Llevar una vida como “culichi” es vivir una vida desechable, es vivir con miedo. No sabes si te va a tragar una alcantarilla, si te tocará una bala perdida o si matarán a alguien frente a ti.
Si haces enojar a “alguien que no debes”, te matan; si tocas tu claxon a “alguien que no debes”, te matan; si sales a divertirte, te matan; si comes con tu familia en un lugar de moda, te matan; si intentas coquetear con alguien, te matan; si eres mujer, te matan; si eres estudiante, te matan; si eres niño, te matan; por estar en un lugar “donde no debes”, te matan.
Eres desechable porque una persona que basa su autoestima en el dinero que tiene y en el poder de las armas que porta, es quien decide si vives o no. La vida de los sinaloenses está en manos de una minoría que va carcomiendo poco a poco lo más preciado que tenemos, nuestra libertad.
Nos arrancaron la oportunidad de vivir sin miedo, pero nos han obligado a ver con normalidad la violencia y el temor de no regresar a casa.
Algo no cuadra
Estás en tu trabajo, escuchas las sirenas, te enteras que enfrente asesinaron a un joven dentro de una tienda al pleno mediodía, le dan seis disparos frente a sus compañeros de trabajo y clientes, pero no te sorprende.
Estás cenando en una taquería de tu colonia, llega un hombre y dispara a un comensal frente a su esposa y su hijo, pero al siguiente día sigue la vida con normalidad y el negocio vuelve a abrir. A eso nos tuvimos que acostumbrar, a ver la muerte de cerca.
Es día del padre, tienes 15 años y estás esperando a un familiar para ir a celebrar. En el establecimiento de enfrente matan a un hombre y las balas te alcanzan. La celebración se convierte a tragedia.
Los tres hechos sucedieron durante la última semana en Culiacán, y en esta misma semana las autoridades presumen que han ido a la baja los homicidios, pero la saña con que se cometen es peor y suceden en lugares públicos. Algo no cuadra, no hay nada que valga la pena presumir.