Estudiar el comportamiento de los animales durante un eclipse solar es una tarea ardua y complicada, debido a la escasez y brevedad de estos fenómenos.
En épocas pasadas, la gente solía reaccionar con temor y asombro ante un eclipse solar, al tratarse de un fenómeno que no entendían. Ahora lo comprendemos, sabemos cuándo va a suceder e incluso lo esperamos, pero el resto de especies animales no tienen este conocimiento y este fenómeno puede desconcertarles e incluso asustarles.
Estudiar el comportamiento de los animales durante un eclipse solar es laborioso y complicado. Se trata de eventos escasos y que duran un tiempo muy limitado, por lo que hay una ventana muy corta para observar y recopilar datos. Además, estos siempre serán incompletos, ya que los eclipses se producen sobre una franja concreta de la superficie terrestre, de modo que cada vez solo será posible observar el comportamiento de la fauna local y, hasta cierto punto, extrapolarlo.
¿CÓMO HAN REACCIONADO LOS ANIMALES EN ECLIPSES SOLARES ANTERIORES?
En el último siglo se han realizado observaciones sobre el comportamiento de los animales durante un eclipse solar, y lo que se ha observado es que sus reacciones son dispares: así, mientras algunos simplemente se adaptan a su comportamiento crepuscular como si se hiciera de noche, otros no se dejan “engañar” y algunos se muestran atemorizados por el fenómeno.
Las observaciones se han podido realizar con más facilidad en animales domésticos. Así, por ejemplo, se ha podido ver que las vacas que pastan en el campo regresan a sus establos como si estuviese llegando la noche. En entornos rurales, también se ha observado que muchos animales como los pájaros y las ranas adoptan rutinas crepusculares.
Los gatos y perros pueden reaccionar con miedo ante el eclipse, pero no por el fenómeno en sí, sino porque la oscuridad llega a una hora inesperada, lo cual distorsiona su rutina y les hace sentirse confundidos. Además, los eclipses son breves y al cabo de un rato vuelve a salir el Sol, haciendo la situación aún más confusa para ellos.
En cuanto a los animales salvajes, es más difícil evaluar de forma rigurosa su comportamiento ya que depende en muchos casos de la suerte de tenerlos a la vista durante el breve tiempo que dura el eclipse. Resulta especialmente complicado en el caso de los cazadores, ya que son más discretos y si se quiere observarlos hay que rastrearlos desde horas antes.
Con los herbívoros resulta más sencillo, especialmente con los de gran tamaño: en 2001, por ejemplo, se observó que durante un eclipse solar sombre Zambia, las jirafas se pusieron a correr cuando empezó el fenómeno, ya que por la noche es cuando están más activos sus depredadores; y en cambio, cuando regresó la luz solar, volvieron a comer de los árboles como si nada hubiera pasado.
Los zoológicos son uno de los pocos lugares en los que es posible observar detenidamente la reacción de muchas especies salvajes. En general, en eclipses anteriores no se ha observado un cambio significativo en el comportamiento de la mayoría de los animales más allá de una confusión momentánea durante el fenómeno y en los minutos sucesivos.
Sin embargo, hay especies a las que les genera un estrés que puede incluso desembocar en conflictos. En otros casos las reacciones pueden ser distintas, como es el caso de algunas tortugas que se aparean por la noche y que pueden intentar hacerlo durante este fenómeno; algo bastante complicado ya que, en el mejor de los casos, el eclipse total durará poco más de cuatro minutos.
¿CREEN LOS ANIMALES QUE UN ECLIPSE ES COMO LA NOCHE?
No exactamente, y eso es lo que hace que puedan reaccionar de forma extraña. Los animales perciben los factores que acompañan a la llegada de la noche – la disminución de la luz y una cierta bajada de las temperaturas – y esto choca con su reloj biológico, que les dice que todavía debería ser de día.
Como antes mencionábamos, lo que más altera a los animales es que un eclipse llega de forma inesperada, mientras que el anochecer es gradual y les da tiempo de prepararse para su rutina nocturna. Por lo tanto, para ellos es algo parecido a una noche pero al mismo tiempo no lo es.
Muchos animales, además, no son propiamente nocturnos sino crepusculares; es decir, aumentan su actividad en las horas de poca luz como el amanecer y el anochecer. Los eclipses solares son tan rápidos que se saltan esta fase, pasando del día a la noche en cuestión de minutos y haciendo que los animales crepusculares se sientan todavía más confusos.
Tanto las especies crepusculares como las propiamente nocturnas pueden encontrarse con un problema que les deje confundidos y hasta que altere sus ritmos circadianos: despertarse con el eclipse para empezar su rutina nocturna y, a los pocos minutos, encontrarse de nuevo en pleno día.
Se ha observado que algunas especies que incrementan sus vocalizaciones durante la noche, como los búhos o los coyotes, así como las aves que cambian sus patrones de canto según la hora del día, también lo hacen durante un eclipse. Sin embargo, los científicos también han observado que los cantos de los pájaros mientras dura el fenómeno corresponden a reacciones de “miedo o asombro”.