Entender el significado del virus de Ébola en las Américas sería un tanto complicado como el llevar el escenario africano a las Américas, y someter al sistema de salud a una de las más duras pruebas que afectaría sin duda alguna la salud pública.
Retomando que el virus se detectó por vez primera en 1976 en dos brotes simultáneos ocurridos en Nzara (Sudán) y Yambuku (República Democrática del Congo). La aldea en que se produjo el segundo de ellos está situada cerca del río Ébola, que da nombre al virus.
El virus del Ébola se introduce en la población humana por contacto estrecho con órganos, sangre, secreciones u otros líquidos corporales de animales infectados. En África se han documentado casos de infección asociados a la manipulación de chimpancés, gorilas, murciélagos frugívoros, monos, antílopes y puercoespines infectados que se habían encontrado muertos o enfermos en la selva.
Posteriormente, el virus se propaga en la comunidad mediante la transmisión de persona a persona, por contacto directo (a través de las membranas mucosas o de soluciones de continuidad de la piel) con órganos, sangre, secreciones, u otros líquidos corporales de personas infectadas, o por contacto indirecto con materiales contaminados por dichos líquidos.
Las ceremonias de inhumación en las cuales los integrantes del cortejo fúnebre tienen contacto directo con el cadáver también pueden ser causa de transmisión. Los hombres pueden seguir transmitiendo el virus por el semen hasta siete semanas después de la recuperación clínica.
La infección del personal sanitario al tratar a pacientes con virus de Ébola ha sido frecuente cuando ha habido contacto estrecho y no se han observado estrictamente las precauciones para el control de la infección, para ello la necesidad de utilizar los protocolos de bioseguridad más estrictos emitidos por la Organización Mundial de la Salud, y, en México, por la Secretaría de la Salud a través de la Dirección General de Epidemiología.
La posibilidad que se presentara un caso autóctono en México es remota, sin embargo, el visualizar de manera lejana la introducción del virus, pone de manifiesto la indiferencia de utilizar los protocolos de bioseguridad para cualquier padecimiento que así lo requiera desde la perspectiva de prevención.
¿Estamos preparados para un brote por Virus de Ébola? la pregunta está en la mesa y solo la pericia y las habilidades de los grandes maestros de salud pública pudieran dar la respuesta, que si bien es cierto no tendríamos un escenario tan similar desde la última epidemia de peste negra suscitada en el Puerto de Mazatlán a finales del siglo XIX, con la diferencia que la tecnología y el conocimiento clínico y científico son nuestra principal defensa de protección y tratamiento.
Actualmente no se cuenta con una vacuna específica, que si bien se están probando algunas, lo cierto es que ninguna está disponible para su uso clínico. El tratamiento está dirigido a ser sintomático y en los casos más complicados los cuidados intensivos serían el soporte vital de los pacientes. El buscar un fármaco que pudiera combatir la viremia se extiende a la OMS, cuyos expertos permitieron el uso de un fármaco denominado “Avigan” (favipiravir) el cual fue utilizado con la influenza y se planea usar contra el Ébola en 60 personas en Guinea.
El diagnóstico es única y exclusivamente epidemiológico teniendo como vértice el haber estado en contacto con la zona de epidemia o algún contacto de un caso confirmado. La Definición operacional del caso se mantiene vigente para la sanidad internacional y nacional como “Toda persona con fiebre súbita mayor de 38.6°C y uno o más de los siguientes signos o síntomas: astenia, adinamia, vómito, diarrea, hiporexia, cefalea, dolor abdominal, disfagia, debilidad intensa, mialgias, exantema, deterioro de función renal o hepática, tos, disentería, gingivorragia, púrpura, petequias, hematuria, o sangrado a otro nivel que durante los 21 días anteriores al inicio de los síntomas haya estado en áreas con transmisión del virus del Ébola o que haya estado con un caso confirmado.