Por Mario Martini
Será por obra y milagro de la Virgen de la Puntilla o caprichos de la naturaleza, pero desde hace 48 años no pega en Mazatlán un ciclón como el Olivia de 1975 que destrozó una ciudad de 120 mil habitantes, según censo de población de 1970.
Como si se tratara de una premonición divina, el primer obispo de la diócesis de Mazatlán, Miguel García Franco, ese sí muy cercano a la gente, mandó elaborar en 1972 la escultura de la “Virgen de la Puntilla Madre de la Iglesia, Reina del Mar y del Universo” que con tal investidura tuvo el propósito de controlar la furia de vientos y embravecidos mares que atentaran contra el puerto, lo que a mi humilde juicio y conforme a registros históricos ha hecho con bastante efectividad.
Tres años después de que el cura ordenara la elaboración de la imagen, en 1975 Mazatlán sufrió durante tres días con sus noches la furia de un huracán categoría 3 que mató a unas 30 personas y causó severos daños a la infraestructura del puerto; fue considerado entonces como el más letal desde 1943 cuando el diario El Nacional cabeceó: «Muerte, desolación y ruina, saldo del ciclón en Mazatlán».
Según la reseña, aquel ciclón sin nombre -el bautismo vino después- destruyó a la mitad de Mazatlán, dañó más de 400 casas (60 por ciento del total), más de 2 mil 800 personas resultaron damnificadas en la colonia Montuosa, Playas Norte y Sur en el puerto, así como también en El Roble y Villa Unión. Los daños fueron estimados entre 9 y 10 millones de aquellos pesos. La virgen fue colocada inmediatamente después.
Desde entonces, el pueblo realiza una veneración dual a las Vírgenes Maria del Mar y Guadalupe, pues cada 12 de diciembre la Reina del Mar recibe la agradecida ofrenda de cientos de pescadores y sus familias, a la que se han sumado otros mazatlecos convencidos de su poder disuasivo.
Por supuesto, han pasado por el puerto otras tormentas y huracanes que han prendido las alertas. Probablemente los más perjudiciales ocurrieron en 1927, 1943, 1975 y 1995 (“Ismael” hundió 55 barcos, mató a 57 pescadores y causó daños por 26 millones de dólares).
Valga este recordatorio después de ver la destrucción de Acapulco por el ciclón Otis de categoría 5 que arrasó 7 mil hectáreas de construcciones y destruyó el 80 por ciento de la hotelería que en una estimación preliminar de aseguradoras, financieras y expertos inmobiliarios costará más de 300 mil millones de pesos, 5 veces más del cálculo inicial del gobierno federal.
Decía que desde hace 48 años no hemos padecido huracanes directos y aprivechando esa calma chicha nos apúranos a quintuplicar la población y la infraestructura en vivienda, comunicaciones, comercios, hoteles, condominios, servicios públicos para abastecer a una población estable y flotante superior a 600 mil personas, despojando vorazmente a la naturaleza de grandes extensiones de terreno, lagunas, humedales, marismas, etc.
Conocida la corrupción que existe en el desarrollo inmobiliario y el uso del suelo urbano, nos provoca mucha incertidumbre cuando volteamos a ver lo que pasó en Guerrero. ¿Cuántas torres de condominios, del pasado y presente, fueron construidas para resistir vientos de 280 kilómetros por hora, como lo marca el Reglamento Municipal de Construcción y cuántas cumplen con los requisitos de Protección Civil y estudios de impacto urbano y ambiental?
Independiente al tema urbano, la naturaleza, geografía y orografía de Mazatlán lo hacen un puerto sumamente vulnerable. Aquí no debió construirse una ciudad por la complejidad del territorio, poblado de cerros, planicies por debajo del nivel del mar, rodeado de marismas y con disposición de agua potable a varios kilómetros. Precisamente por estas complicadas circunstancias, los conquistadores españoles se estacionaron en Villa (de la) Unión y luego se fueron de paso hasta Piaxtla y Culiacán.
Según expertos consultados, un huracán como Otis acabaría en un dos por tres con Mazatlán, cuya naturaleza reclamará todo lo que le hemos robado durante décadas. Volverán a sus niveles lagunas, humedales, marismas. Y los cerros sobrepoblados, como los del Vigía y Nevería, caerán en deslaves ante la furia de los vientos y la impertinencia humana. Las planicies quedarán enterradas bajo el agua. Las presas serán inmovilizadas por lodos de las cuencas deforestadas…
Por todo esto me parece muy pertinente y oportuno el llamado que hacen la organización civil Conselva, IMPLAN, el Colegio de Ingenieros y la diputada Celia Jáuregui Ibarra para revisar al detalle la vulnerabilidad urbana de Mazatlán.
¿Qué debemos hacer además de seguirle rezando a nuestra Virgen milagrosa? Pues hay mucho trabajo por delante desde la sociedad organizada y los 3 niveles de gobierno: revisar las construcciones costeras de todos los tiempos para que cumplan con el montón de requisitos legales vigentes; reactivar la Instalacion subterránea de energía y comunicación; detener la deforestación y apropiación del suelo de la zona rural que sirve de amortiguamiento natural; restaurar cuencas y aplicar técnicas de “ciudad esponja”; respetar el Atlas de riesgo en la planeada del desarrollo; exigir rigurosamente el cumplimiento de programas de protección civil, etc. Si hacemos todo esto, no vamos a librarnos de la devastadora furia de un huracán 5, pero será más leve.
No hay que dejarle toda la chamba a nuestra milagrosa y eficaz Virgen de la Puntilla, no hay que ser….
Saludos cordiales
