De manera errónea, incapacidad intelectual o moral, carencia presupuestal o quizá por falta de tiempo, los alcaldes de Mexico dedican el trienio a realizar tareas menores o sin trascendencia, muchas de ellas populistas o con cierto sesgo político que les generen recursos financieros para seguir mamando del erario
De esta manera, los presidentes municipales invierten los tres años en cortes de listón de pequeñas obras, colocación de primeras piedras de proyectos que no siempre concluyen, asisten a inauguraciones de negocios a los que les “facilitaron” los trámites, encabezan “agotadoras” jornadas para limpiar sitios públicos el fin de semana o presiden cócteles para dar las llaves de la ciudad a personajes notables, ocupan mesa de lista en actos cívicos escolares y no se pierden la gorra en gozosos eventos carnavaleros o fiestas santorales en pueblos de la comarca.
Y claro, por debajo de cuerda, hacen una que otra triquiñuela con asignaciones directas de obras, compras y adquisiciones de bienes y servicios o le entran a la venta descarada de terrenos municipales. Hacen su alcancía para el futuro con los permisos de construcción, dictámenes de factibilidad de servicios y todo tipo de gestiones que tienen que ver con el control y manipulación del uso de suelo, acotados por la sacrosanta “corta”..
Pero a ningún alcalde le interesa pensar a mediano y largo plazo sobre obras, programas y acciones de gran calado y visión de futuro, dejando esta chamba a quienes vienen detrás y que seguramente también nadarán de muertito para brincar a una diputación local, federal, senaduría o chamba en el gobierno estatal o federal.
En la más reciente emisión de La Tertulia del pasado 21 de septiembre, la periodista ambiental y miembro del Comité de Participación Ciudadana del Sistema Anticorrupción de Sinaloa expuso con amplitud la Agenda Anticorrupción para el Desarrollo Sostenible que pone énfasis en la prevención de desastres que impulsa de manera heroica y solitaria.
Dijo con certera sensatez que los desastres no son naturales, los desastres los creamos los seres humanos y particularmente los servidores públicos corruptos u omisos, así como los empresarios voraces que violan todo tipo de regulaciones que protegen al medio ambiente o que desoyen probadas recomendaciones científicas sobre la mala idea de invadir terrenos que le pertenecen a la naturaleza y que sirven de amortiguamiento a las ciudades cuando se presenta algún fenómeno atmosférico o telúrico.
Zapién reconoció que hay avances -al menos en el cambio de actitud- entre un puñado de servidores públicos que aceptaron integrar en sus agendas o políticas públicas los riesgos de la corrupción en el desarrollo urbano y mal uso del territorio que -en la mayoría de los casos- evidencia los torcidos propósitos de algunos servidores municipales para enriquecerse ilegalmente en fast track.
No lo dijo, pero a muchos nos consta la corrupción y tráfico de influencias que opera como norma política en las direcciones de planeación y ordenamiento territorial y oficialía mayor, solo por mencionar dos dependencias, pero obviamente la trazabilidad de la corrupción es mucho más amplia. El huracán Ottis, por ejemplo, sacó mucha pus oficial y exhibió la triste realidad de la corrupción en Acapulco como riesgo social. Uno de intensidad similar o incluso categoría 3 como el Olivia de 1975, además de paralizar a Mazatlán por años, sacaría a la superficie todos los actos de corrupción cometidos por las administraciones municipales y estatales de las últimas 4 décadas que se escudaron y escudan bajo la falaz y perversa bandera de la “modernidad, la generación de empleo y riqueza para atender los rezagos sociales”.
La tarea de gobernar va mucho más allá de salir los fines de semana con “voluntarios” a levantar las toneladas de basura que dejan ciudadanos cochinos e irresponsables. Esa pérdida de tiempo y esfuerzo podría resolverse de un plumazo, multando a quienes falten al respeto a la casa de todos los mazatecos. La basura es de quien la genera y cada quien debe llevársela a su casa, hotel o AB&B. Esas tareas corresponden a un gerente de la ciudad, pero no a un presidente o presidenta que debería estar tumbándole la puerta a Conagua, al Congreso o a la misma presidencia de la República para que atiendan presupuestalmente los rezagos en agua, drenaje y prevención de inundaciones.
Muy bien harían los regidores, particularmente los de oposición, al poner en el centro de las políticas públicas municipales este tema de la prevención urbana y acción ciudadana frente a las amenazas del cambio climático, bajo la certeza de que es un tema que recibiría el apoyo de todo mundo y ademas les aportaría una alta rentabilidad política por si acaso la responsabilidad social no está en su radar.
Como en su momento también lo advirtió en La Tertulia Sandra Guido, directora ejecutiva de la asociación de interés ecológico Conselva, Zapién puso nuevamente sobre la mesa el riesgo inminente en el que vivimos los mazatlecos, cuya ciudad y destino están colgados de alfileres y principalmente de la fe ciega de un pueblo en su milagrosa Virgen de la Puntilla que, debo reconocer, no ha fallado en 50 años.
Aquí pueden ver la intervención completa de Raquel Zapién en La Tertulia, ayuda a ubicar mejor al polvorín en que estamos parados:
Saludos cordiales
MM