Las campañas electorales están próximas y los partidos políticos están deliberando a sus candidatos mediante sus procesos. Los ojos de la gente están puestos en las mujeres que lideran las visiones del próximo sexenio, Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez: la continuidad del proyecto de la transformación popular o el regreso al sistema neoliberal basado en una meritocracia que no termina de llegar. Habrá tiempo de poner los matices y profundizar en particularidades, también de revisar las propuestas testimoniales de la pluralidad política.
Mientras tanto, en otros niveles, los medios de comunicación están pendientes de los punteros, de los que pueden ganar. Todos se preguntan por las trayectorias de los abanderados de la 4T para los puestos ejecutivos y legislativos, de sus carreras en la administración pública, de la formación académica, de su cercanía al poder económico o de las contribuciones en el activismo y la lucha social.
Por su parte, estos aspirantes empiezan a dar señales del rumbo de sus campañas por medio de sus redes sociales y de las declaraciones ante la prensa. La falta de creatividad salta a la vista al imitar el estilo de López Obrador y, en el peor de las cosas, de regresar a la forma tradicional del priismo en sus años hegemónicos.
Existen al menos 5 actitudes y acciones que la gente no quiere de los candidatos de morena, contrarias a los principios del movimiento pero que están ahí:
Frivolidad
La frivolidad es probablemente la conducta más repudiada de la política en tiempos de la 4T. Es indiferencia con la gente, con las causas, con aquello que preocupa y ocupa. Generalmente está actitud la tienen las personas que no tienen formación ideológica, política o social. Son la antítesis de Publio Terencio: todo lo humano les es ajeno.
Marketing político
El marketing político no puede ser una opción para los candidatos de izquierda. Su concepto está basado en criterios de venta, de mercado, donde se trata de engañar a la gente por medio de estrategias artificiales, poco genuinas, basadas en superficialidad y no en contenido. Quienes lo emplean no pretenden transformar la realidad social ni debatir ideas. Tan solo se limitan a buscar un imposible: la simpatía de todos.
Pereza discursiva
La gente merece tener a los candidatos más informados, con una idea clara del proyecto que representan y de ideas que afronten los desafíos de una sociedad cada vez más diversa. Tampoco se trata de confundir a las personas con un lenguaje poco conocido, el objetivo de la comunicación es entendernos no de presumir nuestra cantidad de títulos o libros leídos. La formación es permanente.
Soslayar el trabajo territorial
Sin trabajo territorial no hay campañas ni transformación social. Es la acción más importante en un proceso electoral y no puede improvisarse, mucho menos desprenderse de ello. El éxito de la 4T está en conocer el territorio, en tener diálogo con la gente, en generar organización desde las comunidades por medio de la identidad y esbozar una agenda de gobierno basado en los sentimientos de la gente. Todo eso se encuentra en el territorio, no solo en los liderazgos con convocatoria.
No comprometerse con causas locales
Pese a su centralismo, México es una república federal. No se puede entender Sinaloa sin sus municipios y a los municipios sin sus pueblos y sus personajes. El México profundo está en la vida cotidiana, en sus anhelos y problemas. Decía Pablo Neruda que la esencia de nuestro país está en los mercados, refiriéndose a los mismos como espacios de reencuentro entre la gente de a pie. Las causas están en la unión de la gente, en la comunidad.