Adiós al PRD

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El Partido de la Revolución Democrática perdió el registro nacional. En su momento, fue el partido político de los movimientos sociales, de la defensa por la democracia, de la soberanía nacional, de la distribución equitativa de la riqueza, de la igualdad de género, del reconocimiento a la diversidad y de las causas justas.

El PRD nació grande, con la herencia del Partido Comunista Mexicano y las expectativas de trascender el fraude electoral de 1988. Así se formó un movimiento político, social y electoral que, de alguna manera, cimentó lo que hoy conocemos como Cuarta Transformación.

Sería una ingratitud negar sus aportaciones a la democracia mexicana y soslayar su papel protagónico en la construcción de un proyecto alternativo de nación. Hablar del PRD significa pensar en las otras ideas, en poner en el debate otra forma de hacer política, en recuperar el sentido social de lo público y reconocer la diversidad de un país tan complejo como lo es México.

Su formación, esa extraña y contradictoria unión entre el ala nacionalista del PRI (en ruptura) y los líderes históricos de la izquierda social, marcarían la tercera vía para el electorado mexicano, al menos hasta el 2012. La firma del Pacto por México sacudió a su militancia de base, especialmente a uno de sus grandes líderes, Andrés Manuel López Obrador.

Desde la fundación de morena como asociación civil en 2011 y su oficialización como partido político tres años después, el PRD no se recuperó de su debacle. Sus dirigentes apostaron estos últimos años por mantener el registro, garantizar las prerrogativas del partido para el pago de burocracias y repartir las posiciones plurinominales para los líderes de las corrientes.

Bajo el lema de la nueva izquierda, se apartaron de la construcción de la Cuarta Transformación y del éxito de los partidos que lo acompañaron durante el siglo XXI. Tan solo basta con observar los destinos del Partido del Trabajo y de Movimiento Ciudadano (antes Convergencia). El primero se afianza como aliado en busca del cogobierno, con los matices que cada caso sugiera, y el segundo se aleja de la quimera tripartita, en busca de la construcción de la Cuarta Vía.

El PRD no estuvo a la altura de la politización del pueblo de México en los últimos tiempos. Se alejó de la calle, generó alianzas contradictorias a su plataforma política para garantizar espacios, apostó por la política copular, cerró los espacios de diálogo y deliberación, desterró la autocrítica y envejeció en el poder perpetuando liderazgos.

Más que reír por los destinos del sol azteca, los simpatizantes de morena deben conocer la historia del que fuera el partido político más importante de la izquierda mexicana pues muchas de sus luchas hoy forman parte del proyecto de nación.

Y sobre sus errores, hay algo más que alinearse a los partidos del viejo régimen. Aquella frase de Milan Kundera en la Insoportable Levedad del Ser es ilustrativa. “Los amores son como los imperios; cuando desaparece la idea sobre la cual han sido construidos, perecen ellos también”.

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