Luis Enrique Ramírez creó escuela con una pluma filosa y refinada

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A estas alturas decenas de analistas, columnistas, periodistas, etc. se han sumado a la exigencia de justicia por el asesinato del gran periodista Luis Enrique Ramírez; no es para menos. Hay personas que influyen en generaciones completas cuando su trabajo sobrepasa a la persona. Luis Enrique fue un hombre que creó escuela en Sinaloa con una pluma filosa, pero bien decorada de refinación estética. 

Luis Enrique fue periodista y maestro. Como pocos, fue generoso en brindar consejos y espacios a quienes se lo pedían. Para muestra un servidor. Luis Enrique fue la primera persona que me ofreció un espacio en su portal Fuentes Fidedignas, aun sin conocerme.  Un día decidí comenzar a escribir columnas, pero no sabía dónde. A los periódicos importantes no les interesaba dar espacios a desconocidos o principiantes.  Fuentes Fidedignas fue de los primeros portales de noticias en internet que cobró fuerza en Sinaloa. Recurrí a Twitter para contactarlo. Me ofreció una cita en un café. 

Los dos aparecimos puntuales a la cita. Luis Enrique llevaba algunos libros bajo el brazo (siempre llevaba libros las veces que me tocó verlo). La plática fue fluida. Me preguntó por qué quería escribir. Era un gran conversador. Siempre tenía anécdotas que compartir de sus años como periodista en la CDMX. Tras una media hora de plática, me solicitó leer alguno de mis escritos. Le mostré dos. Ahí mismo me dijo que el espacio era mío. Que tenía que escribir tres días a la semana. Me parecieron muchos días; si embargo, en ese momento me ofreció uno de los mejores consejos que recibí en mi vida: “Si quieres escribir tienes que aprender escribiendo”. Esas palabras se me quedaron grabadas. Comprendí que escribir era un acto de disciplina, aunque no tuviera las ganas y el tiempo para ello.  

Fueron cerca de tres años que tuve mi espacio en Fuentes Fidedignas. Sin duda, ese periodo de tiempo fue el más prolijo en cuanto a la cantidad de columnas que escribí en mi vida. La mayoría fueron muy malas (seguramente lo siguen siendo), pero tuve algunos éxitos y Luis Enrique nunca dudó en felicitarme; no sólo eso, de vez en cuando replicaba mis ideas en su propia columna o de plano me criticaba abiertamente por alguna de mis posturas. Para mí, que un maestro de su tamaño se dignara a tomar en consideración alguna de mis ideas para refutarlas era un privilegio. Lo agradecí enormemente. 

Mi tiempo en Fuentes Fidedignas llegado a su fin. El ciclo se cerró en buenos términos. Dejé de escribir para ese portal, pero mi carrera como opiniónologo no existiría sin esa oportunidad. Deje de colaborar para el portal de Luis Enrique; sin embargo, nunca dejamos de estar en contacto de manera virtual. De vez en cuando reaccionaba y comentaba en mis publicaciones en redes sociales para mandarme recomendaciones en privado. Lo agradecí infinitamente.

El asesinato de Luis Enrique duele. Duele mucho a los sinaloenses que nos arrebaten las pocas voces críticas y elocuentes que teníamos.  Era un periodista y muchas veces militante de sus propias convicciones. Pocas veces se escondía en una mal entendida objetividad. Sus opiniones eran fuertes y claras, algunas veces hasta subidas de tono, pero pocas veces faltaba a la verdad. Sus ataques eran frontales sin cortapisas; por otro lado, cundo quería apoyar a alguno de sus amigos de manera lo había de manera abierta y franca en sus espacios. No temía a la crítica; no escondía sus afectos.

Hay una generación de periodistas sinaloenses que cayeron y callaron violentamente. Humberto Millán, Javier Valdez, Luis Enrique Ramírez y otros tantos se fueron por la maldad de personas que no toleraban ver que sus nombres fueran exhibidos o sus miserias señaladas. Sinaloa no merece más feminicidios, no merece más asesinatos de periodistas, no merece más asesinatos de policías. NO MERECE UN SOLO HOMICIDIO MÁS.  Las autoridades se lamentan y condenan, no tienen capacidad para hacer más. Algunos lo intentan; la mayoría falla miserablemente. 

¡Gracias, Luis Enrique! Gracias por enseñarnos que la crítica le duele al poder. Gracias por mostrarnos que unas cuantas palabras arrodillan a los más encumbrados. Gracias por mostrarnos que una persona en solitario puede poner a temblar a las estructuras más poderosas que el dinero puede comprar. ¡Justicia para ti! ¡Justicia para todos! 

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