Un buen candidato escucha, investiga, aprende y recorre las calles. No se cree ganador, no procastina, tiene su meta clara, y tiene una estrategia y un plan de acción para llegar a ser el ganador.
El buen candidato no le pide a chat GPT que haga sus discursos, ni confía únicamente que con las redes sociales va a ganar las elecciones; el buen candidato se deja asesorar por expertos, no toma decisiones basadas en la opinión de su familia, ni de sus compadres.
El buen candidato prefiere caminar, escuchar a los votantes, no gasta dinero y tiempo en reuniones gigantes con artistas de renombre, porque sabe que las plazas llenas no significan votos en las urnas.
El buen candidato no hace videos ridículos para redes sociales, sabe que la comunicación de su campaña obedece a una estrategia que está enmarcada en su votante ideal y con tiros de precisión atrae a su campaña a votantes reales.
El buen candidato no espera a iniciar su campaña el día que pueda hacer proselitismo político abiertamente, él y ella saben que no desperdiciaron el tiempo, hicieron alianzas, investigaron previamente, pulieron su imagen, se prepararon en técnica vocal, en media training y en cómo conectar con sus votantes a través de discursos cortos, pero que le hablen directamente a sus necesidades y miedos.
El buen candidato jamás se da por vencido, no importa cuántas veces reciba un no, él y ella saben que, si siguen buscando y trabajando con disciplina, tarde que temprano van a obtener un sí.
El buen candidato sabe que el camino no es fácil y no da importancia a comentarios mal intencionados, él sabe que muchos de ellos provienen de terceras personas que lo único que quieren es no verlo triunfar.
El buen candidato, aprovecha esta columna y se pone a trabajar.