Estamos viviendo la era de las muertas de México.
Recuerdo que en mi infancia, en los años 90´s, veía como lejano el caso de las muertas de Juárez, casi como ciencia ficción, algo que donde vivo jamás pasaría.
El año pasado, el caso de Debanhi Escobar, se convirtió en el rostro visible de la violencia contra las mujeres en México, vuelve a poner el foco en un crimen que no se detiene en el país: los feminicidios. Pero no es necesario irnos a otros estados para percatarnos la saña con la que matan a las mujeres, a muchas de ellas los hombres que en un momento dijeron amarlas:
No olvido a Kareli, asesinada por su pareja a machetazos en Culiacán; recuerdo a Martha Angélica, ultimada por su esposo con un cuchillo de cocina en Guasave; tengo presente a Itzel, a quien le quitaron la vida a martillazos en El Fuerte; jamás olvidaré a Dayana, a quien un policía condecorado de Navolato apagó la luz de sus ojos cuando ella tenía ocho añitos.
Todos estos casos, hacen que ahora sea normal compartir mi ubicación en tiempo real cuando tomo un servicio de transporte porque quién sabe lo que pueda pasar. Ahora pienso que si algo me llega a pasar dirán que yo me lo busqué y la culpa sería mía: porque salí sola, que tomé, mi ropa, pero pocos se interesarían en el agresor.
Las cifras…
Lamentablemente, llegamos al momento en que cada día son asesinadas 10 mujeres en el país. Más de 10 mil mujeres fueron asesinadas en México desde 2012, pero menos del 20 por ciento han sido juzgados como feminicidios. Miles de ellas fueron asesinadas a balazos, descuartizadas, violadas, asfixiadas o golpeadas hasta morir y no fueran reconocidas como víctimas de feminicidio.
Seguiremos protestando porque el 50% de los feminicidios en México no son consignados ante la justicia, y en cerca del 90% prevalece la impunidad. Porque a pesar de abrir una carpeta de investigación, salir a la calle con una veladora, buscar a las autoridades y gritarles de frente, de nada ha servido y nos siguen matando por el hecho de ser mujer.
¿Cuándo terminará?
Lo que vivimos, no es un problema de un sólo gobierno, es el resultado de una estructura social decadente que se vienen arrastrando por muchos años.
Las cosas van a cambiar hasta que dejemos de romanizar el abuso, cuando ya no estemos dispuestas a aguantar maltratos por “amor”, dependencia, manipulación o por los hijos, cuando dejemos de ver a la mujer incompleta porque está soltera, cuando aprendamos que la vida de otros no nos pertenece, cuando dejemos de revictimizar por la ropa que usaba, el sitio donde estaba y todos esos señalamientos que llevan al “ella se lo buscó”.