perico”, lo dibujó como perico. Quizás fue Memo quien juntaba los dibujos que tiraba Rafael y se los llevó al director del periódico que en aquel entonces era el legendario Antonio Pineda Gutiérrez, “Toñico”, quien llegaría a ser decano del periodismo sinaloense.
Memo vivía cerca de la Glorieta donde estaba “La Canasta”, emblemático monumento que se ubicaba donde hoy se encuentra el monumento a Cuauhtémoc. El hogar de Memo era centro de reuniones nocturnas de periodistas para tomar cerveza y jugar dominó y baraja.
No sé si sería “El Perico”, si le pusieron el dedo, o fueron a presumirle los bosquejos al director del periódico, lo cierto es que a Rafael ser cartonista le cayó del cielo porque en 1976, al descubrir su talento, Antonio Pineda Gutiérrez, “Toñico”, le dio una idea a desarrollar y le pidió que la plasmara en lo que sería su primera caricatura política.
- Te voy a dar más ideas, porque aquí no hay caricaturistas. Tu camino no es la fotografía, sino la caricatura – le dijo.
Fue así como su primera caricatura fue publicada en El Diario de Culiacán en 1976. La segunda no la pudo hacer. - No puedo, no sé de política – respondió excusándose en una etapa de nula inspiración que duró tres días: ese fue el primer intento.
Ya como director Francisco Fidel Borbón Ramos, también le insistió e hizo otra caricatura, pero después de esa Rafael ya no pudo hacer más. Siguió como fotógrafo, pero le quedó el gusanito y le hizo la lucha, aunque definitivamente no le salían.
En estos tiempos, el economista Guillermo Millán Morales era el gerente del periódico Diario de Culiacán.
Rafael, de su casa al trabajo, pensaba frustrado en cómo hacerle para dibujar caricatura política. En esa época Rafael vivía en la calle Mariano Escobedo, casi esquina con la avenida Aquilés Serdán, precisamente donde ahora está una gran distribuidora de cerveza. - Algunas me quedaban más o menos. No podía pensar en política y plasmar la idea en un dibujo -, confesó recordando esa experiencia frustrante.
Luego renunció a El Diario de Culiacán.
SU PRIMERA CARICATURA EN EL DEBATE
Al renunciar a El Diario de Culiacán, se fue a trabajar de fotógrafo con su papá y como empleado de mostrador en el negocio de fotografía “Artículos fotográficos Rex”, donde en sus tiempos libres dibujaba y guardaba sus materiales.
Mientras despachaba materiales fotográficos y vendía marcos a sus amigos de toda la vida, los fotógrafos de eventos sociales, empezó a tirar líneas, tratando de plasmar, en forma de caricatura, rostros de personajes de la política.
Un día de diciembre de 1982, Rafael estaba en el mostrador cuando llega el reportero Enrique “El Chino” Alonso y ve sus dibujos, percatándose de su capacidad para la caricatura.
- Esta caricatura está buena, ¿por qué no la publicas? Deja que lleve tus dibujos con los directivos de El Debate -le dijo, al observar su ingenio. -El cartonista que tienen hace caricaturas cuando quiere y a veces deja el hueco vacío-.
Enrique Alonso le mostró los dibujos a José Ángel Sánchez López, director de El Debate. También a Mario Montijo De la Rocha, subdirector del mismo impreso.
Al día siguiente la publicaron.
Así fue como empezó a publicar sus caricaturas en El Debate desde 1982, logrando hacer una diaria desde la primera publicación convirtiéndose, en el monero icónico de este importante medio periodístico de Sinaloa.
Rafa dejó las cámaras de lado para en su lugar, tomar definitivamente lápiz, plumón y papel.
“Nunca me gustó la fotografía. Cuando la dejé no sentí nada. Cuando empecé a hacer caricaturas sentí que esa era mi vocación. Duraba horas en el escritorio sin darme cuenta, la creatividad no tiene horario”, confesó.
