En primer lugar, hay que dejar de colocar al Narcotráfico en un esquema junto a la violencia común.
El narcotráfico es producto de los intereses geopolíticos de los imperios, de las oligarquías, por mantener sometidos a los países periféricos, sin verse inmiscuidos en los conflictos.
Los políticos están inmiscuidos en la protección de estos grupos, que son político-militares que están al servicio, no pocos de ellos, de intereses extranjeros y reciben apoyos y adiestramiento en estos países, porque saben que en la clase oprimida surge el descontento social que puede llevar al poder a individuos u organizaciones contrarias a sus intereses, pero esto no es posible en escenarios de violencia extrema y polarizados, por eso actúan contra la sociedad.
Es posible terminar con la violencia del narcotráfico en México en el momento que hagamos participe a la población de la solución de sus necesidades, si no, tenemos una sociedad desmovilizada que no alcanza a tener participación colectiva en la solución de sus necesidades.
No se puede mitigar la violencia, ningún tipo de violencia, sino detenemos primero la violencia individual y colectiva que implica la simulación y la farsa de mantener a los mismos en el poder, conformándose en una casta dorada, divina, que insiste en controlar las elecciones previas de los candidatos a ocupar puestos de elección dentro del sistema de partidos y mantienen la reelección.
México está infiltrado en sus instituciones y su “clase ´política” es cómplice de la violencia de clase, es coparticipe al buscar normalizar la violencia, al intentar simular ante la desigualdad, y no se salva de esto con un reinicio de sistema.
Tiene que aprender a cooperar, colaborar, trabajar con la sociedad y tener la capacidad de distinguir entre los giros negros -alcohol, drogas, prostitución- que surgen dentro del marco nacional, y aquellos intereses que vienen como parte de proyectos de conquista y control de la geopolítica extranjera.
Lo primero es la clasificación y taxonomía de los elementos que promueven la violencia, cortar los apoyos financieros y políticos, finalmente denunciar a aquellos grupos que actúan bajo escenarios políticos que van más allá del trasiego de droga y que corresponden a actores que usan el territorio con fines de descomposición del tejido social e intención de poner en riesgo la unidad nacional, para que la sociedad los identifique claramente.
No podemos seguir aceptando un proyecto de balcanización del país desde los giros negros, la vida cotidiana de la sociedad no puede ser trasgredida por intereses que van más allá del trasiego de droga y que claramente encubren, insisto, no todos, intereses extranjeros e ideológico concretos.
Solo la organización, barrio y colonia por colonia va a lograr que se tenga la capacidad de mantener control sobre la violencia.
La Guardia Nacional está mal orientada, debe ser el pueblo armado y se le debe dar espacio por honor a Mireles y a los Purepechas en Michoacán que liberaron en su momento a su estado de la desgracia en la que nos metió Felipe Calderón Hinojosa con su Guerra del Narco.
Para romper las ligas políticas del narcotráfico comencemos por pedir la renuncia de todos aquellos que tengan ligas con estos grupos delincuenciales, sean de corte nacional o apéndice de extranjeros. PONGANLES USTEDES EL NOMBRE.
Hay que actuar con firmeza ante este escenario, desde los ciudadanos, porque si no, perdemos al país como ya perdimos la mitad del territorio, aquí hay una operación gringa en curso y hay que pararla.