No se conoce cómo el célebre Tycho Brahe usó uno de los materiales cruciales para la tecnología de vanguardia actual. Es un misterio que lo utilizara en esa época, según los expertos
Un equipo de investigadores ha descubierto restos de tungsteno en fragmentos de cerámica y vidrio del laboratorio alquímico de Tycho Brahe, el célebre astrónomo danés del siglo XVI. El hallazgo revela que este elemento, esencial hoy para la industria aeroespacial, la electrónica y la tecnología militar más avanzada del siglo XXI, estaba presente en fórmulas alquímicas siglos antes de su identificación científica en 1781.
El descubrimiento —realizado durante excavaciones en los años 90 en la isla de Ven, Suecia— se hizo a partir de cinco fragmentos de recipientes recuperados. Los recipientes fueron usados en el laboratorio subterráneo de Brahe, ya destruido, equipado con 16 hornos y sistemas de destilación.
Análisis químicos liderados por Kaare Lund Rasmussen, experto en arqueometría de la Universidad del Sur de Dinamarca, detectaron concentraciones inusuales de nueve elementos, incluidos oro, mercurio y tungsteno. “El tungsteno es muy enigmático: ni siquiera había sido descrito en esa época”, afirma Rasmussen.
¿Medicina o casualidad?
El tungsteno, conocido también como wolframio, es un metal raro que destaca por su extrema dureza y el punto de fusión más alto de todos los elementos: 3.422 grados centígrados. Estas propiedades lo hacen indispensable en la fabricación de turbinas de aviones, escudos antirradiación en reactores nucleares y herramientas de corte industrial. Sin embargo, en el siglo XVI, su existencia era prácticamente desconocida. Georgius Agricola, mineralogista alemán, había documentado en 1546 un mineral problemático al fundir estaño, al que llamó wolfram —”espuma de lobo” en alemán— pero no se supo que contenía tungsteno hasta 230 años después.
Brahe, financiado por la corona danesa, dedicó su laboratorio a crear medicinas para la peste o la sífilis, siguiendo las teorías del médico Paracelsus, un médico, alquimista y teólogo que fue pionero en la revolución médica del Renacimiento a través de la observación. Las recetas de Brahe incluían ingredientes como opio, carne de serpiente o vitriolo (sulfato de cobre), procesados en complejas destilaciones. El tungsteno pudo llegar accidentalmente a sus mezclas a través de minerales como la wolframita, común en Sajonia. “Quizás Brahe conocía las propiedades de ese mineral, pero no hay pruebas”, aclara Rasmussen.
El astrónomo que realizó las mediciones y cálculos que luego permitieron a Kepler desarrollar las leyes que rigen los movimientos de los planetas, creía en conexiones cósmicas entre metales, planetas y órganos humanos: el oro con el Sol y el corazón, la plata con la Luna y el cerebro. Análisis previos de sus restos óseos ya habían detectado oro, posiblemente ingerido en sus propias pociones
De la alquimia a los viajes espaciales
Hoy, el tungsteno es un pilar de la tecnología más avanzada. En la industria aeroespacial, se emplea en toberas de cohetes por su resistencia al calor extremo. En electrónica, sus filamentos son clave en microscopios electrónicos y chips, gracias a su capacidad para conducir corriente en condiciones de alta temperatura.
Además, aleado con carbono forma el carburo de tungsteno, un material más duro que el acero usado en perforadoras mineras o instrumental médico. El 50% de la producción mundial se destina a este compuesto, según datos de 2023. China controla el 80% de las reservas globales (1,8 millones de toneladas), lo que ha llevado a la UE a catalogarlo como materia crítica por su importancia estratégica.