Todo empezó cuando acepté el paquete que me ofrecieron en el mostrador de Salud Digna. A los estudios rutinarios de sangre y orina, agregaron un electrocardiograma por un precio módico. Seguro de mi salud cardiovascular y atrapado por la oferta, acepté. En ese momento empezó el calvario.
El joven que lo hizo me recomendó visitar al cardiólogo porque la lectura avisaba de una cardiopatía en el ventrículo izquierdo. Fui corriendo con el doctor Jorge Mario Valdez Guiza que hizo otro cardiograma, me recetó algunas medicinas y ordenó otra vez la inevitable prueba de esfuerzo y un ecocardiograma.
Practicados todos los estudios que me entregaron en una pulcra carpeta a todo color con un CD, como presentación para titularse, regresé con el especialista, que también es Internista, quien ahora diagnosticó una “sobrecarga sistolica del ventrículo izquierdo”, me dio una breve conferencia de las funciones cardiacas y una batería de espironolactona y rosuvastatina. “Afortunadamente no tienes tapadas las arterias, lo tuyo tiene que ver con el endurecimiento del músculo que se controla con medicamento y cambio de vida”. Ya me lo había dicho un par de años antes cuando brincó el primer electro que fue descartado en la prueba de esfuerzo.
Regresé al Seguro 40 años después para reactivar mi expediente médico y recibir las medicinas. Fue una experiencia tan satisfactoria como sorprendente. Quedé fascinado con la atención y eficiencia del personal, con algunos detalles menores que pueden corregirse sin problema para acercarse a Dinamarca.
El cardiologo del IMSS me ordenó un “ecocardiograma con dobutamina” que subroga al SHARP. Firmé un documento en el que aceptaba los riesgos de la prueba y deslindaba de toda responsabilidad al hospital, lo que me dio pavor, me pusieron los chupones por todo el pecho, aplicaron el medicamento vía intravenosa y el baumanómetro bien enchufado. Conforme avanzaba la prueba comenzaba a ver la cola del diablo. La presión fue aumentando conforme subían la dosis hasta, ahora si, tocarle la cola completa a Belcebú. Me sentí fatal, presión 180/100, pero bastaron unos minutos para que me regresara el alma al cuerpo.
Con resultados en mano regresé al cardiólogo que me dió buenas noticias: “tienes una hipertrofia concéntrica que puede controlarse con medicamento, dieta y ejercicio”. Explicó que mi falla sistólica se corrige sometiendo al corazón a estrés y presión, caso contrario de quien tiene tapadas las arterias, al que seguramente le explotaría a las primeras de cambio.
Durante el nuevo tratamiento desarrollé un inusual estado nervioso, de irritación y mal humor a la menor provocación. Pero lo que me alarmó fue que me empezaron a crecer y doler los pechos con endurecimiento de los pezones. Un primo muy querido murió de cáncer de mamá que también afecta a los hombres. “Es la espironolactona, explicó Valdez Guiza, que altera las hormonas, generando una alta producción de estrógeno y disminución de testosterona, pero ya no la necesitas”. Ahora si entendí en carne propia lo que sienten las mujeres cuando sufren un desequilibrio hormonal. Suspendió el medicamento y parece que ya voy regresando a la normalidad gracias a dios.
Al final, volvió a recomendar un cambio radical de vida, ejercicio de alto rendimiento y supervisión médica periódica. Le haré caso, me bajaré finalmente del cuaco y subiré la cumbre del faro “más alto del mundo” por lo menos una vez a la semana porque cuando el corazón no quiere, no hay negociación posible.
Saludos cordiales
MM