Su talento innato para expresar en un dibujo ideas y pensamientos, lo colocó en el lugar que la caricatura política de Sinaloa le tenía reservado. Muy rápido se ganó el reconocimiento de los lectores al dar a sus cartones una dimensión que muy pocos pueden haber imaginado.
Hay que mencionar que el primer caricaturista que tuvo el periódico El Debate, si no me equivoco, fue Raúl Aguilar Valdez “Agui” (1929-1999), quien al parecer publicó su primer cartón en este matutino en el año de 1956.
LA DUPLA DE ÉPOCA EN EL DIARIO: JORGE MEDINA Y RAFAEL SÁNCHEZ
En 1986, narra Jorge Luis Telles Salazar, Rafael Sánchez no lo pensó dos veces para aceptar la invitación hecha a través de Enrique “Chino” Alonso y Heriberto “El Negro” Millán Godínez y sumarse a El Diario de Sinaloa, el periódico más modesto de Culiacán, en una expresión fraterna de hermandad, solidaridad y amor por el periodismo.
Rafael renunció a El Debate, el medio creciente y con más influencia en Sinaloa. También Don Jorge Medina León renunció a El Debate, y se fue a El Diario de Sinaloa.
En la página cinco de El Diario de Sinaloa, ambos integraron una dupla inolvidable que hizo época. Jorge Medina León, autor de la columna “Sinaloa de Frente y de Perfil”, era el articulista más leído en los ochentas.
En esa plana tabloide completa aparecía la caricatura en la parte superior y la columna de Jorge Medina León en la parte de abajo, convirtiéndose en la página más sólida del periódico.
En 1993 Rafael regresa a El Debate, esta vez para siempre, luego de sucumbir El Diario de Sinaloa–según recuerda Jorge Luis Telles Salazar-, así como cerraron otros periódicos impresos de Culiacán, tras la partida física de algunos de sus participantes y por los avances de la tecnología moderna.
En toda su trayectoria en El Debate, Sánchez acumuló casi 20 mil caricaturas publicadas, con ese estilo tan especial que él tenía. Su madurez e influencia calaron más hondo que la pluma del más diestro editorialista.
“Uso papel bond, lápiz normal y después plumones de punta gruesa. Sigo dibujando como empecé”, comentó.
A sus tres décadas como caricaturista, su esposa publicó -como un regalo de amor- el libro titulado “30 Años de Buen Humor”. Cuando lo presentó, en el Museo de Artes de Sinaloa, los comentarios fueron de Óscar Lara Salazar, David Rubio Gutiérrez y Francisco Arizmendi.
En 2024, la Asociación de Periodistas de Sinaloa, que preside Juan Manuel Partida Valdez, le rindió un merecido homenaje en reconocimiento a su incansable labor. También el gobernador Rubén Rocha Moya le hizo un público reconocimiento. Y Francisco Arizmendi le hizo una amplia entrevista en diciembre de 2024.
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VALE MÁS LA IDEA QUE EL DIBUJO: SÁNCHEZ
“El problema no es dibujar, sino tener la idea: vale más la idea que el dibujo. El mensaje que das es lo que cuenta”. Para Rafael Sánchez, el secreto de su trabajo fue el desarrollo adecuado de la idea y su expresión a través de la caricatura, utilizando lo menos posible los textos, centrándose en un mensaje directo.
Así lo precisó también en la exposición “La línea tras la idea”, montada en la Galería de Arte Moderno del Recinto Genaro Estrada. Una de las pocas exposiciones en las que mostró su arte como cartonista.
Al exaltar el trabajo de Sánchez, Óscar Lara Salazar dijo en una ocasión:
“El oficio de monero en los medios impresos tal vez no es valorado con justicia a pesar de la gran tradición que existe en nuestro país desde tiempos de José Guadalupe Posada. Ya es común aceptar que la caricatura política ha sido, a través de la historia, uno de los medios más diáfanos para expresar una postura crítica respecto a nuestra realidad social y política, humor e ironía”.
Asentó lo anterior al señalar que la prolífica trayectoria de Rafael Sánchez es un estímulo para revalorar el trabajo del caricaturista.
