Al menos 23 personas perdieron la vida y otras 79 están hospitalizadas tras el colapso del tramo de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México. Un nuevo monumento mexicano a la corrupción y a la negligencia en la construcción de la obra pública en el país.
Duele, duele mucho, duele porque sabemos que la negligencia mata, y esta vez acabó con la vida de 23 almas trabajadoras. Siempre terminan pagando justos por pecadores, gente que después de partirse el lomo regresaba a cada a altas horas de la noche para madrugar al siguiente día y de nuevo salir a trabajar.
¿Cómo consolamos a Alejandro tras perder a su madre y saber que a su esposa le fue amputada una pierna? ¿Cómo les explicamos a los niños que quedaron huérfanos que ya no volverán sus padres que salieron a trabajar? ¿Cómo justificamos que no se hizo nada al respecto cuando la falla estaba reportada y las autoridades lo sabían? Simplemente no hay manera.
Salen las autoridades a dar el pésame a las familias, a darnos el discurso elaborado de siempre, sólo con fecha diferente: “iniciamos las indagatorias pertinentes”, “se deslindarán responsabilidades”, “lamentamos los hechos”, “daremos seguimiento a la investigación”… Pero qué hacían mientras los vecinos de Tláhuac expresaban su miedo por un posible colapso, qué hicieron con los reportes de la fallas.