En otras generaciones eran síntomas de ‘caballerosidad’ o hasta una demostración de verdadero amor, pero son micro machismos.
Hay conductas profundamente arraigadas en las relaciones interpersonales que en ocasiones ni nos damos cuenta que denotan micro machismos que podrían derivar en serios problemas. A veces son evidentes y en ocasiones no somos conscientes de que ocurre… En otras generaciones eran síntomas de ‘caballerosidad’ o hasta una demostración de verdadero amor.
Pero los tiempos han cambiado y los roles tradicionales de género se han transformado a favor de la igualdad y en contra de la inequidad de un género sobre otro.
Celos.
Nos enseñaron a pensar en que si nuestro novio nos cela, es que verdaderamente se preocupa por nosotras. Pero se trata de una inseguridad del individuo y podría derivar en violencia psicológica y control.
«Eres mía».
Nos han enseñado que amar significa poseer a la otra persona. Incluso algunas mujeres lo expresan al decirle a su novio «soy tuya». Pero este gesto que de principio podría sonar hasta romántico, no hace más que encender la bandera amarilla para alertarnos de una relación que más que amor, es «posesión» y que podría derivar en violencia de pareja. La posesión se traduce en apego y hasta en olvidar nuestra individualidad.
El amor lo perdona todo.
En ocasiones, los micro machismos ni siquiera vienen de los hombres, sino de las mujeres. En otras generaciones estaban acostumbradas a perdonarlo todo por amor, incluida la violencia. La normalización del conflicto, la falsa idea de que en el amor hay maltrato y la creencia de que, si es amor verdadero, deberías aguantarlo todo (hasta golpes)… ¡No!
«Qué suerte, tu marido te ayuda en casa».
Así como el mesero manifiesta, con la cuenta, los micromachismos con los que lo educaron, seguramente te ha tocado platicar con una amiga que también expresa sus postura con una frase tan sencilla como agradecer que tu pareja te «ayuda» en las labores del hogar. De por sí, si tu marido no mueve ni un dedo ya habría una bandera de alerta, pues debería ser consciente que, como habitante de ese hogar, también tiene responsabilidad en las tareas de limpieza. Que espere a que solo tú lo hagas, y tú lo permitas, nos regresa al punto número 3.
La cuenta en un restaurante es para él.
Hablando de conductas que muchas mujeres fomentan, es un simple gesto como esperar a que él pague todo. De hecho, ese micromachismo se nota desde el momento en el que el mesero asume que se la debe dar a él. Y ni entremos en situaciones incómodas como cuando el mesero asume que él pidió una cerveza y tú un agua mineral. ¿Te ha pasado?