En palabras de Herberto Sinagawa Montoya:
“Rafael Sánchez es un monero hecho bajo la influencia de Rius y Abel Quezada. ¿Quién no recuerda ese Rius magistral de los supermachos y los agachados? ¿Quién no protege contra la erosión de la memoria aquel cartón en negro, sin siquiera una cruz, con la que Abel Quezada sancionó y enjuició la brutalidad de Díaz Ordaz y Luis Echeverría en la horrible matanza de Tlatelolco en 1968?
“Rafael Sánchez recoge de la calle el rumor y lo transforma, en un acto portentoso de alquimia, en denuncia pública. Pero para dictar esa lección de alta justicia, el cartonista no se deja maniatar por la rabia del momento, sino que reflexiona, pondera y, luego, sanciona con la pluma implacable, la misma que empuñó José Guadalupe Posada”.
Su pluma no respetó pelo ni color. No tuvo otro patrón que la gente de la calle, esa gente silenciosa, sin voz.
LA IGLESIA DEL CARMEN, EL INICIO Y EL FIN
El 7 de febrero de 2007 le fue practicado un procedimiento de cardiología intervencionista. Tenía tres arterias tapadas. Obtuvo una segunda oportunidad de vida.
Era su amigo y médico cardiólogo, el también rosarense Dr. Manuel Galván Carrasco, subdirector médico del Hospital General de Culiacán, quien siempre estuvo pendiente de su estado de salud y su evolución.
En los últimos años, Rafael Sánchez visitaba regularmente las áreas hospitalarias para su hemodiálisis.
El cartonista falleció, a los 78 años de edad, la mañana del martes 11 de febrero de 2025 y fue velado en compañía de su familia y amigos en la funeraria San Martín en Culiacán. La misa fue a las cuatro de la tarde del miércoles 12 de febrero en la iglesia del Carmen, recinto donde se casó con Ernestina 49 años antes. Después fue sepultado en el Panteón San Juan. Ahí descansa Don Rafa.
Ernestina escribió, hace dos décadas, en el libro “30 años de buen humor”:
“El sentido del humor y “la carrilla” es el sello en la Sanchada, como se refieren a su familia, herencia del pilar de la misma, Don Ricardo Sánchez García, y de ello pueden dar testimonio muchos de los fotógrafos o los hijos de los mismos. En la familia Sánchez la mayoría son bohemios, tocan la guitarra, cantan y hay de todo como en botica. La mamá de Rafael siempre se refería a él de la siguiente manera:
- Pobrecito de mi hijo, no estudió, no sabe manejar, no sabe tocar la guitarra.
Si ella viviera estaría muy orgullosa de él; de ella heredó la sencillez y los buenos sentimientos, fue una gran mujer, el prototipo de la madre abnegada de los tiempos pasados”.
Así es, Rafael Sánchez Rendón fue un cronista de la noticia, de la historia hecha dibujo. De la denuncia social plasmada en cartón. Sinaloa pierde un icono de la caricatura de finales del siglo XX y principios del siglo XXI.
Cada cartonista tiene su estilo propio, producto de su historia de vida y largas horas sobre el papel. De esa forma, Rafael nos entregó su percepción gráfica en fragmentos artísticos tomados de la realidad.
Su caricatura política expresó durante casi medio siglo la opinión de los que no tienen voz, y encendió el fuego de la conciencia social con su característico sentido del humor, que prevaleció siempre por encima de las más dolorosas realidades.
Dejaré fuera de esta historia los reclamos que le llovieron por una caricatura que fue sacada del bote de la basura para ser publicada y despertó la ira de quienes, con manifiesto encono, pretendieron censurarla.
Como dibujante conoció la vulnerabilidad y los riesgos que enfrentan los caricaturistas políticos, sobre todo con los adversarios del humor, generalmente personas que representan alguna autoridad, inconformes con ser retratados y exhibidos con crítica, sátira e ironía.
Rafael fue uno de los insignes de la caricatura sinaloense, pero su obra, que perdura, seguirá dándole vida, porque los artistas como Sánchez nunca mueren. Sánchez vivirá por siempre a través de sus emblemáticas caricaturas.
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