“Salúdame a Luis Enrique”, era el mensaje que siempre me daban a entregar cuando iba a un evento o conferencia de prensa y sabían que trabajaba en Fuentes Fidedignas. Los actores políticos hablaban de él con cierto respeto y era casi religioso que le enviaran un saludo.
En el 2015 llegué más por casualidad que por causalidad a trabajar en medios, a pesar de haber estudiado Ciencias de la Comunicación, no tenía experiencia y en ese momento no estaba buscando trabajar en un diario, pero se presentó la oportunidad y la tomé. Al llegar a FF, no estaba al día con la vida política de mi estado y penosamente no conocía a Luis Enrique ni su historia.
Con el tiempo, fui descubriendo quién era mi jefe, me sentía mal por no saber desde un principio quién era el gran periodista que me dio la oportunidad de trabajar en su periódico, del cual formo parte desde hace siete años.
Siempre fue muy hermético, a veces sentí que vergüenza de hablar conmigo, como si fuera un niño. Incluso no fue a mí directamente a quien le sugirió que escribiera mi propia columna; a otra persona le dijo: “leo lo que escribe Marissa en sus cuentas personales, ¿por qué no lo hace con nosotros? Lo hace muy bien, no la dejes ir”.
Al igual que Luis tuve mis altibajos, pero en el fondo siento que él me entendía perfectamente, que sabía por lo que estaba pasando cuando mi trabajo no era tan bueno. Nunca me sentí juzgada por él. Ambos éramos seres nocturnos, sensibles, con encanto por las luchas sociales y la verdad.
A lo largo de estos años, he sido testigo de buenos y malos momentos del periódico que con tanto esfuerzo fundó Luis. No hay lugar a dudas que su muerte nos sorprendió y dolió, no hay mayor deseo que continuar su legado, de mantener a flote el barco que él creó y recordarlo siempre como el talentoso comunicador que fue.
Al cumplirse 10 años de este proyecto, no estoy más que agradecida por formar parte de él, y por la oportunidad de compartir mis pensamientos en sus páginas. Porque al escribir me descubro, porque con las palabras puedo mostrarme al mundo sin máscaras, porque las letras me liberan.