El mito de terror no se considera un “monstruo” cuando se trata de discriminar por sexualidad o identidad sexual
En 1988 se estrenaba Chucky, el muñeco diabólico, la cinta dirigida por Tom Holland y pensada por Don Mancini, donde un psicópata llamado Charles Lee Ray (Brad Dourif) resucitaba en el cuerpo de un muñeco pelirrojo. El tiempo le ha brindado multitud de anécdotas al psicópata de plástico: ha matado decenas de personas, ha sido objeto de culto, ha tenido novias y descendencia de plástico, y ha inseminado una humana siendo un muñeco. Pero, con el estreno de la serie que continúa su historia, posiblemente llega uno de sus logros más inesperados: que Chucky sea considerado un aliado de la comunidad LGTB.
No es difícil colocarle esta etiqueta tras el estreno de la serie Chucky, que se encuentra en emisión en Estados Unidos aunque en España no llegará hasta el mes de enero en Syfy. En una conversación con un chico adolescente y homosexual, el psicópata cuenta que tiene prole y es de género fluido. “¿Y no te importa?”, le pregunta. “Bueno, no soy un monstruo”, responde él con su habitual tono cínico. En resumen, incluso Chucky tiene más respeto por los derechos de las personas LGTB que ciertos partidos políticos.
El muñeco tolerante
En la nueva serie, Chucky dice que acepta a su descendencia ‘queer’ y de ‘género fluido’ porque ‘no es un monstruo’
El personaje se refería a Glen/Glenda, su descendencia presentada en La semilla de Chucky (2004) y que se identificaba con los dos sexos. Era un paso más en una saga cinematográfica que mezcla terror y humor. ¿El motivo? Don Mancini, el creador del personaje, es abiertamente homosexual y ha introducido de forma más o menos consciente la diversidad a su universo, aunque esto haya significado que le llamaran “mariconazo” por transformar a Chucky en algo tan gay, según él mismo confesó en una entrevista para Xataka.
Mientras en 1988 le podía resultar complicado introducir ciertos elementos o puntos de vista, con el tiempo los ha ido integrando con naturalidad. Por ejemplo, en 1998 escribió el personaje de Jesse (Nick Stabile) en La novia de Chucky. Era el amigo homosexual que ayudaba a la pareja protagonista. En La semilla de Chucky, como decíamos, se introducía una óptica diferente del género fluido con Glen/Glenda. Y en Culto a Chucky (2017) el personaje incluso introdujo su alma en el cuerpo de una mujer (Fiona Dourif) para irse con su mujer (Jennifer Tilly), dando todavía más lecturas a los conceptos de sexualidad e identidad de género.
El hombre detrás del muñeco
Don Mancini, abiertamente homosexual, lleva tiempo incluyendo elementos LGTB en el universo de ficción que creó en 1988 con ‘Chucky, el muñeco diabólico’
Con la nueva serie, esta idea de Chucky como un universo de ficción gay-friendly se consolida. Para empezar, el personaje principal es homosexual. Se centra en Jake Wheeler (Zackary Arthur), un chaval de 14 años que se encuentra a un muñeco inquietante en un mercadillo. Lo compra por diez dólares con la intención de cortarle la cabeza para una obra de arte que está creando en su habitación.
Antes de recibir un cuchillazo de un Chucky siempre dispuesto a asesinar, el muñeco puede ver la discriminación que sufre Jake. Su padre no lo acepta por ser homosexual, aunque todavía no haya salido oficialmente del armario, y también es discriminado en la escuela por chicos populares como su primo Junior (Teo Briones) o la pérfida Lexy (Alyvia Alyn Lind). ¿Y qué hace Chucky? Le plantea de forma clara a Jake que por qué no acaban con aquellos que le hacen la vida imposible.
La nueva entrega
La serie se centra en Jake, un chico adolescente y gay que es discriminado por su padre y sus compañeros, hasta que compra a Chucky en un mercadillo
Mancini pensó que era interesante hablar de una “misión social o declaración social” a partir de un personaje de terror como Chucky, “particularmente porque tiene un sentido del humor tan negro y característico”, explicó en Gizmodo. Puede ser el aliado de un joven homosexual porque no es conservador rancio. “Él no es homófobo. No es racista. Solamente es un psicópata que no discrimina. ¡Él mata a cualquiera!”, bromeó el guionista.
Puede que en un futuro próximo Chucky explore hasta qué punto el muñeco diabólico puede manipular a un adolescente vulnerable para convencerle de ser cómplice de su oleada de asesinatos (o sea, utilizar la condición de aliado para divertirse más matando), pero también tiene una lectura radical y hasta cierto punto empoderadora: la idea de un gay revenge en clave de comedia de terror donde un homosexual retoma las riendas de su vida vengándose de quienes le hicieron la vida imposible, de la misma forma que Emerald Fennell exploró el rape and revenge en la inequívocamente feminista Una joven prometedora.
Fantasía de violencia
‘Chucky’ puede entenderse como una historia de venganza en clave gay de la misma forma que ‘Una joven prometedora’ empoderaba a su protagonista con su relato de ‘rape and revenge’