Por Horacio Malcampo Moreno
La compleja relación entre la influencia hegemónica de Occidente en la identidad cultural y el desarrollo de la inteligencia artificial exige una evaluación crítica. La hegemonía cultural occidental, construida mediante la imposición de una única cultura y forma de pensamiento, ha generado exclusión y marginación hacia otras culturas y formas de conocimiento.
Dussel, influenciado por la filosofía de la liberación, argumenta que la dominación cultural occidental ha influido no solo en la estructura política y económica global, sino también en la configuración de paradigmas cognitivos y sistemas de conocimiento. En el ámbito de la inteligencia artificial, esta hegemonía se manifiesta a través de la imposición de modelos y algoritmos que reflejan una perspectiva occidental del mundo, potencialmente perpetuando desigualdades y discriminación al excluir otras formas de conocimiento. A pesar de la aparente objetividad de la inteligencia artificial, su desarrollo históricamente ha estado marcado por la brecha de género y la exclusión de minorías, diseñándose desde una perspectiva de hombres blancos de élite.
Esta orientación particular puede resultar en la perpetuación de sesgos y discriminaciones en la inteligencia artificial, generando consecuencias adversas para grupos marginados y vulnerables.
La diversidad cultural y epistémica, según Dussel, no es simplemente una cuestión de inclusión superficial, sino un cambio profundo en la forma en que concebimos y desarrollamos la inteligencia artificial. Implica reconocer y valorar la riqueza de las experiencias y conocimientos de diferentes culturas y comunidades. Al abrazar esta diversidad, no solo se enriquece la inteligencia artificial con una gama más amplia de perspectivas, sino que también se desafía la noción de que una única forma de pensamiento puede prevalecer como universal.
Reconocer la naturaleza social y política de la inteligencia artificial va más allá de la simple comprensión de su funcionamiento técnico. Implica considerar cómo estas tecnologías impactan a las comunidades, refuerzan o desafían las estructuras de poder existentes y contribuyen a la formación de la realidad social. Este reconocimiento es esencial para empoderar a las comunidades marginadas y para evitar que las tecnologías de inteligencia artificial se conviertan en herramientas de consolidación de poder para unos pocos.
El primer paso para recuperar el control de estas tecnologías, como señala Dussel, es la conciencia de su naturaleza intrínsecamente política. Esto implica que las decisiones sobre el diseño, desarrollo y aplicación de la inteligencia artificial deben ser conscientes de su impacto social y cultural. Solo cuando la sociedad en su conjunto asume esta responsabilidad y participa activamente en la definición de los marcos éticos y legales que rigen estas tecnologías, se abre la oportunidad de construir un futuro más equitativo y justo. En este sentido, la lucha contra la hegemonía occidental en la inteligencia artificial se convierte en una lucha por la democratización del conocimiento y la tecnología, un paso crucial hacia un futuro donde la diversidad y la equidad sean valores fundamentales.