Descifran gracias a la inteligencia artificial y modelos computacionales las reglas perdidas de un juego de mesa de 4.000 años hallado en una antigua tumba iraní.
En 1977, arqueólogos italianos e iraníes realizaron un hallazgo fascinante en el yacimiento de Shahr-i Sokhta, la “Ciudad Quemada”, en el sureste de Irán. Enterrado junto a los restos de un individuo en la tumba número 731, apareció un sorprendente tablero de juego con forma de serpiente entrelazada. A su alrededor, 27 piezas geométricas y varios dados de madera y piedra completaban este conjunto que, a simple vista, parecía un pasatiempo olvidado. Durante décadas, el enigma de cómo se jugaba este juego permaneció sin resolver, pero ahora, un exhaustivo análisis arqueológico y el uso de nuevas tecnologías han conseguido desvelar sus posibles reglas.
Este tablero, con una antigüedad estimada entre el 2600 y 2400 a.C., es uno de los juegos más antiguos jamás descubiertos y forma parte de la rica tradición lúdica del mundo antiguo, que incluye ejemplos como el Senet egipcio o el célebre Juego Real de Ur. Sin embargo, el tablero de Shahr-i Sokhta destaca por su diseño único y por la aparente complejidad estratégica que lo distingue de otros juegos contemporáneos.
Un diseño con forma de serpiente y piezas enigmáticas
Shahr-i Sokhta fue un floreciente centro urbano durante la Edad del Bronce, situado cerca del río Helmand, en la provincia iraní de Sistán-Baluchistán. La ciudad, famosa por su avanzada artesanía y su compleja red comercial, ha ofrecido descubrimientos tan sorprendentes como un ojo protésico de oro o delicadas joyas. Pero el tablero encontrado en la tumba 731 es uno de sus mayores tesoros.
Tallado en madera, el tablero tiene un diseño inusual: una serpiente entrelazada que forma 20 espacios circulares, creando un camino serpenteante para las piezas del juego. A diferencia de otros tableros, como el Juego Real de Ur, no se han hallado marcas características como las rosetas, lo que obligó a los investigadores a realizar una reconstrucción teórica de las reglas.
Junto al tablero se encontraron 27 piezas geométricas: 10 piezas triangulares simples, otras 10 con muescas y bordes escalonados, además de piezas cuadrangulares y dos conos de piedra. La combinación de formas sugiere que cada jugador tenía piezas diferenciadas, posiblemente con funciones específicas. Además, se hallaron cuatro dados rectangulares con distintas marcas, lo que refuerza la idea de un juego que combinaba azar y estrategia.
¿Cómo se jugaba el tablero de Shahr-i Sokhta?
Dado que no existen instrucciones escritas, los investigadores han tenido que recurrir a una ingeniosa combinación de pruebas arqueológicas, comparaciones históricas y simulaciones modernas para reconstruir la mecánica del juego. El Juego Real de Ur, descubierto en Mesopotamia y datado en la misma época, sirvió de punto de partida para entender cómo podría haberse jugado el tablero de Shahr-i Sokhta.
A través de comparaciones con otros juegos antiguos y el uso de simulaciones informáticas, los expertos proponen que se trataba de un juego de carrera estratégica, cuyo objetivo principal era llevar todas las piezas de un jugador fuera del tablero antes que el oponente. Las piezas podían avanzar mediante tiradas de dados, pero aquí es donde entra la novedad: algunas piezas, denominadas “bloqueadoras”, tenían la capacidad de entorpecer el progreso del rival, añadiendo una capa de complejidad táctica que no existe en otros juegos contemporáneos.
Este equilibrio entre azar y estrategia haría que el juego fuese menos predecible y más atractivo para los jugadores de la época. Además, los investigadores sugieren que las piezas con formas escalonadas o “estrelladas” podrían tener funciones especiales, como otorgar ventajas o alterar el curso del juego cuando aterrizaban en determinadas posiciones del tablero.
La importancia del juego en la sociedad antigua
El hallazgo del tablero en la tumba número 731 sugiere que este juego tenía un significado especial para los habitantes de Shahr-i Sokhta. Aunque no se trataba de un enterramiento real, la riqueza del ajuar funerario indica que el difunto pertenecía a una élite acomodada, lo que implica que los juegos de mesa no eran exclusivos de la realeza, como en el caso del Juego Real de Ur. Esto apunta a una cultura más extendida del juego, probablemente como actividad recreativa y simbólica.
En las civilizaciones antiguas, los juegos de mesa no solo servían como entretenimiento, sino que también reflejaban conceptos sociales y religiosos. En el caso de Shahr-i Sokhta, la serpiente tallada en el tablero podría tener un simbolismo profundo, vinculado a creencias relacionadas con el ciclo de la vida, la muerte y el renacimiento. Este simbolismo se repite en otras culturas del mundo antiguo, donde la serpiente suele representar la eternidad o el infinito.
Simulaciones y recreaciones modernas
Para validar sus hipótesis, los investigadores llevaron a cabo pruebas con 50 jugadores experimentados, quienes evaluaron las reglas propuestas y las compararon con otros juegos antiguos como el de Ur. Los resultados revelaron que el tablero de Shahr-i Sokhta ofrecía una experiencia de juego más compleja y dinámica, donde la interacción entre piezas bloqueadoras y piezas corredoras introducía estrategias únicas.
Además, gracias al uso de inteligencia artificial y modelos computacionales, los investigadores pudieron simular miles de posibles combinaciones de reglas. Estos análisis no solo corroboraron la viabilidad del juego reconstruido, sino que también demostraron su sofisticación en comparación con otros juegos coetáneos.
Un legado de 4.000 años
El estudio del tablero de Shahr-i Sokhta no solo arroja luz sobre un juego olvidado, sino que también revela detalles importantes sobre la vida cotidiana y las capacidades intelectuales de las civilizaciones de la Edad del Bronce. Este descubrimiento pone de manifiesto que, incluso hace 4.000 años, los seres humanos buscaban formas de entretenimiento que combinaban suerte, habilidad y estrategia.
El tablero encontrado en Irán se suma así a la lista de los grandes juegos de la Antigüedad, como el Senet egipcio y el Ludus Latrunculorum romano, demostrando que los juegos de mesa han sido una constante en la historia de la humanidad, adaptándose y evolucionando a lo largo del tiempo.
Con la reconstrucción de las reglas, el tablero de Shahr-i Sokhta vuelve a la vida, permitiendo que los jugadores modernos experimenten un pasatiempo que ha permanecido en silencio durante milenios. Quizá, al sentarnos frente a este antiguo juego, podamos conectar con el espíritu lúdico de una civilización perdida.