París era una fiesta resguarda las memorias de Ernest Hemingway de aquella generación de escritores que se adentró en la capital francesa durante los años 20 del siglo pasado. En sus páginas están los testimonios de las bohemias, encuentros de diálogo y fraternidad, de personajes como Scott Fitzgerald, Pablo Picasso o Ezra Pound. Las cafeterías son protagonistas pues atestiguan el trazo de las plumas de una generación que, como todas, fue calificada por perdida por los representantes de las anteriores, pero ¿qué hace a una generación perderse? Para Gertrude Steinson jóvenes que no le tienen respeto a nada, que solo se emborrachan hasta matarse. Un joven Hemingway replica diciendo que todas las generaciones se pierden por algo y si no se han perdido, se perderán.
Hoy los jóvenes de mi generación buscan dejar huella representando a sus partidos políticos en cargos de elección popular. Muchos otros se encuentran en la administración pública, siendo protagonistas en la toma de decisiones o asistiendo tras bambalinas a figuras políticas. Un sector no menor intenta construir militancia desde el partido. Pocos, los más escasos, continúan en la calle desde el activismo y las universidades generando comunidad en favor de las causas justas. Pienso en ellos, en todos.
Los años pasan, el tiempo no se detiene. Las burocracias son un apando que destruye iniciativa y pulveriza actitudes. Las generaciones de jóvenes militantes se decantan en dos extremos: el continuar por un camino incierto marcado por las añejas leyes del poder y las coyunturas políticas, o el ejercicio de las convicciones desde la vida cotidiana. Esta última significa priorizar el trabajo, la familia y atender los problemas de todos los días. Pensar en una tercera vía es necesario.
La definición de candidaturas marca un antes y un después. Buscarlas, generar condiciones para obtenerlas, es muy complicado. Como lo anticipara Arnaldo Córdova en la formación del poder político en México, se imponen los compromisos familiares, económicos y de grupo. Por ello no pueden ser un fin para las nuevas generaciones. El riesgo está en no aceptar su origen y desaprovechar el tiempo que puede ser empleado en otras formas de hacer política.Preocupa que la búsqueda de espacios termine en un laberinto sin salida.
Hay muchas agendas que esperan ser adoptadas por juventudes con iniciativa, como la tradición de izquierda lo marca. Por mencionar algunas, están las luchas por la democratización de las universidades autónomas, la creación de una red popular de comunicación que exponga de forma creativa los avances y logros de la 4T frente a las embestidas mediáticas de los medios de comunicación tradicionales, la organización popular desde los barrios y las comunidades con mayor desigualdad para contribuir a la solución de problemas más allá de las acciones paternalistas de gobierno, o la creación de agendas culturales colectivas en aras de la construcción de paz.
La pereza es un daño colateral de las burocracias. El relevo generacional debe pensar en el aquí y ahora. Si estamos condenados a perdernos, como lo anticipa Hemingway, que sea por las causas perdidas, las que más valen la pena, y no por promesas o expectativas tan superficiales. Queda mucha calle desde abajo.